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La evaluación por competencias


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2013  •  2.126 Palabras (9 Páginas)  •  321 Visitas

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La evaluación por competencias

La educación por competencias es un tema que ha resurgido en todo el mundo con un brío inusitado desde finales del siglo XX y especialmente en lo que va del presente. Es común encontrar constantes referencias a conceptos tales como formación por competencias, aprendizaje por competencias, currículo basado en competencias, evaluación de competencias, entre otros. Se alude a las competencias básicas o clave (key competences) para la educación básica obligatoria y a las competencias profesionales para la educación superior. Existen distintos enfoques y clasificaciones de las competencias, según el marco teórico y cultural que se adopte.

Las reformas del sistema educativo mexicano puestas en marcha en la última década abarcan todos los niveles, desde preescolar hasta la universidad; dichas reformas tienen un elemento común que comparten todos los tramos de enseñanza: un currículo con un enfoque basado en competencias. Este proceso de transformación se ha emprendido sin encontrar serios obstáculos, verbigracia, la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) (SEP, 2008a), y otras veces, ha causado ámpulas en ciertos sectores y grupos de investigación educativa, como con la Reforma Integral de la Educación Básica (RIEB) para la primaria (SEP, 2008b).

Durante este periodo, sobre las competencias, se han organizado un sinfín de foros académicos, tanto nacionales como internacionales, a lo largo y ancho del país. El suizo Perrenoud y el colombiano Tobón encabezan el ranking de los conferenciantes foráneos más “taquilleros” en el tema, con dos enfoques de las competencias muy distinto uno del otro.

El enfoque de las competencias propuesto por Perrenoud (2010) es mucho más amplio y comprensivo y está orientado por una perspectiva socioconstructivista. Según Jonnaert, “el socioconstructivismo es, cuando más, una hipótesis epistemológica según la cual un sujeto se construye conocimientos a partir de lo que ya conoce” (2001, p. 10). Su mirada crítica acerca de las competencias nos alerta a tomar con reservas el tema, al tiempo que nos recuerda que el único sentido de ser de la escuela es preparar para la vida y que asistimos a ella para egresar menos desprotegidos al momento de enfrentar las situaciones de nuestra existencia, en contraste con la tentación del circuito cerrado que es “la escuela por y para sí misma”.

Según Perrenoud, el enfoque por competencias nos obliga (en principio) a interesarnos por la vida futura de aquellos que no llevarán a cabo estudios superiores, y a prepararlos para lo que verdaderamente les espera. Este enfoque amplía el sentido de escolaridad, y lo vincula a las prácticas sociales y a la vida; lo vuelve accesible para quienes no iniciaron, desde la escuela primaria, un largo camino hacia los estudios superiores. Desde esta lógica, este enfoque podría otorgarle mayor sentido a la profesión docente y modificar la relación pedagógica, al imprimirle un significado más cooperativo y menos conflictivo. En el desarrollo de competencias, el formador debe estar junto al estudiante, acompañándolo como un asesor y estimulándolo a reflexionar, en lugar de sólo volcarse en los conocimientos que deberán ser asimilados.

En contraposición, la perspectiva de Tobón acerca de las competencias parece mucho más estrecha y limitada (más adelante se ahonda en este punto), como si existiese un traslape entre las competencias del ámbito de la formación profesional o laborales y las competencias escolares. Se pierde de vista que los debates sobre competencias no impliquen los mismos retos, ya sea que se trate de la educación escolar o de la formación profesional. Además, su postura es ambigua respecto a la relación entre el enfoque de las competencias y el modelo pedagógico: “… el enfoque de competencias puede llevarse a cabo desde cualquiera de los modelos pedagógicos existentes, o también desde una integración de ellos” (Tobón, 2007, p. 6). Consideramos, al menos dudoso, que desde un modelo pedagógico tradicional (unidireccional y cerrado) el enfoque de competencias con base en una perspectiva socioconstructivista pueda implementarse en la escuela.

Aunque en menor proporción, también se han publicado diversos textos y materiales curriculares alusivos al tema, la mayoría de los cuales, según nuestra consideración, presentan ciertas debilidades: i) generalmente contienen una visión reduccionista e instrumental de las competencias, inspirada en una perspectiva cognitivo-conductual; ii) proceden de otros países y, por ende, aluden a contextos, situaciones y ejemplos que no siempre encajan bien en la realidad de la escuela mexicana; y iii) en el caso particular de los materiales curriculares de cuño nacional, éstos muestran una excesiva simplificación de la temática, como si los maestros fuesen incapaces de un pensamiento educativo más elaborado y profundo (al respecto, se puede consultar SEP, 2011).

Al igual que ocurre en otros países, en México estamos viviendo una efervescencia por las competencias (Moreno, 2009, 2010a); no obstante, la confusión e incertidumbre parecen ser el marchamo distintivo de estas reformas, aunque es verdad que este signo suele ser característico de todas las reformas educativas en el mundo, en nuestro caso el asunto adopta un cariz particular porque son las propias autoridades de la Secretaría de Educación Pública (SEP) las que han contribuido —quizá de modo involuntario— al galimatías en el que nos encontramos en este momento en torno a las competencias.

Como ya hemos mencionado, el enfoque de competencias promovido desde las instancias oficiales ha sido poco consistente, a partir del momento en que se pone en marcha un ambicioso proyecto de reforma sin tener un sólido programa de formación continua para maestros en servicio de acuerdo con el nuevo enfoque. También ha habido retraso en el diseño y la oportuna difusión de materiales didácticos que apoyen el trabajo de los docentes en el aula, según el cambio operado en los planes y programas de estudio de educación básica. Además, la evaluación del aprendizaje efectuada mediante pruebas nacionales (por ejemplo, Enlace) no parece medir competencias —al menos no las más complejas—, ya que existe consenso entre los especialistas en evaluación en que las pruebas escritas son un instrumento poco efectivo para este fin, por citar sólo algunas carencias y contradicciones.

Sabemos que el concepto de competencias es polisémico y complejo, que no existe una teoría unificada que sustente este enfoque y que carecemos de experiencia en la puesta en práctica de un currículo basado en competencias (Gimeno, 2008; Díaz Barriga, 2006). Si a este embrollo le añadimos la dificultad propia de la evaluación del aprendizaje, diremos, sin

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