El Juego Infantil Como Estrategia Didactica
ESTEFYRA2 de Octubre de 2011
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Juego y escolarización: ¿dos conceptos incompatibles?
El juego, los juegos asumidos por los alumnos y la posibilidad de jugar, son indicadores de su evolución, su desarrollo, sus necesidades e intereses. En muchos casos, también presentan, en correlato con el desarrollo del lenguaje, la posibilidad de plasmar en papel por medio del dibujo o la escritura sus representaciones mentales o capacidad ideográfica y en otros casos, ponen en evidencia y se sostienen en el desarrollo motor.
Cuando el docente desconoce, omite o no significa adecuadamente el valor del juego y las opciones de trabajo ulterior que la instancia lúdica puede propiciar, quedan desvanecidos muchos aspectos de la evolución infantil, o por lo menos no se registran. La escolarización en algunos casos no acompaña la evolución natural de los alumnos, se pierde la posibilidad lúdica a medida que se transita por los años o grados superiores y esto trae como consecuencia el desinterés de los alumnos.
¿Cómo resignificar el valor del juego?
Uno de los caminos posibles para empezar a diseñar respuestas apropiadas es el análisis del recorrido del juego en el niño y su expresión inicial a partir del vínculo materno. Conviene para ello la referencia que Winnicott hace sobre esto, en ideas de Bowlby. Dice: “A Bowlby (1958) le interesó particularmente hacer tomar conciencia al público de la necesidad que tiene todo niño pequeño de un cierto grado de confianza y continuidad en las relaciones externas”1. Este vínculo es fundante para la constitución de la subjetividad y para las relaciones sociales ulteriores.
A partir del reconocimiento de que esta confianza básica se genera y construye en y desde el vínculo materno, y que es posibilitadora a su vez de autonomía en situaciones ulteriores, es conveniente conceptualizar planteos sobre la función materna, de sostén, interlocutor válido, decodificadora, presentadora de la realidad...
Para posibilitar el desarrollo y la equilibración de las estructuras cognitivas, el desempeño psicomotor y el desarrollo socio-afectivo, también es clave la función docente. Al decir de Di Pego: “La ayuda contingente sólo puede brindarse cuando el docente es capaz de detectar, por la evaluación permanente, las necesidades de los alumnos”2.
El planteo es generar reflexiones sobre qué puede hacer la escuela para constituirse en un objeto posibilitador del desarrollo infantil, básico para el incremento de las potencialidades, tomando al juego como instrumento de cambio de las prácticas pedagógicas.
¿Qué se pone en juego al jugar?
- Pone en acción las fantasías.
- Genera socialización.
- Procesa situaciones conflictivas.
- Acepta reglas.
- Trasluce problemáticas propias de la evolución infantil.
- Pone en escena necesidades, intereses, posibilidades y carencias.
El jugar y la disponibilidad para jugar, tiene su propia construcción histórica, por tanto, analizando un recorrido de la evolución infantil, se pueden determinar algunos indicadores que colaboran para que desde la escuela los docentes comprendamos un poco más acerca de por qué un niño asume determinadas funciones lúdicas, o qué lo atrapa y le impide poder jugar.
La posibilidad del niño de “ponerse en juego” al jugar tendrá que ver con sus necesidades, intereses, deseos, disposiciones internas que lo constituyen como tal, sus experiencias anteriores, hasta las más primarias y primigenias, las propias del fundante vínculo materno. Dice Winnicott sobre la función materna: “A partir de estas consideraciones es posible agrupar en tres categorías la función de una madre suficientemente buena en las primeras etapas de la vida de su hijo:
1) Sostenimiento (Holding).
2) Manipulación.
3) Mostración de objetos”3.
Paulatinamente, gracias a las disposiciones internas y al sostenimiento e influencia favorecedora del contexto, el proceso de separación e individuación va dando lugar a nuevas construcciones lúdicas, el niño puede conquistar un espacio más allá de su propio cuerpo y prescindir del otro, surge así la escena del objeto precursor, el fort-da. “Justamente en el juego de presencias y ausencias que es el fort-da, el niño podrá ya jugar sin la presencia efectiva del otro”4.
La bipedestación, el control de sus percepciones y movimientos contribuyen al enriquecimiento de las posibilidades de jugar y también a la asunción de diferentes juegos. Es nuevamente Levín en La infancia en escena, quien agrega: “Cuando ya puede caminar sin estar tan preocupado por su eje corporal y su equilibrio, es común que el niño juegue arrastrando por todo el escenario lúdico un juguete atado a un hilo”.
Desde estos primeros juegos notablemente apoyados en construcciones dadas desde el desempeño motor es que el cuerpo se pone en juego al jugar. Las construcciones lúdicas posteriores no desechan estos primeros esquemas sino que se construyen gracias a ellos, con más potencialidades y variando las necesidades y los intereses.
Seguramente uno de los referentes epistemológicos más valiosos para la interpretación de las conductas lúdicas es el psicoanálisis, sin por ello descartar el aporte de la psicopedagogía, que puede instrumentar al docente sobre las múltiples relaciones existentes entre juego y aprendizaje.
Desde la lectura de Di Pego se puede establecer una analogía entre la función materna y la función docente en tanto sostenimiento, mostración y mediación con la realidad, es por ello que aunque resulte redundante traigo nuevamente nociones de la primera infancia, para que se comprenda claramente la importancia de un registro anecdótico claro de los alumnos, para comprender su historia y desde allí colaborar con la construcción de su porvenir, y al mismo tiempo para aguzar la mirada y la posibilidad interpretativa de los elementos que se ponen en juego al jugar.
“Caricias, paciencia, arrullos, palabras, sonrisas son bienes que atesoran el futuro psíquico del niño pequeño; ofrendas de amor que generan en la cría deseos y confianza en la vida, más allá de la relación biológica que los relacione con la persona que se los otorga”5.
Juego y educación formal
Aparece como interesante reconocer qué sucede con el juego desde los inicios de la presencia del niño en el sistema educativo formal.
Ya desde el jardín maternal el juego aparece como un elemento clave para el aprendizaje. El rol docente cobra significación para la colaboración con el desarrollo infantil. “El arte del docente consiste en guardar, mostrar, despertar interés, diferenciar objetos que puedan utilizar los niños por sí solos de aquellos que son especiales y tienen que ser más cuidados por los adultos”6.
Existe un hilo conductor desde el jardín maternal hacia los posteriores niveles del sistema educativo, desde la estructura de los contenidos seleccionados para ser comunicados, que seguramente, sólo con un apropiado proyecto institucional de calidad (entendida esta posibilidad como la propuesta que genera la institución educativa para dar respuesta a las necesidades de la comunidad a la que ella atiende), y desde proyectos, planificaciones y prácticas pedagógicas adecuadas, podría estructurarse un soporte institucional lo suficientemente valioso como para generar, desarrollar y/o incrementar la capacidad de jugar en los niños como así también la optimización de la riqueza de sus juegos.
La escuela está llamada para cumplir con un mandato social y para ello son muchas las acciones que puede asumir, como son múltiples también las acciones que puede realizar el niño para apropiarse del mundo que se le es presentado en la escuela. Los modos en que estas combinaciones se produzcan, en algunos casos serán determinantes, en otros, por lo menos influyentes del modo en que el niño transite su biografía escolar y logre tramitar exitosamente las dificultades, los obstáculos epistemológicos que se le presenten sin que esto devenga en fracaso escolar. Para ello, “Perrenaud plantea la hipótesis de que las diferencias entre los alumnos, por sí solas, no explican nada, no se transforman en desigualdades de éxito escolar sino a través del peculiar funcionamiento del sistema de enseñanza”7.
Decía anteriormente que una mirada articuladora entre juego y aprendizaje brinda al docente elementos importantes para conocer y contextualizar a sus alumnos. Conceptuar al Nivel Inicial y reconocerlo justamente como espacio que inicia al niño en la estructura del sistema educativo formal, reconocer sus objetivos y su modalidad de trabajo, resignifica también el valor del juego. “Definimos al nivel inicial como un espacio institucionalizado de enseñanza y aprendizaje donde socialización y juego se conjugan con la apropiación de contenidos educativos por parte del niño... Podemos hablar del juego como uno de los procesos vitales esenciales de la especie humana. En el juego se expresan todas las necesidades, deseos, logros e intereses del individuo. En el juego, el individuo se expresa como una unidad, como una totalidad”8.
Desde los diferentes referentes etimológicos podemos entender a la educación como un desarrollo personal, como la evolución de potencialidades, y como el efecto o resultado de una influencia externa que colabora para la construcción cognitiva, socio-afectiva y motriz del alumno. Al decir de Baquero: “Habría algo de incompletud y apertura al cambio, al moldeamiento, un rasgo de plasticidad, al fin, en el despliegue de la misma naturaleza humana que consiste precisamente en esta suerte de necesaria acción educativa para lograr su efectivo despliegue”9.
Lejos
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