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Introducción a la inteligencia espiritual de Ramón Gallegos resumen


Enviado por   •  20 de Marzo de 2018  •  Monografías  •  2.391 Palabras (10 Páginas)  •  191 Visitas

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El Dr. Ramón Gallegos señala que la felicidad está a nuestro alcance, no procede del exterior, procede de nuestro interior, sólo basta que la recuperemos y la dejemos manifestarse en todo su esplendor, en toda su plenitud y la compartamos con los demás, porque por naturaleza somos seres felices y somos eminentemente comunitarios, nacimos en sociedad y en cierta medida dependemos de lo que hacen los demás, tanto para subsistir como para desarrollarnos física y emocionalmente.

Sin embargo, ¿Por qué hay tanto dolor y sufrimiento en tantas personas que conocemos, incluido, a veces, a nosotros mismos? La respuesta es porque nos hemos apartado de aquello que nos hace feliz. Porque en lugar de buscarla hacia nuestro interior, la buscamos afuera, en las cosas materiales, en las cosas bonitas, en las apariencias, en la riqueza material y no en la espiritual, que es la fuente de toda felicidad, como está escrito en el Eclesiástico 31,8 “Feliz el rico que fue hallado intachable; que tras el oro no se fue.”

Siendo así de sencillo no sigamos buscando lo que ya encontramos, más bien, en adelante, dediquemos nuestra vida a disfrutarla y a realizarnos plenamente, a ser parte importante de esta maravillosa creación cósmica, para lo cual caminemos junto con nuestros hermanos seres humanos el sendero que nos toca recorrer.

Adoptemos los códigos de conducta que favorecen, respaldan y apoyan esta magnífica relación del individuo con su comunidad. Construyamos una visión clara de nuestra existencia futura que contribuya a recordar y a vivir lo que el alma ya sabe y desea experimentar. Con humildad y sencillez no perdamos la oportunidad de agradecer al creador por lo que somos y lo que hacemos o dejamos de hacer en el trascurso de nuestra vida.

Disfrutémosla con alegría y pasión, seamos generosos con quienes nos rodean, perdonémoslos con gran indulgencia cuando nos hayan hecho algún mal, así como cuando pedimos que nos perdonen por el daño que les hacemos. Tratemos a los demás como queramos que nos traten a nosotros y practiquemos continuamente acciones caritativas, especialmente con los más necesitados.

Como cuando éramos niños, seamos divertidos y alegres, juguetones, amigables y compasivos y sobre todo nunca perdamos la esperanza de que llegaremos a buen puerto, aún y cuando los obstáculos sean mayores, en cuyo caso pongamos siempre buena cara y una mejor actitud.

Cambiemos nuestras rutinas acostumbradas por aquellas que nos brindan mayores beneficios, como el de estresarnos menos si destinamos más tiempo para ir al trabajo, sacar lo positivo de lo que nos ocurre, no supeditar nuestra felicidad a cosas externas de nosotros, caminar con regularidad, realizar rituales de saludo y despedida hacia nuestros compañeros de trabajo, vecinos y seres queridos. Disfrutar de momentos de quietud y soledad que nos da tranquilidad y nos permite comunicarnos con nuestro yo interior, nos aquieta la mente y nos brinda paz y fortaleza espiritual.

Vivamos la vida con amor y alegría, disfrutemos cada instante de nuestra existencia, pongámosle más sabor. Amémonos más y amemos más a quienes nos rodean, esa es la clave de la felicidad.

Si no es que la totalidad, lo que la mayoría de las personas, pensamos, decimos y hacemos; es decir lo que somos, es producto tanto de nuestra información genética que recibimos de nuestros padres, como del amoldamiento que recibimos del medio ambiente social y natural que nos rodea, o lo que es lo mismo somos el resultado de una maravillosa combinación de nuestra individualidad y de las colectividades en las que nos hemos desenvuelto a lo largo de nuestra vida, lo que nos hace seres comunitarios. Al respecto afirmó Aristóteles: “La ciudad (polis) es una de las cosas que existen por naturaleza; y el hombre es, por naturaleza, un animal político.”

Gracias a Dios, nos gestamos en el vientre de nuestra madre que está lleno de amor y vida, para lo cual es necesaria la contribución amorosa o no del padre, y una vez que nacemos requerimos del respaldo y cobijo de la sociedad para poder subsistir, física y emocionalmente, lo que nos permite crecer y desarrollarnos en todos los sentidos, así como lograr nuestros propósitos de vida.

El individuo es inseparable de la sociedad. Es la ley de la vida y del equilibrio existencial. Somos causa y efecto. Somos parte de la sociedad y la sociedad es parte nuestra, aunque sea como el equivalente a lo que es una célula de uno de nuestro órganos. Somos una gota del océano a sabiendas que sin esa gota sería menos su volumen, e igualmente lo que hacemos en lo individual impacta en mayor o menor medida a toda la colectividad, tal como lo afirmó la madre Teresa de Calcuta: "A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota".

Por esta misma razón, lo que hacemos afecta o beneficia al mundo entero, pues en cierta medida también podemos ser causantes del desorden y caos mundial o bien podemos contribuir a lograr el equilibrio de nuestro propio planeta.

Somos seres globales y maravillosos, ya que por naturaleza, los seres humanos somos magníficos, espléndidos y extraordinarios, y podemos crear todo lo que podamos imaginar, como está escrito en el 11:06 del libro del génesis que al referirse a lo que pueden hacer los hombres cita: “…Ahora nada les impedirá que consigan todo lo que se propongan.”

Estoy seguro que la felicidad está en nuestro interior, busquémosla y una vez que la recuperemos, porque ya está ahí desde que nacemos, entonces compartámosla con quienes nos rodean, comenzando por nuestros familiares más cercanos, no debemos esconderla ni taparla, más bien exteriorizarla, manteniendo en todo momento el entusiasmo y el júbilo por la vida, el amor incondicional, el sentido de aventura, la curiosidad, el asombro y el respeto, como cuando éramos niños, ya que: «... quien no reciba el reino de los cielos como un niño, nunca entrará en él.» Jesús de Nazaret

Cambiemos nuestra actitud de vida, quitémosle peso a las preocupaciones, restémosle importancia a las cosas materiales y disfrutemos de nuestra existencia, agradeciéndole al creador por la vida que nos dio, por lo que somos, por lo que hacemos y por lo que tenemos. En cierto sentido sigamos siendo como niños, que no nos preocupamos por el mañana, al cabo Dios proveerá, si en el camino de la vida tenemos tropiezos o caídas, nos levantamos, sacudimos el polvo, nos reímos y seguimos nuestro sendero.

En nuestra agenda diaria debemos dejar un espacio para jugar con nuestros hijos, salir a caminar con ellos, contarles chistes, leerles cuentos, ayudarles en sus tareas, comer juntos y para quienes profesamos una religión, recemos, antes de dormir, el rosario juntos, pues al abrirnos de nuevo a esta forma

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