Sustentacion
sustentacion21 de Enero de 2013
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PAULO COELHO
EL DEMONIO
Y LA SEÑORITA PRYM
OH Maria, sin pecado concebida,
Rogad por nosotros, que a Vos recurrimos. Amen
Cierto personaje le preguntó: “Buen
Maestro, ¿Qué debo hacer para heredar
la vida eterna?” Y Jesús le respondió:
¿Por qué me llamas bueno? Únicamente
dios es bueno.”
Lucas, 18,18-19
Nota del Autor
La primera historia sobre la división nace en la antigua Persia: El Dios del tiempo, después de haber creado el tiempo, después de haber creado el universo, se da cuenta de la armonía que tiene a su alrededor, pero siente que le falta algo muy importante: Una compañía con la cual disfrutar de toda aquella belleza.
Durante mil años, reza para conseguir un hijo. La historia no cuenta quién se lo pide, ya que él es todo poderoso, señor único y supremo; a pesar de todo, reza y, al final, la deidad queda encinta.
Cuando comprende que ha conseguido lo que quería, el Dios del tiempo se arrepiente, consciente de que el equilibrio de las cosas es muy frágil. Pero ya es demasiado tarde: el hijo ya está en camino. Lo único que consigue con su llanto es que la criatura que lleva en su vientre se divida en dos.
Cuenta la leyenda que de la oración del Dios del tiempo nace el Bien (Ormuz), y de su arrepentimiento nace el Mal (Ahriman) dos hermanos gemelos.
Preocupado, hace lo posible para que Ormuz salga primero de su vientre, controlando a su hermano, Ahriman, y evitando que cause problemas en el universo. Pero el Mal, inteligente y espabilado da un empujón a Ormuz en el momento del parto y es el primero en ver la luz de la estrellas.
El Dios del tiempo, desolado, decide crear aliados para Ormuz y entonces crea la raza humana, que luchará con él para dominar a Ahriman y evitar que se apodere del mundo.
En la leyenda persa, la raza humana nace como aliada del Bien y, según la tradición, al final vencerá. Siglos después, surge una versión opuesta, en la que el hombre es el instrumento del Mal.
Creo que todos ustedes ya saben de qué les estoy hablando: un hombre y una mujer están en el jardín del paraíso, gozando de todas las delicias inimaginables. Solo se les ha prohibido una cosa: La pareja no puede conocer el significado de Bien y Mal. Dice el señor Todo poderoso: “No comerás del árbol del Bien y del Mal” (Génesis, 2, 17).
Pero un buen día aparece la serpiente, que afirma que este conocimiento es mas importante que el mismo Paraíso, y que ellos deben poseerlo. La mujer se niega a ello, diciendo que Dios los ha amenazado de muerte, pero la serpiente afirma que no les pasará nada, sino al contrario: el día en que sepan lo que es el Bien y el Mal, serán iguales a Dios.
Eva, convencida, come fruta prohibida y da una parte de ella a Adán. A partir de entonces, el equilibrio original del paraíso queda destruido, y ambos son expulsados y maldecidos. Pero Dios pronuncia una frase enigmática que da toda la razón a la serpiente: “Hete aquí que el hombre se ha convertido en uno de nosotros, conocedores del Bien y del Mal”.
En este caso (al igual que en el del Dios del tiempo, que reza pidiendo algo aunque sea el señor absoluto), la Biblia no explica con quién está hablando el Dios único, y –si él es único- ¿Por qué dice “en uno de nosotros”?
Sea como fuere, desde su orígenes, la raza humana está condenada a lidiar con la eterna División entre dos polos opuestos. Y así estamos nosotros, con las mismas dudas que nuestros antepasados; este libro tiene como objetivo abordar este tema utilizando, en algunos momentos de su trama, leyendas sobre este asunto, que han sido sembradas por los cuatro cantos del mundo.
Con El Demonio y la señorita Prym concluyo la trilogía Y al séptimo día... de la cual forman parte A orillas del río Piedra me senté y lloré (1994) y Veronika decide morir (1998). Los tres libros hablan de una semana en la vida de unas personas normales que, repentinamente, se ven enfrentadas al amor, a la muerte y al poder. Siempre he creído que las transformaciones mas profundas, tanto en el ser humana como el la sociedad, tiene lugar en periodos de tiempo muy reducidos. Cuando menos lo esperamos, la vida nos pone delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio; en ese momento, no sirve de nada fingir que no pasa nada, ni disculparnos diciendo que aún no estamos preparados.
El desafío nos espera. La vida no mira hacia atrás. En una semana hay tiempo mas que suficiente para decidir si aceptamos o no nuestro destino.
Buenos Aires, agosto de 2000.
Hacía casi quince años que la vieja Berta se
sentaba todos los días delante de su puerta. Los
habitantes de Viscos sabían que los ancianos
suelen comportarse así: sueñan con el pasado y la
juventud, contemplan un mundo del que ya no forman
parte, buscan temas de conversación para hablar
con los vecinos...
Pero Berta tenía un motivo para estar allí.
Y su espera terminó aquella mañana, cuando vio al
forastero subir por la escarpada cuesta y
dirigirse lentamente en dirección al único hotel
de la aldea. No era tal como se lo había imaginado
tantas veces; sus ropas estaban gastadas por el
uso, tenía el cabello más largo de lo normal e iba
sin afeitar.
Pero llegaba con su acompañante: el Demonio.
"Mi marido tiene razón -se dijo a sí misma-.
Si yo no estuviera aquí, nadie se habría dado
cuenta."
Era pésima para calcular edades, por eso estimó
que tendría entre cuarenta y cincuenta años. "Un
joven", pensó, utilizando ese baremo que sólo
entienden los viejos. Se preguntó en silencio por
cuánto tiempo se quedaría pero no llegó a ninguna
conclusión; quizás poco tiempo, ya que sólo
llevaba una pequeña mochila. Lo más probable era
que sólo se quedase una noche, antes de seguir
adelante, hacia un destino que ella no conocía ni
le interesaba.
A pesar de ello, habían valido la pena todos
los años que pasó sentada a la puerta de su casa
esperando su llegada, porque le habían enseñado a
contemplar la belleza de las montañas (nunca antes
se había fijado en ello, por el simple hecho de
que había nacido allí, y estaba acostumbrada al
paisaje).
El hombre entró en el hotel, tal como era de
esperar. Berta consideró la posibilidad de hablar
con el cura acerca de aquella presencia indeseable,
pero seguro que el sacerdote no le haría caso y
pensaría que eran manías de viejos.
Bien, ahora sólo faltaba esperar los
acontecimientos. Un demonio no necesita tiempo
para causar estragos, igual que las tempestades,
los huracanes y las avalanchas que, en pocas
horas, consiguen destruir árboles que fueron
plantados doscientos años antes. De repente, se
dio cuenta de que el simple conocimiento de que el
Mal acababa de entrar en Viscos no cambiaba en
nada la situación; los demonios llegan y se van
siempre, sin que, necesariamente, nada se vea
afectado por su presencia. Caminan por el mundo
constantemente, unas veces sólo para saber lo que
está pasando, otras veces para poner a prueba
alguna alma, pero son inconstantes y cambian de
objetivo sin ninguna lógica, sólo los guía el
placer de librar una batalla que valga la pena.
Berta estaba convencida de que en Viscos no había
nada de interesante ni especial que pudiera
atraer la atención de nadie por más de un día,
y mucho menos de un personaje tan importante y
ocupado como un mensajero de las tinieblas.
Intentó concentrarse en otra cosa, pero
no podía quitarse de la cabeza la imagen del
forastero. El cielo, antes soleado, empezó a
cubrirse de nubes.
"Eso es normal en esta época del año -pensó-.
No tiene ninguna relación con la llegada del
forastero, es pura coincidencia."
Entonces oyó el lejano estrépito de un
trueno, seguido de otros tres. Por una parte, eso
significaba que pronto llovería; por otra, si
decidía creer en las antiguas tradiciones del
pueblo, podía interpretar aquel sonido como la voz
de un Dios airado que se quejaba de que los
hombres se habían vuelto indiferentes a Su
presencia.
"Tal vez debería hacer algo. Al fin y al
cabo, acaba de llegar lo que yo estaba esperando."
Pasó unos minutos prestando atención a todo
lo que sucedía a su alrededor; las nubes
...