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La Vida Cotidiana


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2013  •  1.950 Palabras (8 Páginas)  •  243 Visitas

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Juan Linz, “Hacia una democracia moderna. La opción parlamentaria”

Democracia: presidencialismo o parlamentarismo ¿hace alguna diferencia? [1]

El autor dice que hace falta un estudio más sistemático de las implicancias para el proceso político de diferentes instituciones.

El descuido de un estudio de las diferencias entre regímenes parlamentarios, presidenciales y semipresidenciales se debe al hecho de que la mayoría de las democracias estables de Europa y la Commonwealth han sido regímenes parlamentarios, mientras que la mayoría de los países presidencialistas han sido democracias inestables o autoritarismos, y por eso no son incluidos en los estudios comparativos sobre la democracia.

Parlamentarismo y presidencialismo

En los sistemas parlamentarios, la única institución legitimada democrática es el Parlamento, y el gobierno deriva su autoridad de la confianza de éste, sólo por el tiempo que el Legislativo esté dispuesto a apoyarlo entre elecciones y, excepcionalmente, mientras el Parlamento no esté en condiciones de producir un gobierno alternativo.

En los sistemas que tienen un Presidente y un primer ministro, solamente pueden surgir conflictos entre los primeros ministros parlamentarios y los presidentes cuando un gobierno parlamentario se combina con una elección directa del Presidente por voto popular o cuando el Presidente tiene considerables poderes de reserva.

Los sistemas presidenciales se basan en el principio opuesto. El pueblo elige directamente a un Ejecutivo al que la Constitución otorga poderes considerables, generalmente con un control total de la composición de su Gabinete y de la administración, por un período de tiempo determinado, y que no depende de un voto formal de confianza de los parlamentarios elegidos democráticamente. Él es no sólo el jefe del Poder Ejecutivo, sino también la cabeza simbólica del Estado, y no puede ser depuesto, excepto en el caso excepcional de “impeachment” (juicio político) entre elecciones.

Las características de este sistema (el presidencial) son dos:

1- El Presidente reclama total legitimidad democrática. Un sistema presidencial otorga al triunfador las condiciones de jefe de Estado (que representa a la nación) y a los poderes del Ejecutivo, una imagen que crea expectativas populares distintas a las de un primer ministro, cualquiera que sea la popularidad que disfruta con el mismo número de votos.

Los legisladores también disfrutan de una legitimidad democrática. Bajo tales circunstancias, ¿quién está, sobre la base de principios democráticos, mejor legitimado para hablar en nombre del pueblo: el Presidente o la mayoría del Congreso que se opone a su política? No hay ningún principio democrático que pueda resolver esto. En consecuencia, no es un azar que los militares hayan intervenido en el pasado como “poder moderador”.

2- Los presidentes se eligen por un período de tiempo que, bajo circunstancias normales no puede ser modificado ni acortado y, debido a veces a disposiciones que impiden la reelección, no puede prolongarse. El proceso político, por lo tanto, se quiebra en dos períodos rígidamente discontinuos. La duración del mandato presidencial se convierte en un factor político esencial. Linz habla de la sucesión. Dice: “el presidencialismo conduce a la personalización del poder, pero la sucesión entre elecciones puede llevar a la presidencia a alguien a quien ni los votantes ni los líderes de partidos ni la elite política en circunstancias normales habrían colocado en ese cargo”. Cita el ejemplo de cuando muere Perón y es remplazado por Isabelita.

Esa contradicción fundamental entre el anhelo de un Ejecutivo fuerte y estable, combinado con la sospecha latente contra ese mismo poder, afecta la toma de decisiones políticas, el estilo de liderazgo, las prácticas políticas y las retóricas tanto de presidentes como de sus opositores en sistemas presidenciales.

Si tuviéramos que resumir la diferencia básica entre el sistema presidencial y el parlamentario podríamos decir que es la rigidez que el presidencialismo introduce al proceso político y la mayor flexibilidad de este proceso en los sistemas parlamentarios.

El proceso político en democracias parlamentarias y presidenciales

Las características institucionales modelan el proceso político y la manera de gobernar.

Quizás la consecuencia más importante del presidencialismo es que introduce un fuerte elemento de suma cero en la política democrática, con normas que tienden hacia un “ganador único”. La elección parlamentaria puede producir una mayoría absoluta para un partido determinado, pero generalmente da representación a un número de partidos, entre los cuales se hace necesario negociar y compartir el poder. Esto significa que el titular estará al tanto de las demandas de diferentes grupos, más preocupado de retener su apoyo.

La sensación de tener poder independiente probablemente dará al Presidente un sentido de poder y misión que puede contrastar con la pluralidad limitada que lo eligió. A menos que el primer ministro tenga una mayoría absoluta, el sistema inevitablemente incluye algunos de los elementos que se institucionalizan en lo que se llama democracia consociacional[2]. Con ella, los líderes políticos de los partidos mayoritarios buscaron acuerdos de tipo consociacional para obviar algunas consecuencias de dar a un partido la autoridad total asociada con la presidencia y las implicancias de suma cero para aquellos que no obtuvieron el poder.

El carácter de suma cero se confirma por el hecho de que los vencedores y perdedores se definen por el período del mandato presidencial, un número de años en los cuales no hay esperanza de cambios ni alianzas.

El juego de suma cero aumenta el reto en una elección presidencial para ganadores y perdedores, e inevitablemente aumenta la tensión y polarización.

Una ventaja de las elecciones presidenciales es que permiten que el pueblo elija directamente quién los va a gobernar por un período razonable de tiempo en vez de dejar esa decisión en manos de los políticos.

Las leyes electorales a veces exigen una pluralidad mínima para el triunfador o prevén algún procedimiento para elegir entre aquellos que no alcancen el mínimo. Esta opción puede producir una polarización considerable, al tiempo que dificulta el aislamiento de alternativas políticas extremistas, ya que éstas son necesarias para obtener la mayoría de los votos.[3] (En una elección de vuelta única, ninguno de los principales

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