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El Buen Maestro De Lenguale

T199720 de Julio de 2014

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El buen maestro de lenguaje 1

Rafael Ramírez

El programa de lenguaje que estamos sugiriendo para las escuelas de primera enseñanza, sean rurales o bien urbanas, puede hacer concebir, de pronto, la idea de ser sumamente sencillo y demasiado elemental y, de acuerdo con esa primera impresión, es posible también que algunos educadores lleguen a concluir que un profesor de mediana preparación -y aun sin preparación alguna- es capaz de impartir la enseñanza de la materia con éxito satisfactorio. No vayas tú, maestro que no lees, a incidir en tal error pues la cosa sucede de otro modo. En efecto, aunque ese programa parezca sencillo, no iniciamos su elaboración sino después de haber considerado ampliamente el material de instrucción que pudiera responder más adecuadamente no sólo a los propósitos perseguidos por la escuela primaria, sino también a los intereses de los niños y a sus necesidades de comunicación social y de expresión. Un análisis atento del referido programa hace palmariamente evidente esa consideración y pone de relieve, además, la necesidad urgente de que los profesores se capaciten suficientemente para enseñar con eficacia la asignatura, pues solamente un maestro de amplia cultura y especial preparación puede ofrecer las mejores garantías de éxito.

El maestro de lenguaje -y con esta expresión no nos referimos a un maestro especial, sino al maestro de grupo- debe poseer una cultura general muy grande, grande en extensión y profundidad, para expresar así gráficamente la idea en el estilo dimensional como ahora acostumbran algunas gentes. Para enseñar cualquiera otra asignatura quizás sería bastante con exigir al maestro, además del completo dominio de la materia simplemente el requisito de que fuera culto pero para enseñar con éxito el lenguaje, aparte de demostrar que se es dueño y señor del idioma, debe uno exhibir que posee una cultura general de tipo superior. Si, para propósitos de referencia únicamente, se toma, como debiera hacerse, el nivel medio de cultura que proporcionan las escuelas secundarias, podríamos decir que el nivel de cultura general de todos los maestros primarios debería ser superior a ése, porque para un maestro de educación primaria la cultura general aludida resultaría pobre. Ésta es la razón fundamental que hemos esgrimido en diferentes ocasiones en que hemos pedido con urgencia que la formación del profesor de educación primaria se constituya sobre la base de un bachillerato especial de educación, que amplíe con largueza la cultura general secundaria y que a la vez inicie la especialización profesional.

El solo requisito anterior no es suficiente. El maestro que quiera enseñar el lenguaje como Dios manda, debe poseer una curiosidad científica altamente desenvuelta, pues sin ella bien pronto dejaría de estar al día en materia de información cultural. Aparejada a esta curiosidad científica, el maestro de lenguaje ha de tener profundamente arraigada la costumbre de leer día tras día no solamente los

1 En La enseñanza del lenguaje y de la aritmética, México, IFCM-SEP, 1964, pp. 113-115.

asuntos de su profesión -lo que parece obvio-, sino también aquellos otros que amplíen y extiendan asimismo día tras día su cultura general.

Si para todos los maestros resulta útil un conocimiento amplio de la psicología de la educación, para los de primera enseñanza ese conocimiento es absolutamente necesario, sobre todo, en aquello que ve a la enseñanza del lenguaje. El estudio de los capítulos que se refieren a los intereses glósicos de los niños y al proceso de aprendizaje de lenguaje que desconozca estas cosas no podrá trabajar sino al tanteo, y no hay cosa más tonta que trabajar de esa manera. Tan indispensable como la información psicológica resulta la posesión de un cuerpo de doctrina, sano y sólido, acerca de la educación, de la educación rural particularmente

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