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El Anticristo

estefanya13221 de Octubre de 2012

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El Anticristo

Federico Nietzsche

(c) Proyecto Espartaco 2000 - 2001

PROLOGO

INVERSION DE TODOS LOS VALORES

Este libro está hecho para muy pocos lectores. Puede que no viva

aún ninguno de ellos. Esos podrían ser los que comprendan mi

Zaratustra: ¿acaso tengo yo derecho a confundirme con aquellos a

quienes hoy se presta atención? Lo que a mi me pertenece es el pasado

mañana. Algunos hombres nacen póstumos.

Las condiciones requeridas para comprender y para

comprenderme luego con necesidad, las conozco demasiado bien. Hay

que ser probo hasta la dureza en las cosas del espíritu para poder

soportar sólo mi seriedad y mi pasión. Hay que estar acostumbrado a

vivir en las montañas y ver a nuestros pies la miserable locuacidad

política y el egoísmo de los pueblos que la época desarrolla. Hay que

hacerse indiferente; no debe preguntarse si la verdad favorece o

perjudica al hombre. Hay que tener una fuerza de predilección para las

cuestiones que ahora espantan a todos; poseer el valor de las cosas

prohibidas: es preciso estar predestinado al laberinto. De esas soledades

hay que hacer una experiencia. Tener nuevos oídos para una nueva

música; nuevos ojos paca las cosas más lejanas: nueva conciencia para

verdades hasta ahora mudas, y la voluntad de la economía en grande

estilo; conservar las propias fuerzas y el propio entusiasmo; hay que

respetarse a sí mismo, amarse a sí mismo: absoluta libertad para

consigo mismo...

Ahora bien; sólo los forjados así son mis lectores; mis lectores

predestinados; ¿qué me importan los demás? Los demás son

simplemente la humanidad. Se debe ser superior a la humanidad por la

fuerza, por el temple, por el desprecio...

FRIEDRICH NIETZSCHE

1

Mirémonos de frente. Somos hiperbóreos, y sabemos bastante

bien cuán aparte vivimos. "Ni por tierra ni por mar encontrarás el

camino que conduce a los hiperbóreos," Píndaro ya sabía esto de

nosotros. Más allá del septentrión, de los hielos, de la muerte, se

encuentra nuestra vida, nuestra felicidad... Nosotros hemos descubierto

la felicidad, conocemos el camino, hallamos la salida de muchos

milenios de laberinto. ¿Quien más la encontró? ¿Acaso el hombre

moderno? "Yo no se ni salir ni entrar; yo soy todo lo que no sabe ni salir

ni entrar", así suspira el hombre moderno... Estábamos aquejados de

esta modernidad, de una paz pútrida, de un compromiso perezoso, de

toda la virtuosidad impura del sí y del no modernos. Semejante

tolerancia y amplitud de corazón, que lo perdona todo porque lo

comprende todo, es para nosotros viento de sirocco. Vale más vivir

entre los hielos que entre las virtudes modernas y otros vientos

meridionales... Fuimos bastante valerosos; no tuvimos clemencia ni

para nosotros ni para los demás; pero por largo tiempo no sabíamos

dónde nos conduciría nuestro valor. Nos volvimos sombríos, nos

llamaron fatalistas. Nuestro fatum era la plenitud, la tensión, la

hipertrofia de las fuerzas. Teníamos sed de rayos y de hechos;

estábamos muy lejos de la felicidad de los débiles, de la abnegación, En

nuestra atmósfera soplaba un huracán; nuestra naturaleza se oscurecía

porque no hallábamos ninguna vía. Esta es la fórmula de nuestra

felicidad: un si, un no, una línea recta, una meta.

2

¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hombre el sentimiento

de poder, la voluntad de poder, el poder mismo.

¿Qué es lo malo? Todo lo que proviene de la debilidad.

¿Qué es la felicidad? El sentimiento de lo que acrece el poder; el

sentimiento de haber superado una resistencia.

No contento, sino mayor poderío; no paz en general, sino guerra;

no virtud, sino habilidad (virtud en el estilo del Renacimiento. virtud

libre de moralina).

Los débiles y los fracasados deben perecer; ésta es la primera

proposición de nuestro amor a los hombres. Y hay que ayudarlos a

perecer.

¿Qué es lo más perjudicial que cualquier vicio? La acción

compasiva hacía todos los fracasados y los débiles: el cristianismo.

3

El problema que presento aquí no consiste en aquello que la

humanidad debe realizar en la serie de las criaturas (el hombre es un

fin), sino en el de tipo de hombre que se debe educar, que se debe

querer como el de mayor valor, como más digno de vivir, como más

seguro del porvenir.

Este tipo altamente apreciable ha existido ya muy a menudo; pero

como un caso afortunado, como una emoción, no fue nunca querido.

Quizás, por el contrario, fue querido, cultivado, obtenido, el tipo

opuesto: el animal doméstico, el animal de rebaño, aquel animal

enfermo que se llama hombre: el cristiano...

4

La humanidad no representa una evolución hacia algo mejor y

más fuerte o más alto como hoy se cree. El progreso no es más que una

idea moderna; esto es, una idea falsa. El europeo de hoy está muy por

debajo del europeo del Renacimiento: un desarrollo sucesivo no es

absolutamente, con cualquier necesidad, elevación, ni incremento, ni

refuerzo.

En otro sentido, se verifica continuamente el logro de casos

singulares en los diversos puntos de la tierra y de las más diversas

culturas, con las cuales se representa en realidad un tipo superior: una

cosa que, en relación con el conjunto de la humanidad, es un

superhombre. Semejantes casos afortunados de gran éxito fueron

siempre posibles, y acaso serán aún siempre posibles. También

generaciones enteras, razas, pueblos, pueden en ciertas circunstancias

constituir un efecto afortunado de esta especie.

5

No se debe adornar y acicalar el cristianismo: hizo una guerra

mortal a cierto tipo superior de hombre; desterró todos los instintos

fundamentales de este tipo, de estos instintos extrajo y destiló el mal el

hombre malo; consideró al hombre fuerte como lo típicamente

reprobable, como el réprobo.

El cristianismo tomó partido por todo lo que es débil, humilde.

fracasado, hizo un ideal de la contradicción a los instintos de

conservación de la vida fuerte; estropeó la razón misma de los

temperamentos espiritualmente más fuertes, enseñó a considerar

pecaminosos, extraviados, tentadores, los supremos valores de la

intelectualidad. El ejemplo más lamentable es éste: la ruina de Pascal,

que creyó que su razón estaba corrompida por el pecado original,

cuando sólo estaba corrompida por su cristianismo.

6

A mis ojos se ha ofrecido un espectáculo doloroso, pavoroso: yo

descorrí el velo que ocultaba la perversión del hombre. En mi boca,

semejante palabra está por lo menos libre de una sospecha, de la

sospecha de contener una acusación moral contra el hombre. Ha sido

pensada por mi – querría destacar esto una vez más –, libre de

moralina; y esto hasta el punto de que tal perversión es considerada por

mi precisamente allí donde hasta ahora se aspiraba más

conscientemente a la virtud, a la divinidad. Yo (y esto se adivina)

entiendo la perversión en el sentido de decadencia; sostengo que todos

los valores en que hoy la humanidad sintetiza sus más altos deseos son

valores de decadencia.

Considero pervertido a un animal, a una especie, a un individuo,

cuando pierde sus instintos, cuando escoge y prefiere lo nocivo. Una

historia de los sentimiento superiores, de los ideales de la humanidad –

y es posible que yo la escriba –, sería tal vez la explicación de por qué el

hombre se ha pervertido de este modo. Para mi, la misma vida es

instinto de crecimiento, de duración, de acumulación de fuerzas, de

poder; donde falta la voluntad de poderío, hay decadencia. Sostengo

que a todos los supremos valores de la humanidad les falta esta

voluntad; que los valores de decadencia, los valores nihilistas, dominan

bajo los nombres más sagrados.

7

LA RELIGIÓN DE LA COMPASIÓN SE LLAMA CRISTIANISMO.

–La compasión está en contradicción con las emociones tónicas que

elevan la energía del sentimiento vital, produce un efecto depresivo.

Con la compasión crece y se multiplica la pérdida de fuerzas que en sí el

sufrimiento aporta ya a la vida. Hasta el sufrimiento se hace contagioso

por la compasión: en ciertas circunstancias, con la compasión se puede

llegar a una pérdida complexiva de vida y de energía vital, que está en

una relación absurda con la importancia de la causa (el caso de la

muerte del Nazareno). Éste es el primer punto de vista; pero hay otro

más importante. Suponiendo que se considera la compasión por el valor

de las reacciones que suele provocar, su carácter peligroso para la vida

aparece a una luz bastante más clara. La compasión dificulta en gran

medida la ley de la evolución, que es la ley de la selección. Conserva lo

que está pronto a perecer; combate a favor de los desheredados y de

los condenados de la vida,

...

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