Estudios Políticos y Resolución de Conflictos

Andrés Caicedo Montes

Estudios Políticos y Resolución de Conflictos        

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Reflexión acerca del texto: “Dios como sicario: la muerte violenta y el desorden Teológico en Colombia”

Este texto fue escrito por el autor Germán Molina Garrido quién es Magister en Antropología por la Universidad de los Andes; Director de investigación y desarrollo de PuraVida Fundación y miembro del grupo de investigación “Medicina Alternativa, Antropología y Bienestar general” Este texto es fragmento de su tesis para maestría.

El autor desarrolla 2 tesis en este texto, la primera es que existe una naturalización de la muerte en Colombia y la segunda es que se da un uso ambivalente al concepto de lo que es Dios en el país. Estas son experiencias que el autor ha vivido, que dan a conocer las grietas de que una muestra de solidificación de los imaginarios. Una experiencia colectiva de recolección de un cadáver. Estas grietas muestran una normalización de la muerte, llamadas “desorden teológico”

En Colombia existe una naturalización de la muerte y la violencia, es algo muy común del día a día. De esto tan natural surgen una ambivalente visión de Dios, como aquel que observa y provee todo lo necesario al ser humano, todo retratado con frases como “Dios proveerá” “Mi Dios le pague” y como aquel que tiene la capacidad de asesinar a orden de los humanos “¿Dios por qué no me mataste a mí?” A esto se le denomina un desorden teológico.

Ésta es un tipo de etnografía surrealista circunscrita a un tipo de Antropología sensorial, dedicada a estudiar este tipo de valores llamados clasificatorios (Representaciones, sensaciones, conceptos, juicios, moral) Este estudio de sistemas clasificatorios subyacen a las sensaciones producidas y vividas a través de la interpretación de la relación existente entre cuerpos, entornos y experiencias vividas dentro del contexto de una muerte violenta en el sur de Bogotá. Ésta etnografía es jurídico-política y surrealista porque se interpreta la estatalidad materializada en funcionarios de las instituciones como el DAS, el CTI y la DIJIN.

El autor comienza su disertación describiendo una escena del crimen en un bar al sur de Bogotá llamado “Mi rincón francés” el que caracteriza como de pocas luces verdes, con mesas de plástico y sillas amarillas donde un hombre llamado Esaú fue abaleado hasta morir, retrata el llanto de su madre, unas hermanas que lo acompañaban y su hijo. Cómo estos en un coro lo zarandean, lo lamentan, lo lloran. Luego la policía con un cordón amarillo lo separa de los demás para cuidar la escena y que nadie se vaya a entrometer. Por medio de una cuadrilla topográfica se determina que región de la cabeza le dispararon y hay otros gráficos que muestran las diferentes posiciones en las que queda un occiso para determinar cuál fue su última acción antes de morir.

Seguido el autor habla de una oficial de la fiscalía a la que nombra como la jefe y como la bruja, esta llega en un automóvil llamado “La hormiga” es blanco y es el vehículo oficial de la fiscalía. Llega junto a su sequito (2 funcionarios más) y el escritor del artículo. Luego retrata como ocurre un dialogo místico entre los funcionarios que se acercan a ver el occiso mientras “la bruja” se pone sus guantes de latex para proceder a revisarlo y caracterizar como fue su asesinato, mientras en ese mismo dialogo místico el occiso en su posición sentado como recostado en su costado derecho y con un ojo entre abierto parece decirles que por favor lo ayuden. La jefa le da a entender al antropólogo que es una bruja porque puede percibir que el fallecido tuvo muchas cargas y deudas en vida, no estaba tranquilo porque el cadáver estaba muy pesado y lo percibía preocupado.

Esta muerte habla de un realismo estadístico materializado en ese fallecido pues con este completaban 80 muertes violentas en la ciudad de Bogotá en ese mes. En este hecho se produce un intercambio sensorial pues por el lado de sus familiares existe una mezcla de llanto, zarandeo, y llamados con impotencia “Esauuu, hijo”; “¿Esauuu por qué me lo mataron?” describe la necro terapia como terapia para un muerto cargado de mucho misticismo, que es la que hace la jefa al acariciarlo buscando rastros de cómo fue su muerte, mientras su madre y hermanas gritaban su nombre afirmando que lo amaban al acariciarlo. La fotógrafa mientras hacía su trabajo exclamaba “Que Dios perdone sus pecados” pues su lente podía percibir que en vida tenía deudas y que el asesinato no fue un hecho aislado.

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