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Formacion Docente


Enviado por   •  3 de Septiembre de 2014  •  1.955 Palabras (8 Páginas)  •  140 Visitas

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exigir más requisitos, y por tanto

resultar mas honorable, que el de ser profesor?

Harriet Martineau

LA FORMACIÓN PROFESIONAL DOCENTE

Todos los cambios que han surgido por la nueva era de la globalización y las generaciones con conocimientos tecnológicos cada vez más avanzados han forjado en la educación cambios drásticos, pero principalmente en los docentes que son los encargados de esta tarea tan noble de enseñar.

Sin embargo lo que es cierto, es que estos cambios no siempre son positivos en la docencia, sino que pasan a perjudicar, en lugar de promover una mejor preparación y buscar mejoras para la educación el docente, se ve ensimismado por retrocesos y negativas que crean un aspecto de desgano o impotencia ante los nuevos retos que parecen superarlo, el resultado es entonces un sistema obsoleto y que opta hacia lo tradicional, es decir, con lo que se le formó desde un inicio, y es entonces donde surge una pregunta: ¿Cómo debe ser la formación del docente?

Dicha pregunta parece simple y sencilla, pero ¿Qué hay de la respuesta?, ¿Es igual de sencilla?... Pensándolo bien, no, la respuesta es tan compleja como intentar entender escritos de ilustres filósofos, puesto que la formación del docente, resulta desde nuestra perspectiva, ser la más completa de todas las profesiones. Además, esta respuesta, implica hablar de las características que debe tener un maestro, desde lo físico hasta lo moral, de los desafíos continuos que enfrenta al ejercer su labor, de lo que necesita aprender, conocer, saber y además transmitir; las competencias que debe adquirir durante su formación para poder ofrecer una buena educación, educación de calidad.

Para comenzar, “El maestro ideal – según Carlos Carrillo – debe ser el alma moral de la comunidad en que reside, el corazón cuyo latido se sienta en todas partes, porque es quien reparte la vida y el calor del sentimiento”, sin duda la sencillez de estas palabas, que parecen simples, “llegan” al corazón de cualquier lector, pero terminan siendo complicadas acciones para un docente ¿No lo crees así? ¡Reflexiónalo!… ¿Cómo puede un profesor, ser el corazón que resuena en todo lugar? Quizá durante la lectura de este breve ensayo, que habla sobre la formación docente, podamos aclarar parte de esta duda.

La formación es un proceso de desarrollo individual que tiende a adquirir o perfeccionar capacidades: “Sentir, actuar, imaginar, comprender, aprender y utilizar el cuerpo” Ferry (1990), es un proceso que constantemente se nutre y no es finito puesto que no consta simplemente de un proceso escolar, sino de las vivencias que va experimentando el profesor desde el inicio de su formación y durante la ejecución de su labor. Por tanto, la formación es permanente y de acuerdo a ésta, el docente adquirirá competencias y saberes.

Es de particularidades como está que se concibe la idea de que la docencia más allá de ser un oficio o una profesión, es una forma de vida, es una vocación. La vocación (del latín: vocāre: llamar) es el deseo de emprender una profesión cuando todavía no se han adquirido todas las actitudes o conocimientos necesarios. De este modo, expresa Tenti (1999) “La definición es clara: el magisterio no se define como una profesión, sino como misión o sacerdocio […] La primera y más importante es la vocación. Ésta deberá complementarse con un conjunto de virtudes de todo tipo”

Y es que resulta claro que Tenti use la palabra “sacerdocio” para definir la docencia, puesto que el profesor entrega su vida a la educación, a una comunidad escolar donde ha de transmitir sus saberes a la niñez, de quien ha de ser amigo, guía, apoyo, doctor, psicólogo, abogado, madre/padre…“maestro”; y esto no ha a venir de un milagro, ni de algún tipo de magia, ni del final del arcoíris, el docente deberá primero llevar una formación completa y difícil para lograrlo.

El docente debe buscar el equilibrio perfecto entre el ser amigo y autoridad a la vez, y contar con un sinfín de virtudes: paciencia, para tratar hasta al más obstinado de los alumnos; humildad, para aceptar sus errores; sencillez, para que nunca olvide que vive al servicio de los demás; entrega, para no desfallecer ni en la más difícil e incómoda situación; lealtad, para consigo mismo y sus compañeros de trabajo, a la misma educación; creatividad, para saber comunicar hasta lo más tedioso; entusiasmo y alegría, para lograr que cada clase sea una grata experiencia…y la lista continúa, claro está.

Sin embargo, también debe estar claro que todas estas características únicamente conforman la personalidad del docente, y que como lo menciona Tenti (1998) la necesidad de que el maestro, además de vocación (en este caso, además de las virtudes), debe llegar a dominar un conjunto de conocimientos. Cabe mencionar la relación que se postula entre el maestro y la ciencia que muchas veces se define, no en términos de posesión o dominio del saber, sino de “amor a la ciencia” o “amor hacia la instrucción”.

Alcántara García exige además: “…todo el desempeño que pongan en su postura exterior, en el aseo de su cuerpo y limpieza de sus ropas, en adquirir buenas maneras, trato a las gentes, y en suma, todo lo que contribuya a presentarlos comportándose con la dignidad requerida para sus funciones dentro del magisterio”.

No obstante, el profesor debe tener una formación donde aprenda que a lo que va a dedicar su vida entera no es sólo un trabajo, no es una labor cualquiera, que no es una persona más solventando un horario, o tomando una plaza por estar dentro del magisterio; sino que debe hacer dicha labor con amor, como menciona Ferry “el profesor no enseña lo que sabe si no lo que es”, por tanto, debe transmitir sus conocimientos de tal manera que los alumnos puedan percatarse de que él no está ahí frente a ellos sólo porque no tiene otra opción y tiene que cumplir, sino que está ahí por gusto, por elección, por amor a enseñar.

En el proceso de enseñanza-aprendizaje, es primordial la buena

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