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Conocimiento cientifico hospital “El Cruce”


Enviado por   •  19 de Mayo de 2019  •  Tareas  •  1.953 Palabras (8 Páginas)  •  110 Visitas

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NOTA DE CAMPO (1)

Laura Colabella.

Cuando empieza a aparecer lo inesperado.

17/7/2013.

Desde que el día 1 de julio me reencontré, en el comedor del hospital “El Cruce”, con mi ex alumna Verónica M., mi investigación en Varela, dio un giro inesperado. Hasta ese momento con Patricia Vargas, con quien comparto la investigación, nos habíamos abocado a entrevistar a estudiantes en la universidad (en las sedes de YPF, “El Cruce” y “El Mansi”). Básicamente a estudiantes míos, de Emilce C. y de Gabriela A., colegas y compañeras docentes de Prácticas Culturales y también de Santiago A., de Conocimiento Científico. Cuando Patricia viajó por un congreso y yo di continuidad al trabajo de campo sola, había pautado entrevistas con alumnos míos del 2011, a los que había cruzado en los pasillos del hospital. Había pautado una entrevista con David O. para el día 16 de julio, que sobre la marcha me canceló porque tenía un parcial. En ese momento, desanimada y siendo el mediodía, decidí despejarme y fui a almorzar al comedor del hospital “El cruce”. Ni bien entré, vi un grupo de ex alumnas mías de la carrera de enfermería, todas llevaban la típica indumentaria de los enfermeros, pantalón y camisa escote en V de color blanco. Rápidamente, todas se acercaron, y al unísono me saludaron al grito de: ¡Hola Profe!. Ellas eran Verónica M, Yesica O. y Ayelen M. Estaban en unas jornadas de enfermería y la única que aceptó ser entrevistada, fue Verónica. Así fue que, salimos del hospital y volvimos a la universidad, a la sala de profesores, para tener la entrevista, que quedó grabada. Ahí mismo, una vez que terminamos de conversar, comenzó a convocar a sus antiguos compañeros de Prácticas Culturales. Entre ellos, a Lourdes, Lidia y Francisco; y me pasó sus celulares. Es más, hasta ella misma convenció a algunos para ser entrevistados, como Yesica. Según me dijo, Yesica era el mejor promedio de su cohorte y fue elegida por la UNAJ para ir a México con una beca. “Yesica es un ejemplo de vida para nosotros”, me dijo conmovida. “Lo que pasa es que es un poco cohibida, pero yo la voy a convencer”, agregó después. Y así fue.

Una noche me avisó por mensaje de texto, que llamara a Yesica en ese momento. Seguí su indicación y al día siguiente, entrevisté a Yesica en el mismo escenario: la sala de profesores del hospital. Pero con Lidia, el caso fue diferente, porque la información que tenía de ella era que “había dejado” la universidad. Por esa razón, concertamos, que la entrevista fuera en su casa. Combinamos para el lunes 15 de julio a las 15 horas, porque me dijo que ese día estaría en su casa. Me indicó cómo llegar desde la Estación Varela. Debía tomar el colectivo 500, ramal 8, al que esperé un montón. Ese colectivo me dejaría

en el barrio “La Sirena”, donde vivía Lidia junto a su familia. Durante el trayecto, nos íbamos comunicando por mensaje de texto, para saber bien dónde me tenía que bajar. Sentía una emoción muy grande, por primera vez, sería recibida en la casa de una estudiante, un gesto que vivía como expresión de profunda honra y confianza hacia mi persona. A medida que el colectivo se alejaba de la estación, la fisonomía del paisaje iba cambiando de a poco. Iban desapareciendo los comercios y solo se veían viviendas bajas, con rejas, algunas con un pequeño jardín. El asfalto se combinaba con algunas calles de tierra. Cuando me bajé en una esquina, un chico y una chica que esperaban en la parada del colectivo, exclamaron, en tono de pregunta, cuando me vieron: “¿Usted es la profe de la Lidia?”. Sí, respondí aliviada. “Venga por acá que es la casa de al lado”, me indicó la chica, que resultó ser la hermana menor de Lidia.

Se trataba de una casa con un portón desvencijado, que lo separaba de una calle de tierra. Al ingreso un enorme perro de color marrón yacía al sol junto a una enorme palangana de plástico, roja, algo descolorida, que desbordaba con ropa blanca en remojo. A los costados del terreno había bolsas de cementos y varios pilas de ladrillos un poco desacomodados. Sentí que el clima de la casa se alteró un poco con mi presencia. Enseguida, la hermana de Lidia, trajo una silla para que me sentara, al lado del perro y me preguntó si quería tomar algo. En el ínterin de la espera, me comentó que eran 6 hermanos y que uno había fallecido. Cuando pregunté por Lidia, me dijeron, que estaba en la terraza, colgando ropa. Bajó enseguida. Cuando la vi, me sorprendí. Yo había asociado su nombre a otra alumna, que era una señora mayor, Lidia era una joven de 31 años, pero la reconocí enseguida. Ella integraba la primera comisión de Prácticas Culturales que dicté en la UNAJ, el primer cuatrimestre del 2011. Ni bien me vio, me saludó al grito de “¡Hola Profe! Venga por acá”, me indicó.

Entramos a una de las dos construcciones, que contenía el terreno. Lidia, luego me explicó que eso se debía, a que sus padres estaban separados. La entrevista, tuvo lugar en el comedor de la casa del padre de Lidia, quien vive allí junto a sus hijos varones. Por el contrario, Lidia vive en la segunda casa del terreno, junto a su madre, una hermana y su pequeño hijo, de escasos 4 años. Durante la entrevista, la mamá de Lidia nos trajo una bandeja con el mate y dos porciones de torta del cumpleaños de 15, de la hermana de Lidia, la que estaba en la parada esperándome cuando llegué. La celebración había sido el sábado anterior a la entrevista. En la casa pude percibir que reinaba un clima de fin de fiesta. Percibí, después, que el fuentón con la ropa en remojo,

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