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Literatura Infantil


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2014  •  1.896 Palabras (8 Páginas)  •  153 Visitas

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Origen

Los teatrinos que nos ocupan -porque hay diversidad- nacieron, según se registra en varias fuentes, en 1811 en Inglaterra. Sus orígenes se remontan a William West, quien imprimía retratos de colores intensos de famosas actrices y actores representando obras particulares. Luego le siguieron hojas impresas de proscenios y escenarios que, gradualmente y con un poquito de imaginación, se convirtieron en teatrinos para montar obras.

Ya para 1830 varias editoriales publicaban libros con dibujos de teatrinos, el texto de la obra, escenografía y los personajes en diferentes posiciones y con variedad de vestuarios. Estos eran comprados por un penique, se montaban en moldes de madera y eran utilizados como entretenimiento en círculos familiares. El grado de sofisticación de las impresiones fue encareciendo la diversión hasta que prácticamente fueron inalcanzables para el ciudadano común.

Sin embargo, gracias a los amantes de estas artísticas construcciones que los imprimían a mitad de precio, este arte proliferó durante más de medio siglo, hasta que cayó en desuso. El teatrino tradicional sobrevivió debido a la labor de dos editoriales menores denominadas Webb y Redington y hoy subsisten por el entusiasmo y la dedicación de personas como el inglés Benjamin Pollock, quien heredó la empresa a finales del siglo pasado, y en honor a quien se creó el museo Pollock¥s Toy Museum, en la actualidad en funcionamiento .

Colección de oro

La colección expuesta en nuestro país es privada. Consta de una veintena de teatrinos de la casa editorial alemana Schreider, famosa por sus hermosos y sorprendentes dibujos en los años del boom de estos escenarios y sus representaciones. Cada teatrino es una obra de arte en sí misma. Minuciosamente elaborados, tienen todos los detalles de un teatro: telón de fondo, bambalinas, tramoyas, bastidores, proscenio, foso y hasta telón de boca.

La exposición fue traída al país por iniciativa de la española Carmen del Valle, restauradora del Teatro Nacional. Durante 20 años, esta especialista ha dirigido los proyectos para restaurar diferentes sectores de este patrimonio arquitectónico pero nunca ha permanecido por un periodo largo, hasta el año pasado cuando se involucró y encantó con el proyecto Penetrando en el color a través de la magia del silencio, también dirigido por el Teatro Nacional.

Ayuda silenciosa

Un grupo de ocho muchachos sordos, entre los 18 y 24 años -Tomás Adams, José Orlando, Allan Orozco, Víctor Hugo Herrera, Miguel Fallas, Michael Serrano, Emilio Murillo y Juan Carlos Murillo- ha colaborado para que esta exposición la puedan disfrutar los que se quieran dejar hechizar por la magia de los teatrinos. Bajo la dirección meticulosa de Carmen, ellos han recreado, cortado, dibujado y pintado con acuarela, por ejemplo, las fachadas de los teatrinos, han ayudado a montar los escenarios y hasta reprodujeron en tamaño natural uno de su propia inspiración.

Para Carmen el trabajo ha sido altamente gratificante, ya que no solo ahora mostrarán los teatrinos en todo su esplendor sino que el taller montado alrededor de la exposición les ha permitido a estos muchachos conocer las posibilidades artísticas que poseen.

Y esta no es su primera vez. Ellos participan en el programa Penetrando en el color a través de la magia, que desde hace un año y mediante el apoyo puntual pero por periodos cortos de diferentes instituciones como el Banco Popular y de Desarrollo Comunal y la Oficina de la Primera Dama, se ha llevado adelante. Gracias a este programa, estos jóvenes han laborado como personal auxiliar en el proceso de restauración de la escalinata sur y están por comenzar la tarea con la escalinata norte.

Renacimiento

En los últimos años, el gusto por los teatrinos o "toy theatres" ha renacido y para coleccionistas y amantes de estas miniaturas es un arte que no desaparecerá, sobre todo por su vínculo con la magia, la fantasía, el ritual y el placer estético. En Costa Rica, por primera vez, los curiosos y seguidores, pero sobre todo los que tienen alma de niño, se deleitarán con tan preciadas joyas que conjuran el juego.

El teatrino, es el escenario para la "performance" de los títeres, sobre todo si son muñecos del tipo guante...caray, últimamente, como que se me está pegando la palabrita: performance.

Dicen los entendidos, que el teatrino debe ser siempre negro y adecuadamente decorado, para ayudar a la ambientación del relato o historia a escenificar. Si el teatrino fuera de color, pues quitaría protagonismo a los muñecos....yo he visto representaciones de títeres, y en más de una ocasión, se empleaba el teatrino con colores, azul, celeste, verde y no sentí que le quitara protagonismo a los actores.

Lo usual es que el espectador, se ubique en butacas o en las sillas del teatro. Si es una función en la vía pública, pues de pie, frente al teatrino...pues yo Vi una función de títeres, y me ubiqué en el interior del del teatrino, justo detrás de los titiriteros.

Se denomina teatrillo o teatrino al espacio de representación dentro de o sobre el cual los títeres realizan la representación de sus historias. Generalmente, el teatrino cumple la función de representar el ambiente escénico de la historia. Muchas veces sirve también para ocultar a los titiriteros, a fin de fortalecer la ilusión de que los títeres tienen vida propia.

En la temprana época medieval, las representaciones de teatro de títeres solían referirse a historias guerreras que ilustraban las tomas de los castillos y las epopeyas de caballeros y cruzados. En dichas representaciones, el teatrillo solía tener la forma o estar decorado como un pequeño castillo. De allí tomó, hasta nuestros días, su nombre en inglés y francés (castelet). En España se le dio el nombre de castillo ocastillejo, en recuerdo de aquellas representaciones.

Hacia el siglo XVII apareció el nombre de retablo (palabra de procedencia eclesial) para referirse a los castillos de épocas anteriores. Las gentes de la Baja Edad Media estaban acostumbradas a entender las historias sagradas de la religión mediante imágenes y pinturas que se exhibían en los retablos de las iglesias, y este modo de presentación fue copiado para que el público siguiera de la misma manera las historias que las marionetas les presentaban. De allí, el teatrino empezó a llamarse retablo. En el capítulo XXV de Don Quijote, Cervantes describe muy bien uno de estos retablos, el de Maese Pedro:

Obedeciéronle don Quijote y Sancho, y vinieron donde ya estaba el retablo puesto y descubierto,

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