Resumen libro Modernidad Líquida. Prólogo
cuchaandreaResumen8 de Noviembre de 2017
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Resumen libro Modernidad Líquida.
Prólogo.
Los líquidos a diferencia de los sólidos no conservan su forma. No se fijan al espacio ni se atan al tiempo. Los sólidos cancelan el tiempo, para los líquidos lo que importa es el tiempo. La extraordinaria movilidad de los fluidos es lo que los asocia con la idea de “levedad “y “liviandad”, palabras relacionadas con la movilidad e inconstancia.
¿La modernidad no ha sido fluida desde el principio? Hace un siglo y medio, los autores del Manifiesto Comunista decían que el espíritu moderno aludía a una sociedad que se encontraba demasiado estancada para su gusto y demasiado resistente a los cambios ambicionados, ya que todas sus pautas estaban congeladas. Sin embargo, ellos no pretendían acabar con los sólidos definitivamente sino que querían hacer espacio a nuevos sólidos para reemplazar al conjunto heredado de los sólidos defectuosos por otro mejor, incluso inalterable. Los primeros sólidos que debían disolverse y las primeras pautas que debían profanarse eran las lealtades tradicionales, los derechos y obligaciones que obstaculizaban movimientos y la iniciativa.
“Derretir sólidos” significaba desprenderse de las obligaciones “irrelevantes”, y destrababa la compleja trama de las relaciones sociales, dejándola incapaz de resistir a las reglas del juego y a los criterios de racionalidad inspirados y moldeados por el comercio. Esa fatal desaparición dejo el campo libe a la invasión y al dominio de la racionalidad instrumental (según Weber) o del rol determinante de la economía (según Marx). La disolución de los sólidos condujo a una progresiva emancipación de la economía de sus tradicionales ataduras políticas, éticas y culturales. Sedimento un nuevo orden definido en términos económicos.
La situación actual emergió de la disolución de las limitaciones individuales de elegir y actuar. Uno de los efectos más importantes de ese cambio de dirección ha sido la disolución de las fuerzas que podrían mantener el tema del orden y del sistema dentro de la agenda política. Los sólidos que se están derritiendo en este momento de la Modernidad Fluida, son los vínculos entre las elecciones individuales y los proyectos y las acciones colectivas. Todos los moldes que se rompieron fueron reemplazados por otros. Sin embargo esos códigos y conductas que uno podía elegir como puntos de orientación estables escasean cada vez más en la actualidad. Lo que implica que salimos de la época de los “grupos de referencia” para desplazarnos hacia una era de la “comparación universal” en la que el destino de la construcción individual esta indefinida y tiende a pasar por muchos cambios antes de alcanzar el final de la vida del individuo (único final verdadero).
En la actualidad las pautas y configuraciones ya no están “determinadas” y no resultan “autoevidentes” hay demasiadas, y se contradicen de manera que cada una de las pautas ha quedado despojada de su poder coercitivo o estimulante. El poder de licuefacción ha descendido del “macro nivel” al “micro nivel” de la cohabitación social. La versión privatizada de la modernidad hace que el peso de la construcción de pautas y la responsabilidad del fracaso caigan sobre los hombros del individuo.
Un rasgo de la vida moderna es el cambio de la relación entre espacio y tiempo. La modernidad empieza cuando el espacio y el tiempo se separan de la práctica vital y pueden ser teorizados como categorías de estrategia y acción independientes. En la modernidad el tiempo tiene historia gracias a la prolongación de los tramos de espacio que las unidades de tiempo permiten “cruzar” o “conquistar”. El tiempo adquiere historia cuando la velocidad del movimiento a través del espacio se convierte en una cuestión de ingenio, imaginación y recursos humanos. Gracias a la flexibilidad y capacidad de expansión, el tiempo moderno se ha convertido en el arma para la conquista del espacio. La velocidad del movimiento y el acceso a medios de movilidad más rápidos ascendieron hasta llegar a ser el principal instrumento de poder y dominación.
El largo esfuerzo por acelerar la velocidad del movimiento ha llegado ya a su “límite natural el poder puede moverse con la velocidad de la señal electrónica; así el tiempo queda reducido a la instantaneidad. El poder se ha vuelta extraterritorial y ya no está atado por la resistencia del espacio (el advenimiento de los teléfonos celulares puede funcionar como el definitivo “golpe fatal” a la dependencia del espacio).
La etapa actual de la historia de la modernidad es pospanóptica. En el panóptico lo que importaba era que las personas a cargo estuvieran siempre “allí”, cerca en la torre de control. En las relaciones de poder pospanópticas, lo que importa es la gente que maneja el poder del que depende el destino de los socios menos volátiles de la relación, y puede ponerse en cualquier momento fuera del alcance, y volverse absolutamente inaccesible. El fin del panóptico augura el fin de las era del compromiso mutuo: entre supervisores y supervisados, trabajo y capital, líderes y seguidores, ejércitos y guerras. La principal técnica de poder es ahora la huída, el escurrimiento.
Un ejemplo de lo dicho fueron las estrategias empleadas durante la Guerra del Golfo y la de Yugoslavia. Los bombardeos realizados por los casi invisibles aviones de combates reemplazaron las invasiones territoriales de las tropas de infantería. Los atacantes no deseaban ser “los últimos en el campo de batalla” después de que el enemigo huyera o fuera exterminado. La fuerza militar y la estrategia bélica de “golpear y huir” anunciaron aquello que estaba en juego en el nuevo tipo de guerra de la época de la modernidad liquida, ya no la conquista de un nuevo territorio sino la demolición de los muros que impedían el flujo de los nuevos poderes globales fluidos. En otras palabras: la guerra de hoy se parece cada vez más a la “promoción del libre comercio mundial por otros medios”.
Durante la etapa solida de la era moderna los hábitos nómades fueron mal considerados. La ciudadanía iba de la mano con el sedentarismo y la falta de un “domicilio fijo” o la no pertenecía a un “Estado” implicaba la exclusión de la comunidad respetuosa de la Ley. En la etapa fluida dela modernidad, la mayoría sedentaria es gobernada por una élite nómade y extraterritorial. Mantener los límites libres para el tráfico nómade y eliminar los pocos puntos de control fronterizo que quedan se ha convertido en el metaobjetivo de la política y también de las guerras.
El compromiso activo de la vida de las poblaciones subordinadas ha dejado de ser necesario. Ejemplo: Bill Gates se separa sin pena de sus posesiones que ayer lo enorgullecían: hoy lo que da ganancias es la velocidad de circulación, reciclado y envejecimiento, descarte y reemplazo, no la durabilidad o la duradera confiabilidad del producto. Los poderosos de hoy luchan para que sus efímeras posesiones duren más y les rindan servicios duraderos.
La desintegración social es tanto una afección como un resultado de la nueva técnica de poder, que emplea el descompromiso y el arte de la huída.
Capítulo I: Emancipación.
Hacia fines de las “tres gloriosas décadas” que siguieron al final de la Segunda Guerra Mundial, Marcuse decía que debíamos “liberarnos de la sociedad” (Emanciparnos) lo cual no representaba un problema. Lo que si era un problema era que: pocos individuos deseaban liberarse, aún menos estaban dispuestos a actuar para lograrlo, y casi nadie sabía con certeza en qué medida sería diferente de la situación en la que ya se hallaban todos ellos.
Liberarse significa deshacerse de las ataduras que impiden, comenzar a sentirse libre de actuar y moverse. Sentirse libre de restricciones implica alcanzar un equilibrio entre los deseos, imaginación y lacapacidad de actuar. ¿La liberación es una bendición o una maldición? Surgieron dos clases de respuestas: la primera dudaba de que la gente común estuviera preparada para la libertad. La segunda se inclinaba por aceptar que los hombres dudaban de los beneficios que las libertades disponibles podían redituarles.
La coerción social es una fuerza emancipadora y la única esperanza razonable de libertad a la que los seres humanos pueden aspirar. No existe otra manera de alcanzar la liberación más que sometiéndose a la sociedad y seguir sus normas. Gracias a la regularidad de patrones de conducta recomendados, inculcados, los humanos saben cómo actuar en la mayoría de los casos y rara vez enfrentan una situación en la que deban tomar decisiones bajo su propia responsabilidad. La ausencia de normas o Anomia es lo peor que le puede ocurrir a la gente para poder llevar a cabo sus vidas, las normas posibilitan al imposibilitar.
Ya es tiempo de anunciar como lo hizo Alain Touraine: “La muerte de la definición del ser humano como ser social, definido por su lugar en una sociedad que determina sus comportamientos y acciones”. Los hombres y mujeres ya son absolutamente libres y por tanto el programa de emancipación ya ha sido agotado. De ahora en más las comunidades ya no serán las fuerzas que determinen y definan identidades sino tan sólo artefactos efímeros de del continuo juego de la individualidad.
Los azares y los cambios de la fortuna de la crítica:
Según Cornelius Castoriadis la sociedad en que vivimos ha dejado de cuestionarse a sí misma.Es un tipo de sociedad que se encuentra absuelta del deber de examinar y justificar la validez de sus presupuestos explícitos o implícitos. Sin embargo esto no significa que nuestra sociedad haya eliminado el pensamiento crítico como tal. Por el contrario, nuestra sociedad de individuos libres ha hecho de la crítica de la realidad, una parte obligatoria de las ocupaciones vitales de cada uno de sus miembros.
Tal y como nos recuerda Anthony Giddens, en la actualidad todos estamos comprometidos en la “política de vida”, somos seres reflexivos que observan con atención cada movimiento que hacen, que rara vez están satisfechos con sus resultados y que siempre están deseosos de rectificarlos. Estamos quizás mucho mas “predispuestos críticamente” que nuestros ancestros, pero nuestra crítica “no tiene dientes”, es incapaz de producir efectos en el programa para nuestras opciones de “políticas de vida”.
La sociedad que ingresa al siglo XXI no es menos “moderna” que la que ingresó al siglo XX, a lo sumo se puede decir que es diferente. Lo que la hace tan moderna como la de un siglo atrás es lo que diferencia a la modernidad de cualquier otra forma histórica de cohabitación humana: la compulsiva, obsesiva y eternamente incompleta modernización; la inextinguible sed de creación destructiva, en aras de una mayor capacidad de aumentar la productividad o la competitividad.
Ser moderno terminó significando, como en la actualidad, ser incapaz de detenerse y menos de quedarse quieto. Estamos obligados a movernos pero no tanto por la postergación de la gratificación como sugería Max Weber sino porque no existe posibilidad alguna de encontrar la gratificación. La completud siempre es futura, y los logros pierden su atractivo y su poder gratificador en el mismo instante de su obtención, si no antes. Ser moderno significa estar un paso delante de uno mismo eternamente, en estado de constante transgresión. También significa tener una identidad que sólo existe en tanto proyecto inacabado
Sin embargo hay dos características que hacen que nuestra forma de modernidad sea distinta y novedosa:
I) La lenta de la ilusión moderna temprana, la creencia de que el camino que transitamos tiene un final, un estado de perfección a ser alcanzado mañana, el año o el milenio próximo, una especie de sociedad buena, justa y sin conflictos en todos o en algunos de sus postulados: equilibrio sostenido entre oferta y demanda y satisfacción de todas las necesidades, perfecto orden en el que cada cosa ocupa su lugar, absoluta transparencia de los asuntos humanos gracias al conocimiento de todo lo que es necesario conocer y completo control del futuro.
II) Desregulación y la privatización de las tareas y responsabilidades de la modernización. Ya no hay grandes líderes que te digan que hacer, liberándote así de la responsabilidad de las consecuencias de tus actos, solo hay otros individuos de quienes puedes tomar el ejemplo de cómo moverte en los asuntos de tu vida, cargando con toda la responsabilidad de haber confiado en ese ejemplo y no en otro.
El individuo en Guerra con el ciudadano: La sociedad moderna existe por su incesante acción “individualizadora”, así como la acción de los individuos consiste en reformar y renegociar diariamente la red de lazos mutuos que llamamos “sociedad”. Ninguno de los dos socios dura mucho tiempo. Y por lo tanto el significado de “individualización” sigue cambiando, mientras el resultado acumulado de su historia pesada establece nuevos preceptos de comportamiento y corre nuevos riesgos.
La “Individualización” consiste en transformar la “identidad” humana de algo dado en una “tarea” y en hacer responsables a los actores de la realización de esta tarea y de las consecuencias de su desempeño. La necesidad de transformarse en lo que uno es constituye la característica de la vida moderna. Hablar de individualización y de modernidad es habar de una sola e idéntica condición social. La modernidad reemplaza la heteronomía del sustrato social determinante por la obligatoria y compulsiva autodeterminación. Esto es cierto respecto de la “Individualización” durante todas las etapas y para todos los sectores de la sociedad de la era moderna. Aunque existan variaciones significativas que han distinguido a sucesivas generaciones de un mismo período.
Ahora como antes – en la modernidad líquida y fluida como en su etapa sólida y pesada – la Individualización es un destino, no una elección. Si se enferman es porque no han sido lo suficientemente constantes y voluntariosos en su programa de salud, si no consiguen trabajo es porque no han sabido las técnicas para pasar las entrevistas con éxito, oporque les ha faltado resolución o porque son vagos; si se sienten inseguros respecto del horizonte de sus carreras y los atormenta su futuro, es porque no saben ganarse amigos e influencias y han fracasado en el arte de seducir e impresionar a los otros. Esto es lo que se dice hoy en día y lo que han llegado a creer de forma tal que se comportan como si fuera de hecho así. Los riesgos y las contradicciones siguen siendo producidos por la sociedad, solo se está cargando al individuo con la responsabilidad y la necesidad de enfrentarlos.
Liberar a la gente puede volverla indiferente. El individuo es el enemigo número uno del ciudadano. El ciudadano es una persona inclinada a procurar su propio bienestar a través del bienestar de su ciudad- mientras que el individuo tiende a la pasividad, el escepticismo y la desconfianza hacia la “causa común”, el “bien común” o la “sociedad justa”. Las únicas dos funciones de utilidad que uno puede esperar y desear que cumpla el “poder público” son la observancia de los “derechos humanos” o sea, que cada uno pueda seguir su propio camino, y la posibilidad de que todos lo hagan en paz.
La otra cara de la individualización parece ser la lenta desintegración del concepto de ciudadanía. Las posibilidades de que los actores individualizados sean “rearraigados” en el cuerpo republicano de la ciudadanía son escasas. Lo que los anima a aventurarse dentro de la escena pública no es tanto la búsqueda de causas comunes sino una desesperada necesidad de “interconectarse”, compartir intimidades, único métodode “construcción de comunidad”. Esta técnica de construcción solo puede dar a luz comunidades frágiles, de preocupaciones, ansiedades u odios compartidos.
El dilema de la teoría crítica en una sociedad de individuos:
Lo privado coloniza el espacio público. Para el individuo, el espacio público es donde se realiza la confesión pública de los secretos e intimidades privadas. Los individuos retornan de sus visitas diarias guiadas al espacio “público” habiendo reconfirmado que el modo solitario en que manejan los asuntos de su vida es lo mismo que hacen los “otros individuos como ellos”, mientras sufren sus propios tropiezos y fracasos durante el proceso.
En el espacio público hay cada vez menos temas públicos. Víctimas de las presiones individualizadoras, los individuos están siendo progresivamente despejados de la armadura protectora de su ciudadanía y expropiados de su habilidad e interés de ciudadanos. El individuo de jure no puede transformarse en un individuo de facto sin primero convertirse en ciudadanos. No hay individuos autónomos sin una sociedad autónoma. Y la autonomía de la sociedad exige una autoconstitución deliberada y reflexiva, algo que solo puede ser alcanzado por el conjunto de sus miembros.
La crítica de la política de vida:
La tarea impuesta a los humanos de hoy es la misma que les fue impuesta desde los comienzos de la modernidad: autoconstituir su vida individual y tejer redes de vínculos con otros individuos autoconstituídos, así como ocuparse del mantenimiento de esas redes. Esa tarea nunca fue cuestionada por los teóricos críticos. Pero esos teóricos si dudaban de la sinceridad de los intereses que hacían que los individuos fueran liberados para cumplir con la tarea que les había sido asignado.
La suerte que corre una persona en libertad de acción está llena de contradicciones difíciles de evaluar. Consideremos por ejemplo la contradicción de las identidades fabricadas por uno mismo, que deben ser lo suficientemente sólidas para ser reconocidas como tales a la vez que lo suficientemente flexibles para no limitar los movimientos futuros en circunstancias volátiles de cambio permanente. O la evidente dificultad para generalizar las experiencias, vividas como algo subjetivo y personal, y transformarlas en problemáticas públicas destinatarias de políticas públicas.
En la actualidad, toda liberación verdadera demanda más, y no menos, “esfera pública” y “poder público”. Ahora es la esfera pública la que necesita desesperadamente ser defendida contra la invasión de lo privado, para ampliar la libertad individual, y no para cercenarla. El trabajo del pensamiento crítico es sacar a la luz los obstáculos que entorpecen el camino hacia la emancipación. Los principales obstáculos que deben ser examinados se relacionan con las crecientes dificultades que hay para traducir los problemas privados a problemáticas públicas.
Cuando la política pública cede sus funciones específicas y la política de vida asume el mando, los problemas a los que se enfrentan los individuos de jure en sus esfuerzos por convertirse en individuos de factor resultan no- acumulativos, dejando la esfera pública siendo el escenario donde se confiesan y se exhiben las preocupaciones privadas. La búsqueda de una vida alternativa en común debe partir del análisis y la búsqueda de alternativas a las políticas de vida.
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