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Responsabilidad Social


Enviado por   •  5 de Junio de 2012  •  2.116 Palabras (9 Páginas)  •  282 Visitas

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La sociedad de mercado

¿En qué consiste esa sociedad de mercado cuya transformación y crisis vamos a intentar comprender?

Desde luego no puede definirse así cualquier sociedad en cuyo seno se forman cambios: entre los dominios feudales, existían lentos y restringidos cambios; tampoco puede definirse así cualquier sociedad en donde existan mercaderes: el cambio mercantil de las sociedades arcaicas no era independiente de las relaciones religiosas y sociales a la sazón predominantes. La sociedad de mercado, según Marx, en su cita y comentario a Adam Smith,(1) es aquella en que, previa la división del trabajo, todo hombre subsiste por medio de cambios y se convierte así en una especie de comerciante. La “sociedad”, entonces, es propiamente una “sociedad de mercado”; su fecha de aparición no puede establecerse con rigor, puesto que esta sociedad progresa con la división del trabajo y al mismo tiempo se producen transformaciones en ella. La consideraremos especialmente en la forma en que se presenta en los grandes países occidentales después de la aparición del capitalismo industrial, es decir, acompañada del movimiento que dota a los centros industriales de redes comerciales y financieras. Como sea que el capitalismo comercial y financiero ha precedido al capitalismo industrial, la sociedad que escogemos es, pues, la sociedad de mercado una vez industrializada. El mercado y el cambio mercantiles dan nuevos moldes al cuerpo social entero, por oposición al cambio más general de servicios que se encuentra en todo grupo organizado; nuevos moldes que cualifican las coacciones públicas, las privadas y los dones (los dones: es decir, por el momento, los actos aparentemente gratuitos). Y lo hacen por movimientos reales que no se pueden separar de una reconstrucción ideológica.

Según Hegel, el Estado, en rigor, no ofrece contraste con la sociedad civil (bürgerliche Gesellschaft); antes bien, la constituye en Estado concreto. En opinión de Adam Smith, el Gobierno y el Comercio concurren a la riqueza y a la opulencia de las naciones. Pero la sociedad en que cada cual es comerciante y en donde la actividad económica por excelencia es el cambio mercantil, va a imprimir su huella, al compás de su éxito, sobre el Estado en el curso del siglo XIX. De este modo el órgano que ejerce el poder recibe una legitimación, una norma de conducta y un método, cualesquiera que sean sus comportamientos reales.

Como ha observado Max Weber, su legitimación deja de ser tradicional o carismática, para convertirse en utilitaria. Y debe admitir que sus servicios sean discutidos y juzgados de acuerdo con los criterios del mercado.

Sus cuentas deben aparecer equilibradas, y debe obrar como una persona decente, es decir, como un honrado comerciante. Al final de este proceso surgen afirmaciones bastante necias, pero populares y consolidadas: lo que es bueno para una empresa, lo es para el Estado y recíprocamente; el impuesto es un precio, y la política se confunde con una administración de rango superior.

El método característico del Estado, como primer ad ministrador de las sociedades mercantiles, es la componenda y el compromiso: sería del todo inoportuno y a corto plazo imposible, crearse enemigos mortales entre los clientes, en el sentido político o comercial de la palabra. A través del Estado administrador, los poderes de la sociedad de mercado discuten sus negocios, bajo un pie de desigualdad aceptada, que se pretende justificar por el resultado, es decir, por el común enriquecimiento.

Pero cualquiera que sea la situación de hecho, las coacciones privadas no pueden tomarse por lo trágico; la coacción ejercida por el monopolio de la fuerza no puede ponerse seriamente en tela de juicio. Una oportuna transmutación de las realidades en la ideología lo prohíbe. Se supone que cada sujeto activo que entra en el intercambio, igual en derechos a cualquier otro, cuenta con iguales oportunidades en el punto de partida; en el curso de sus actividades se mueve por el interés personal, cuya traducción inmediata y tangible es la ganancia monetaria. El mercado suprime los adversarios y une a todos los sujetos activos contra los obstáculos naturales. El residuo de las doctrinas metafísicas mantiene durante mucho tiempo la ideología de la sociedad espontáneamente armónica, por decreto providencial, o porque todo hombre posee la razón que le permite comprender las leyes de la naturaleza. Cuando estas dos filosofías son vivamente atacadas, subsiste todavía la idea de que el arbitraje por medio del precio neutro, inintencional e imparcial, hace compatibles y concurrentes los objetivos y las conductas de los individuos y de los grupos. Como que las coacciones privadas e intencionales son así minimizadas, y las ejercidas por los obstáculos naturales se suponen contrarrestadas y reducidas en condiciones óptimas — lo mejor posible — por el mercado, la coacción legitimada y pública ejercida por el Estado se mantiene dentro de límites bien definidos. Su misión es proteger la institución que es el mercado, sumariamente definido como una red de cambios libres entre centros autónomos. Cualquier ensayo de institucionalizar coactivamente el mercado, es decir, de corregir por medio de instituciones especiales, con objetivos particulares, las cantidades, los precios y sus recíprocos ajustes, repercutiría en perjuicio general. La creencia común es que el mercado funciona sin deformarse. Nadie es dueño de él: ni los individuos, ya que cada uno de ellos sufre la presión y la ley general; ni el Estado, puesto que está sometido a la ley del mercado y se ve obligado a respetar por la presión que sobre él ejercen todos los beneficiarios. Tendencialmente la cohesión de la sociedad de mercado niega todo poder: es un resultado de cambios equivalentes.

Claro está que estos cambios excluyen, en principio, cualquier forma de gratuidad. R. F. Harrod, además de la economía de la escasez, caracteriza adecuadamente el propio principio de la sociedad de mercado con estas palabras: “La ley más importante de la economía (the most important Law), consiste en que nada puede ser obtenido gratuitamente (Nothing for nothing)”. El sujeto activo sólo puede adquirir algún bien vendible contra cesión de otro bien vendible. La exclusión de la gratuidad en el seno de una organización social ofrece ciertas dificultades graves. Estas dificultades son soslayadas por medio de representaciones y razones apropiadas.

En primer lugar, las sociedades occidentales engendran por secreción la creencia de que, por su naturaleza, algunos valores se resisten a ser expresados por medio de un precio y escapan al molde del intercambio. Así ocurre con lo Vital o lo Sagrado.

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