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EL LENGUAJE CIENTÍFICO: LA PREDICACION CIENTÍFICA


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2021  •  Apuntes  •  4.620 Palabras (19 Páginas)  •  525 Visitas

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EL LENGUAJE CIENTÍFICO: LA PREDICACION CIENTÍFICA

Helmut Seiffert.- Profesor de filosofía en la universidad de Erlangen (Nüremberg). Ha publicado varios libros de carácter introductorio a la lógica como «propedéutica lógica al modo de W. Kamlah y P. Lorertzen (Escuela de Erlangen) y los métodos de investigación científica. Obras en castellano: Introducción a la teoría de la ciencia. Herder. Barcelona, 1977: Introducción a la lógica. Herder. Barcelona. 1977; Introducción a la matemática. Herder, Barcelona. 1977.

La predicación científica

Lenguaje cotidiano u ordinario y lenguaje científico no se mueven con las mismas reglas de juego, que diría Wittgenstein. La ciencia introduce una ruptura lingüística con el lenguaje cotidiano, aunque tenga que edificarse sobre éste. Una de las claves del juego del lenguaje científico está en que las palabras usadas allí tienen la pretensión del rigor, la exactitud, la claridad, la univocidad. Para ello hay que introducir determinadas reglas. El lenguaje así regulado pasa a ser un sistema de términos. Estamos ya en el nivel lingüístico de la ciencia.

La predicación científica1

Hasta ahora hemos hablado solamente del lenguaje cotidiano. Atribuir un predicado a un objeto es ante todo una acción de vida cotidiana. Cuando designamos un objeto como «casa», no pensamos mucho por qué hacemos eso o qué notas debe tener un objeto para que podamos designarlo como casa, sino que hacemos eso simplemente porque en miles de ejemplos hemos aprendido qué se designa como casa y qué no. Si entonces llamamos casa a una cuadra o una fábrica, esto no tiene gran importancia, pues no necesitamos saber con toda precisión cuándo, una casa se designa con razón como casa y cuándo no. En el lenguaje cotidiano no se da importancia a descuidos ocasionales de este tipo.

El asunto es totalmente diferente en la ciencia. En la ciencia siempre debemos saber con exactitud de qué hablamos. Por eso en la ciencia nos vemos ante la tarea de «regular» el uso de predicados, del mismo modo que, por ejemplo la jefatura de tráfico da prescripciones normativas en su campo.

a) El término (como predicado explícitamente introducido). Esta regulación se produce por el hecho de que introducirnos explícitamente un predicado. Esta introducción explícita de un predicado en la ciencia no es —tiene importancia que lo advirtamos aquí—, por ejemplo, lo que llamamos «defini- ción», de la que trataremos seguidamente. Más bien, una introducción explícita de predicados en la ciencia ante todo puede y debe hacerse también mediante ejemplos. Hemos de notar, pues: introducción explicito y ejemplarizada de predicados de ningún modo se excluyen mutuamente. Como modelo de introducción explícita y, sin embargo, ejemplarizada de predicados podemos servimos de nuestras anteriores exposiciones sobre el lenguaje cotidiano. Debemos adquirir claridad sobre un punto: ciertamente hemos hablado hasta ahora sobre el lenguaje cotidiano. Pero como nuestro tratado, como tal, es un tratado científico, la manera como hemos hablado sobre el lenguaje cotidiano era, evidentemente, científica. Por tanto, podemos tomar lo comentado hasta ahora como un ejemplo de tratado científico. Así, pues, hasta ahora hemos hablado sobre el lenguaje cotidiano, y ahora hablamos sobre la manera como hemos hablado del lenguaje cotidiano. Hemos introducido varias palabras científicas técnicas, por ej., predicado, designación, nombre propio, indicador. Propiamente no hemos «definido» estas palabras técnicas, sino que con ejemplo hemos mostrado cómo queremos usarlas. Así, decíamos:

«Predicados» son, por ejemplo, «libro», «casa», «encarnado», «temblar». Un predicado puede atribuirse a diversos objetos. Si a un predicado se le añade una palabra indicativa, y así, por ejemplo, decimos: «Este libro», cabe designar así un determinado objeto, en nuestro caso un determinado libro, entre el gran número de todos los libros. Por eso llamo una «designación» a semejante expresión.

H. SEIFFERT. Introducción a la teoría de la ciencia. Herder, Barcelona. 1977. 39-55 (sin notas).

Nombres propios son, por ejemplo, «Pedro», «Francia». «Londres», «el Rin». Esos vocablos designan en cada caso un determinado objeto.

Son indicadores, por ejemplo, «yo», «éste», «aquí», «hoy». Tales palabras sólo pueden entenderse en relación con una situación. Si han de entenderse absolutamente, u decir, desprendidas de una situación, tenga que substituirlas por nombres propia («Antonio», «l0 de enero», «Santander»).

Cuando hemos introducido nuestras palabras técnicas en esta forma, podemos indicar determinadas relaciones entre nuestras palabras. Así podemos decir en todo caso: Un predicado es una palabra. Un nombre propio y un indicador son también palabras. Un predicado nunca puede ser un nombre propio; un nombre propio nunca puede ser un predicado o un indicador Una designación puedes un indicador (palabra indicativa) y un predicado. Y así sucesivamente.

Ahora podemos continuar diciendo: Así como «libro», «casa», «encarnado», «temblar» son predicados del lenguaje cotidiano, del mismo modo «predicado», «designación», «nombre propio», «indicador», son también predicados del lenguaje científico. Por tanto, las palabras científicas técnicas son también predicados. Pues son palabras que se ordenan a determinados objetos. Pero esta ordenación se hace explícitamente. A esa ordenación explícita la llamamos regulación. Los términos técnicos de la ciencia son por tanto predicados regulados. A estos predicados regulados o términos técnicos de la ciencia los llamamos términos. «Predicado», «nombre propio», «designación», «indicador», son por tanto, términos técnicos de la ciencia de análisis del lenguaje desarrollado hasta ahora. Y a un sistema de términos, en el que la relación de éstos entre si está regulada, lo llamamos también terminología.

b) La definición. Una vez que hemos explicado el concepto de término, podemos introducir también el concepto de definición. Podemos decir que una definición no es otra cosa que la igualación de un término todavía desconocido con una combinación de términos ya conocidos. Con ello se ve ya que la implantación de una terminología nunca puede comenzar con una definición. Pues una definición presupone siempre que disponemos ya de términos conocidos, con cuya ayuda podemos definir lo no conocido todavía. Por eso no podemos menos de comenzar en algún lugar por el cero. Como para una definición se requieren por lo menos dos términos conocidos, hemos de introducir por lo menos esos dos términos sin definición, es decir, a través de ejemplos. Como se ve fácilmente, aquí se plantea el problema fundamental del principio de la ciencia: Ciertamente podemos edificar una terminología mediante definiciones constantemente progresivas, pero hemos de comenzar con algunos términos fundamentales no definidos.

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