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Procesos De Enseñanza/aprendizaje

paugerardo4 de Junio de 2014

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Existe una discrepancia entre lo que se propone teóricamente con lo que se genera en el quehacer educativo, es necesario ir más allá de un mero discurso filosófico que apunta hacia un cambio, sin descuidar la evolución indispensable de las acciones de los actores educativos que participan en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En cuanto al término de concepción, se puede decir que, ha sido analizado y descrito por diversos autores, Arbeláez, citando a Carmona (1999), lo define: las concepciones conforman los marcos de referencia desde los cuales actúa el ser humano, son el prisma a través del cual percibe y el contexto sobre el cual procesa la información. Son el conocimiento personal que los seres humanos poseen.

En ese sentido, comprender las concepciones, su estructura, su importancia en la vida del ser humano, en especifico del profesor, es esencial para observar el porqué de su actuar y pensar en la educación¸ es entender desde el contexto que le rodea, es reflexionar desde sus concepciones su realidad educativa.

La concepción del docente ante estos procesos de enseñanza y de aprendizaje, es a través de la cual interpreta y da sentido a su práctica educativa, a todas las actividades de enseñanza y de aprendizaje que promueve en el ámbito escolar, pero, si estas concepciones son inadecuadas y a la vez, obstaculizan dicho proceso, se genera un problema donde más que formar al alumno, nos limitamos a trabajar con él sin una visión clara o mal formada, sobre la enseñanza y el aprendizaje. Por tanto:

[…] cambiar las prácticas escolares, las formas de aprender y enseñar, requiere también cambiar las mentalidades o concepciones desde las que los agentes educativos, en especial profesores y alumnos […] Y para poder cambiar esas representaciones, es preciso primero conocerlas, saber cuales son, en qué consisten, cuál es su naturaleza representacional y cuáles sus procesos de cambio y sus relaciones con la propia práctica (Pozo et at, 2009a: 32).

En este sentido, este cambio en las prácticas escolares apunta hacia una transformación profunda, pero en la que necesariamente es preciso indagar sobre ¿cuál es la concepción que subyace en los profesores y alumnos sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje?, ¿qué tipos de concepciones favorecen o no este proceso?, ¿cómo fueron formadas esas con concepciones? Esto con el afán de contribuir a que el los docentes y alumnos cuenten con la información y el conocimiento idóneo para favorecer este proceso educativo.

En definitiva, es un gran reto tanto para docentes, alumnos y autoridades educativas, desarrollar un cambio en nuestras concepciones ante la nueva cultura del aprendizaje del siglo XXI supone, por tanto, un nuevo reto para nuestras creencias más profundas sobre el aprendizaje, heredadas de esta tradición cultural […] podríamos caracterizar esta nueva cultura del aprendizaje por tres esenciales: estamos ante la sociedad de la información, del conocimiento múltiple e incierto y del aprendizaje continuo (Pozo et at, 2009a: 48).

Esto supone modificar nuestras creencias e ideas (generalmente no fundamentadas sino transmitidas) con el propósito de tener bases que fundamenten el quehacer educativo en completa coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

Por otra parte, la escuela ya no funge como la fuente principal de información para los alumnos, actualmente la reciben por diversos vías y en gran cantidad de medios, por el contrario, la escuela será la encargada de organizar y mediar esa información, formando alumnos críticos y reflexivos, capaces de construir su propio conocimiento y armados con estrategias que les permitan atender las diversas demandas de aprendizaje que el mundo cambiante les presente.

Por lo anterior, es preciso cambiar las mentalidades de profesores y alumnos sobre el aprendizaje y las formas de promoverlo, en suma de enseñar, requiere conocer los cambios que se están produciendo en la cultura del aprendizaje (Pozo et at, 2009a: 35), ya que es necesario en los actores principales en este proceso educativo, se forje un cambio desde la concepción hasta las prácticas que se presentan para favorecer dicho proceso, teniendo presente los cambios que desde la cultura se muestran con el afán de contribuir y sumar importancia a que cuenten con la información y el conocimiento idóneo para favorecer y dar sentido a este proceso.

En este afán de responder de la mejor forma ante los cambios sociales, el sistema educativo debe generar cambios efectivos en la forma de concebir y de actuar ante el aprendizaje, ya que:

[…] donde hay cambios continuos también debe haber aprendizaje continuo: de este modo, esta sociedad emergente que no cesa de aprender nos insta a ser los abanderados activos y consientes de estos cambios como sujetos del proceso (y no como objetos en un proceso que está fuera y más allá de nuestra inteligencia y que escapa a nuestro control) (Teare, Davies y Sandelands, 2002: 42).

El aprendizaje continuo es eminentemente preciso para afrontar los cambios continuos a los que los individuos se enfrentan a diario, por lo que se puede limitar esta necesidad de aprendizaje y se debe ser consiente de que somos protagonistas de este fenómeno de transformación, y del cual podemos formar parte y ser participes de las modificaciones necesarias para el desarrollo continuo y favorable a nuestras demandas.

En este mismo sentido, se puede decir, que la sociedad evoluciona rápidamente, genera en los sistemas educativos nuevos retos para formar profesionales cada vez más preparados […] nuevas tareas y nuevas formas de funcionar exigen nuevas habilidades por parte de los profesores y de los estudiantes; ya que no basta con ser un experto en una determinada materia. Los estudiantes deben poseer múltiples habilidades a la vez que una serie de características y competencias fundamentales (Teare, Davies y Sandelands, 2002: 99). No solo se requiere que cuenten con la información necesaria, sino además, cuenten con las competencias necesarias que les permitan la flexibilidad para adaptarse y enfrentar diversas situaciones.

Esto lleva a lo que Flores (1999), señala que no es cuestión de evaluar lo que hacen los alumnos, sino lo que la escuela hace con ellos, es decir, ir más allá de la formación del educando, siendo necesario revisar lo que el docente hace, lo que requiere cambiar en su forma de enseñar y el tipo de competencias con las que cuenta para contribuir a esta labor.

Ante lo anterior expuesto, es importante señalar que la nueva cultura del aprendizaje requiere, por tanto, un nuevo perfil de alumno y de profesor, nuevas funciones discentes y docentes, que sólo serán posibles desde un cambio de mentalidad, un cambio en las concepciones profundamente arraigadas de unos y otros, sobre el aprendizaje y la enseñanza para afrontar esta nueva cultura del aprendizaje (Pozo et at, 2009a: 50).

Es indispensable modificar paradigmas en relación al aprendizaje y la enseñanza. El estar abiertos al aprendizaje y la forma de enseñar posibilita transformar la cultura del individuo. Las nuevas generaciones basadas en un aprendizaje desde la diversidad, crea certidumbre, y el aprendizaje lineal o tradicional genera caos. El reto actual de los alumnos y docentes es formar una verdadera comunidad de conocimiento donde se favorezca el aprendizaje, ya que es responsabilidad de todos, en otro sentido, las formas de aprender o enseñar pueden ser modificadas siempre y cuando genere un cambio epistemológico favorable tanto para el alumno como para el docente.

Se ha mencionado hasta este momento, sobre los cambios que la sociedad vive constantemente, sobre las demandas de individuos mayormente preparados y sobre los cambios que son imprescindibles en las concepciones de profesores y alumnos para hacer de la enseñanza y el aprendizaje procesos más eficaces y favorables a dichas necesidades del individuo, por lo que es momento de puntualizar, que el aprendizaje continuo, más que verse como un mero discurso, es necesario considerarlo como una forma de vida:

El aprendizaje continuo es el desarrollo del potencial humano mediante un proceso de apoyo permanente que estimula y capacita a las personas para que adquieran todos los conocimientos, las destrezas, los valores y la comprensión que necesitaran a lo largo de su vida, y para que las apliquen con seguridad, creatividad y disfrute en todas las funciones, circunstancias y entornos (Longworth, 2003: 16).

A lo largo de la vida se dará el aprendizaje para el desarrollo del ser humano contando con los elementos que le permita enfrentar los retos que su contexto le plantea, estos elementos son los que subyacen de las competencias, a lo que Tobón, Pimienta y García (2010), señalan: las competencias son actuaciones integrales ante actividades y problemas del contexto, con idoneidad y compromiso ético, integrando el saber ser, el saber hacer y el saber conocer en una perspectiva de mejora continua.

En el enfoque socioformativo se plantea a las competencias como un trabajo o desempeño necesario para enfrentar los problemas que se presentan en el contexto, con idoneidad y compromiso, es decir, que sea el más oportuno, bien hecho y ético en compromiso con los demás, integrando las habilidades, los conocimientos y las actitudes y valores con el fin de ser mejor.

Por otra parte, aún es común observar que las prácticas educativas caen en métodos tradicionalistas como la memorización, evaluaciones estandarizadas y la participación destacada sólo de aquellos alumnos con promedios altos en calificación, dejando de lado aquel alumno con alguna dificultad o característica diferente al resto de los compañeros y que siempre es señalado (estereotipado).

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