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EL PERDÓN EN LA TEORÍA DE LA ACCIÓN DE HANNAH ARENDT

adriano.padilla22 de Marzo de 2013

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EL PERDÓN EN LA TEORÍA DE LA ACCIÓN DE HANNAH ARENDT

Adriano Padilla Ramírez

Esquema:

1. El perdón en el contexto de la libertad y la no soberanía.

2. La redención en la vida activa.

3. Perdón e irreversibilidad.

4. Perdón y pluralidad

6. Contexto religioso y política y perdón.

7. El poder humano de perdonar

8. El perdón como la posibilidad de un nuevo comienzo.

9. Perdón y venganza.

10. El perdón y el castigo

11. Perdón, amor y respeto.

1. El PERDÓN EN EL CONTEXTO DE LA LIBERTADY LA NO SOBERANÍA

El contexto de aparición del perdón en la condición humana es en general el capítulo dedicado a la acción y en particular el numeral precedente, sobre el carácter procesual de la acción. Por tratarse de un tema que parece irrumpir como un aerolito en la obra aretniana, se hace necesario introducir las razones que justificarían dicha irrupción.

Al ser comparada con la fuerza del proceso de producción que se agota en su producto final, “la fuerza del proceso de la acción nunca se agota en un acto individual, sino que, crece a medida que se multiplican sus consecuencias” (Arendt 1993: 253) . La perduración de los actos, equiparada incluso a la permanencia misma de la humanidad, plantea la dificultad de que los hombres puedan “soportar su peso, el peso de su carácter irreversible”. (Ibíd.) Al no saber lo que hacen al actuar, los hombres se hacen culpables de las consecuencias que no intentaron ni pronosticaron sin poder deshacer las consecuencias de sus actos “por muy desastrosas e inesperadas que sean” Esta situación hace que surja el interrogante por la conveniencia de la libertad que hace al individuo mas la “victima y el paciente que el autor y agente de lo que ha hecho. Si la libertad trae tales consecuencias, su “salvación” estaría en la no actuación, lo único que permitiría salvaguardar la integridad personal. Arendt atribuye el origen de esta aporía de la libertad, a la errónea identificación de soberanía con libertad; en tal caso, “ningún hombre sería libre, ya que la soberanía, el ideal de intransigente autosuficiencia y superioridad, es contradictoria a la propia noción de pluralidad (Arendt 1993: 254). Solo puede pensarse la libertad como soberanía sobre la base de debilitar la pluralidad lo que sería una contradicción, ya que para la autora esta es la condición humana por excelencia, y por ende la condición misma de la libertad.

Al final del numeral 32 queda planteada una posibilidad: Si bien en contra de la tradición se debe defender la coexistencia de libertad y no soberanía, puede que la capacidad para la acción, en sí misma, albergue “ciertas potencialidades”, que la hagan sobrevivir - ¿ redimirse? – de las incapacidades de la no soberanía. Se trataría entonces de una potencialidad intrínseca a la acción. He aquí la puerta de entrada lógica a la dimensión del perdón.

2. LA REDENCIÓN EN LA VIDA ACTIVA.

Al recoger lo expuesto en su obra sobre las tres dimensiones básicas de la vida activa, Arendt sintetiza en el inicio del capítulo 33 sus respectivas formas de redención.

DIMENSIÓN

FIGURA CICLO REDENCIÓN

Labor Animal Laborans La vida, la necesidad y el consumo Capacidad de hacer, fabricar y producir

Trabajo Homo Faber Devaluación de los valores, medios-fines, vida insignificante Facultades de la acción y del discurso

Acción

Agente Irreversibilidad de la acción y de sus consecuencias Facultad de perdonar

Se establece un contraste entre la redención de la labor y el trabajo con respecto a la acción. Mientras que las primeras obtienen la liberación de sus respectivos ciclos en una especie de milagro, que viene del exterior, es decir, de una facultad diferente o superior, la acción es redimida por una potencialidad de sí misma: la facultad de perdonar (Cf. Arendt 1993: 256). La posibilidad de que una potencialidad de la misma acción hiciese posible la no contradicción entre libertad y no-soberanía es develada por Hannah Arendt en la facultad de perdonar, entendida como la posibilidad de “deshacer los actos del pasado, cuyos pecados cuelgan como la espada de Damocles sobre cada nueva generación. (Arendt 1993: 256). A la vez que salvación del ciclo de la acción, sería posibilidad para la libertad en dos sentidos: primero contra las dificultades de la no soberanía, puesto que la acción inicial engendra la posibilidad de una reconversión, una especie de milagro, y segundo porque la facultad de perdonar es en sí mismo un acto en libertad que posibilita un nuevo comienzo.

3. PERDÓN E IRREVERSIBILIDAD

Hannah Arendt involucra el perdón en su teoría de la acción como una cura a la irreversibilidad, siendo estos los componentes que titulan este numeral en la edición española: “la irreversibilidad y el poder de perdonar”. Con independencia de la existencia del tema en la obra anterior o posterior a la condición humana, y menos con el desarrollo que el tema tuviese en otras etapas, el lugar aquí del perdón puede verse como el desarrollo progresivo de la teoría de la acción. El carácter limitante de la irreversibilidad con respecto a la acción es descrito por Arendt en que “sin ser perdonados, liberados de las consecuencias de lo que hemos hecho, nuestra capacidad quedaría, por decirlo así, confinada a un solo acto del que nunca podríamos recobrarnos”. (Arendt 1993: 257). El símil del aprendiz de brujo permite profundizar en el sentido del perdón en el proceso de la acción, al comparar al acto inicial, esa revelación en el espacio de aparición mediante la acción y el discurso, como un momento mágico de surgimiento de lo nuevo, que luego de un ciclo de consecuencias parece convertirse en un monstruo amenazante sin formula de transformación.

4. PERDÓN Y PLURALIDAD

La facultad de perdonar está inscrita en la dinámica propia de la pluralidad, como la ha expuesto Arendt en el conjunto de la obra. Siendo la pluralidad la condición humana en la que surge la acción, no podría darse el perdón en un contexto diferente. Esto plantea una clara distinción con la idea platónica de modelos morales, en su teoría de gobierno, ya que estos hacen derivar sus principios-guía “de una relación establecida entre uno y uno mismo, de manera que lo bueno y lo malo de las relaciones con los otros está determinado por las actitudes hacia el yo de uno mismo” (Arendt 1993: 257), determinando la esfera pública al orden interno de las facultades individuales. En lo que respecta a las facultades de perdonar y prometer, estas “se basan en experiencias que nadie puede tener consigo mismo, sino que por el contrario se basan en la experiencia de los demás” (Ibíd.). Es a partir de la noción de pluralidad que Arendt podrá afirmar que “nadie puede perdonarse ni sentirse obligado por una promesa hecha únicamente a sí mismo; el perdón y la promesa realizados en soledad o aislamiento carecen de realidad y no tiene otro significado que el de un papel desempeñado ante el yo de uno mismo.” (Ibíd.). Haciendo acopio de una lógica inversa de la derivada de los Principios platónicos, según la cual el grado de gobierno del yo justifica el gobierno sobre los otros, la autora plantea que de la manera que el individuo haya tenido la experiencia del perdón por los otros, así mismo podrá perdonarse. Es por la condición de pluralidad que los remedios inherentes a la acción no pueden usarse fuera de la esfera de los asuntos humanos. Frente a este peligro Arendt advierte que “La ciencia natural moderna y la tecnología, que ya no observan, toman material o imitan los procesos de la naturaleza, sino que realmente actúan en ella, parecen haber llevado la irreversibilidad y la humana capacidad de predecir a la esfera natural, donde no cabe remedio alguno para deshacer lo que se ha hecho” (Arendt 1993: 258). Cabe destacar que se refiere en varias oportunidades en el mismo párrafo a los remedios propios de la acción, asignándole al perdón o la facultad de perdonar – y de prometer – un papel decisivo en el desenvolvimiento del proceso de la acción. Se trata no de una apelación a una figura romántica o ilusoria, sino de la aplicación de un elemento propio de la acción en los asuntos humanos, equivalente a otros componentes expuestos en el conjunto de su obra.

6. CONTEXTO RELIGIOSO Y POLÍTICA Y PERDÓN.

Hannah Arendt presenta a Jesús como el descubridor del papel perdón en la esfera de los asuntos humanos. Como únicos antecedentes de la importancia del perdón como “correctivo necesario para los inevitables daños que resultan de la acción” serían el principio romano de perdonar la vida del vencido o la conmutación de la pena de muerte. La magnitud del descubrimiento hecho por Jesús será puesto de manifiesto en la forma como Arendt cita explicita e implícitamente - a manera de un imaginario colectivo – los evangelios, y cómo el discurso va a ser sostenido por las referencias a Jesús. Esta valoración de una enseñanza proveniente de un contexto religioso y su aplicación con seriedad a un medio secular puede parecer extraña en nuestra tradición de pensamiento, ya que ella tiende a “excluir de la concepción articulada una gran variedad de experiencias políticas…” (Ibíd.). En lo que respecta a las enseñanzas de Jesús afirma:

“Ciertos aspectos de la enseñanza de Jesús de Nazaret que no están fundamentalmente relacionados con el mensaje religioso cristiano, sino

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