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El bien y la alegría


Enviado por   •  19 de Marzo de 2013  •  Tareas  •  3.488 Palabras (14 Páginas)  •  437 Visitas

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EL BIEN Y LA ALEGRÍA

La alegría es un gozo del espíritu. Los seres humanos conocemos muy bien el sufrimiento y el dolor, y quienes han perdido a un ser querido lo han experimentado en toda su profundidad. Bien, pues así como el ser humano conoce el dolor y el sufrimiento, es capaz de tener las sensaciones opuestas: bienestar y… ¿Felicidad? Sí, felicidad.

Según afrontamos las cosas que nos rodean así nos alegramos. Si nos dejamos afectar por las cosas malas, elegimos sufrir. Quien valora su paz interior más que las cosas externas, entonces se acerca más a las cosas alegres.

La vida es un poema de belleza, cuyos versos están constituidos de propuestas de luz, escritas en la partitura de la Naturaleza, que exalta su presencia en todas partes. La existencia física es un cuadro aparte de conquistas y encantamiento, mediante cuyo aprendizaje el espíritu se embellece y alcanza los páramos de la realidad. En todas partes hay sol y armonía invitando a la paz y a la participación en su conjunto feliz. Sin embargo, solamente la criatura humana se presenta triste, marcada por las zarzas morales que carga de las actitudes pasadas, de los compromisos mal vividos, de las realizaciones desastrosas, transfiriendo de una etapa a otra lo que podría lograr de una vez, en el caso que resolviera por la solución de las dificultades de dentro para fuera, que es la contribución del esfuerzo bien dirigido.

La fuente más profunda y más grande de la alegría es el amor. El amor rejuvenece y es una fuente espontanea y profunda de alegría. El principal combustible de la alegría es el amor.

La alegría de vivir, pues, debe ser parte activa del programa de construcción personal de la criatura inteligente. Disfrutar de toda la magia existente en el panel universal, sacando las maravillosas concepciones de plenitud que está al alcance de todo aquel que desea elevarse, libre de tormentos y de amarras con el pasado.

El destino de la criatura es la libertad, hacia donde sigue con los ojos puestos en el futuro. Ser libre significa no depender, optando por lo que constituye estimulo para la victoria; no tener pasado ni inquietarse por el futuro, viviendo ampliamente el presente en transportes de paz y alegría.

A medida que se madura psicológicamente, la alegría de vivir constituye una razón poderosa para la prosecución de la actividad de iluminación. Tal alegría, ciertamente, no impide episodios de reflexión por el dolor, de ansiedad, por amor, de espera por la salud, de presencia de la enfermedad, de angustias momentáneas, de inquietud delante de lo que esté ocurriendo. Esos fenómenos, que forman parte del curso existencial, no eliminaba la alegría, más bien le dan motivo de presencia, porque a cada desafió sigue una victoria; después de cada testimonio viene una conquista; a cada emprendimiento de dolor se presenta un nuevo peldaño de equilibrio, haciendo que la alegría sea constante y motivadora para la producción de nuevos valores.

La alegría proporciona al cerebro una mayor contribución de enzimas especiales, encargadas de producir la salud, posibilitando la risa que es un estimulante poderoso para la fabricación de inmunoglobulina salivar (sIgA), portadora de factores inmunizantes, que propician el constante equilibrio orgánico, evitando la invasión de varios virus y bacterias perniciosas.

Reír es una forma de expresar la alegría sin que la carcajada estridente, nerviosa, descontrolada, tome parte en su exteriorización. Cuando reímos, estimulamos preciosos músculos faciales y generales, eliminamos toxinas perjudiciales acumuladas, que terminan por intoxicar al individuo.

La risoterapia significa un recurso valioso para evitar determinadas contaminaciones, pero también para auxiliar en el restablecimiento de patologías graves, principalmente infecciosas mutiladoras, las degenerativas de la máquina orgánica y varios disturbios en las áreas emocional y psíquica.

Asevera el Evangelio que raramente Jesús sonreía. Normalmente era visto llorar y casi nunca sonreír. El que se presentaba como el Ser más perfecto que Dios ofreció al hombre para servir de modelo y Guía, como aclararon los espíritus al eminente Codificador Allan Kardec… Que llorase, resulta paradójico… se trata de una contradicción aparente . sus légrimas no eran de sufrimiento, pero si de compasión, ese sentimiento superior y elevado de coparticipación que dirigía a las criaturas, que preferían permanecer en la ignorancia en vez de aprovechar Sus lecciones libertadoras. Era una forma de expresar ternura por los enfermos voluntarios, que en El tendrían la terapéutica eficaz para librarse de los males que los amargaban y no obstante, relegaban a plano secundario, aturdidos por la búsqueda del casi nada inmediato y fugaz.

Esto está demostrado cuando hablaba de Su Buena Nueva de Alegría y se presenta como la Puerta de las ovejas, la Luz del mundo, el Camino, La Verdad, y la Vida, el Pastor, el Mesías, informando que somos la Sal de la Tierra, las ovejas, los necesitados de todo jaez, necesitados de si, de El, como conductor y Psicoterapeuta para nuestra innumerables deficiencias y enfermedades del alma.

El autoconocimiento revela al ser sus posibilidades y limitaciones, abriendo espacios para la renovación y conquista de nuevos horizontes de salud y plenitud, sin conciencia de culpa, sin estigmas.

Las psiconeuroinmunologia viene a demostrar que el estado de salud puede ser conseguido por el propio individuo que resuelve renovarse y creer en si mismo, en sus inmensas reservas de energías, en el valor de sus conquistas. Perfectamente compatibles con la ley de Causa y Efecto, las realizaciones positivas eliminan o disminuyen el peso de las negativas perjudiciales.

La criatura humana es lo que es su psiquismo, conforme el actúa, así se presentan las manifestaciones del mundo de su yo y del Self.

Por tanto el pensamiento bien construido, actúa en el mecanismo del sistema nerviosos, en el cerebro y estos conjugados, producen enzimas protectoras que tornan inmune el organismo a muchas invasiones de agentes destructivos, propiciando la salud.

La alegría de vivir es una invitación para una existencia rica en producciones morales, espirituales, artísticas, culturales, estéticas, y nobles.

El destino existencial deja de ser vivir bien, que es una de las metas humanas, para bien vivir, que es una conquista personal intransferible, especial, que jamás se altera o se pierde, fomentando la felicidad y trabajando por la paz que todos aspiran.

Lo que más apreciamos en la vida se debe al esfuerzo que pusimos para alcanzarlo, estudiando con intensidad, preparándonos para trabajar más y mejor, y los beneficios a obtener serán consecuencia de ese empeño.

El tener vida ya es motivo suficiente de alegría, aún el las circunstancias más adversas, estamos en condiciones de hacer algo positivo y de provecho para los demás, “es hacer el bien, sin mirar a quien”. Disfrutar de lo poco o de lo mucho que tenemos sin renunciar a mejorar, mientras tengamos vida, tenemos posibilidades. Toda persona es capaz de irradiar desde su interior la alegría, manifestándola exteriormente con una simple sonrisa o con la actitud serena de su persona, propia de quien sabe apreciar y valorar todo lo que existe a su alrededor.

El sufrimiento

(Fragmento de Artes del buen vivir,

Roxana Kreimer, Ediciones Anarres)

"Nadie me parece más desgraciado que el que

nunca experimentó una desgracia. Piensa que

entre los males que parecen tan terribles, no hay

ninguno que no podamos vencer; ninguno sobre el

cual no hayan triunfado los grandes hombres.

¡Sepamos triunfar también nosotros sobre algo!"

(Séneca)

La vida revela, incluso a los más afortunados, la experiencia del sufrimiento. Hay quienes están más protegidos contra el riesgo de padecer sufrimientos, y las condiciones socioeconómicas son un reaseguro contra gran cantidad de riesgos. Sin embargo, nadie está a salvo del dolor. Quien teme los dolores, teme lo que necesariamente habrá de alcanzarlo, tarde o temprano. Cuando alguien sufre y exclama: "¿Por qué tuvo que pasar esto?", nos muestra su consternación y el sinsentido del mal. Cuando alguien sufre y exclama: "¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí?" nos muestra el lugar accidental -y no necesario- que le asignamos al dolor en nuestra vida. Nadie exclama "¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí?"

cuando gana la lotería. Sentimos que el placer nos corresponde naturalmente.

El sufrimiento, en cambio, limita nuestras expectativas futuras o las suprime dolorosamente. Se vincula con la pretensión de poseer por completo algo que está sujeto al cambio, que es la forma más general de ser de todos los objetos y fenómenos. Reduce nuestra capacidad de obrar y, en situaciones extremas, se impone con tal fuerza que nos oprime el corazón y nos produce una feroz cerrazón en la garganta.

Algunas religiones juzgaron que el dolor es un castigo que infligen los dioses, análogo al castigo que el padre inflige al hijo. En contraste con esta perspectiva, es posible pensar que el sufrimiento no es un desvío en la fluida autopista del placer sino su contracara. En el contexto de la filosofía china, el tandem placer-dolor constituye un juego de opuestos más de los que rigen la armonía de todo lo existente.

Día y noche, femenino y masculino, frío y caliente, placer y dolor. Sufrimos porque hemos gozado. No como castigo por haber gozado. Si hemos de gozar, tendremos que saber que estaremos más expuestos al sufrimiento. Lao-Tzé lo dijo así: "Sólo reconocemos el mal por comparación con el bien". Y Platón en el Fedón: "¡Qué extraña cosa, amigos, parece ser eso que los hombres llaman placer! ¡Cuán admirablemente está relacionado por naturaleza con lo que parece ser su contrario, el dolor! No quieren presentarse los dos juntos en el hombre, pero si alguien posee uno de ellos, casi siempre está obligado a poseer también el otro, como si estuvieran atados por una sola cabeza, a pesar de ser dos".

Frente a esta perspectiva, algunas filosofías -entre ellas la de los estoicos más radicales- razonaron: "Si el placer suele venir de la mano del dolor, extirpémoslo como si se tratara de un cáncer. Si no gozamos, tampoco sufriremos". Filósofos menos drásticos encontraron que esa actitud, lejos de ser prudente, es propia de insensibles.

Hay factores que contribuyen enormemente a agudizar el sufrimiento. Uno de ellos es la sorpresa. Un ser querido que jamás tuvo dolencias cardíacas muere joven de un ataque al corazón; nos echan sorpresivamente del trabajo; un amigo nos traiciona. En estos casos el sufrimiento se agudiza con la consternación, que es el sentimiento que suma la sorpresa al dolor. Un dolor sorpresivo -todos lo sabemos- suele ser mucho más agudo que un dolor anunciado. Cuando cede el asombro, el dolor pierde parte de su ferocidad.

Otro factor que contribuye a agudizar el sufrimiento es el cambio de hábitos. Nos echan del trabajo y además del sueldo extrañamos el almuerzo compartido con los compañeros. Nos separamos de nuestra pareja, y parte del sufrimiento que padecemos obedece a que extrañamos los innúmeros rituales compartidos a lo largo de los años, esos amados ritmos que en su momento nos hicieron optar por lo bueno conocido. El poder de la costumbre revela los límites de la razón: el fumador sabe que el hábito de fumar puede sustraerle la vida misma (su razón ha sido persuadida sobre los peligros del cigarrillo), una vida que él desea fervientemente conservar, pero intenta dejar de fumar y no lo logra. El hábito somete como un déspota sanguinario. No siempre es posible librarse de él mediante razones, es preciso generar las condiciones para que otros hábitos los suplanten. Esa transición -entre un universo de hábitos y otro- suele ser dolorosísima.

Otro factor que contribuye a agudizar el dolor es el horror mismo al sufrimiento. Cuando se le hace mal a alguien, no sólo aparece el dolor o la angustia sino también el horror al dolor. Sufrimos por la pena que nos embarga, y también por autocompasión, por la injusticia de la que sentimos ser objeto. "La parte del alma que pregunta ¿por qué se me hace mal? es la parte de todo ser humano que ha permanecido intacta desde la infancia", escribe Simone Weil. El desarrollo de la medicina y las imágenes publicitarias de la felicidad favorecen este horror al sufrimiento. Como si el dolor -o los problemas en general- no formaran parte de la vida.

Algunos de los males decisivos que nos aquejan son inevitables. No están en nuestro poder. Muere un ser querido, y no pudimos hacer nada para evitarlo. Diversas corrientes de pensamiento -entre ellas el estoicismo y el budismo- confluyen en subrayar la necesidad de aceptar las circunstancias adversas y el dolor. Aceptar el cambio, incluso si es doloroso. Aceptar que el dolor es parte de la vida. Sufro, entonces existo. "De hombres es sentir los males, y flaqueza no sufrirlos", dice un refrán popular.

El juicio moral sobre las acciones humanas.

Todas las acciones (u omisiones) que dependen de nuestra determinación

voluntaria son éticamente valorables. Los actos morales son los que implican

intencionalidad, voluntad y una cierta conciencia de los fines y consecuencias, por

lo que también conllevan responsabilidad.

El sentido ético de nuestra existencia implica un proceso permanente de

deliberación y decisión. La vida humana implica ejercer la reflexión racional y

deliberativa para analizar, comparar y argumentar en pro y en contra de las

opciones que se nos presentan para, finalmente, establecer un juicio claro sobre la

opción que vamos a elegir.

Los elementos que intervienen en nuestros actos son los siguientes: las causas y

motivos que nos llevan a desear hacer o no hacer algo, los fines que queremos

cumplir, la intención que tenemos al actuar , los medios de que nos valemos para

realizar la acción y, finalmente los efectos y consecuencias de nuestra acción.

Componentes de la acción moral.

Causas y motivos.

Todo acto moralmente valorable tiene una causa y unos motivos más o menos

conscientes. El contexto en el que nos encontramos nos motiva a actuar en un

sentido o en otro. Motivar viene del latín movere que significa mover. Nos motivan

también los ideales y las creencias que tenemos, el temperamento y los hábitos

que nos distinguen así como el carácter que hemos logrado formarnos.

Nos movemos por causas externas y por nosotros mismos. Las causas externas

reciben el nombre de necesidades o determinaciones. Los seres humanos son

libres, pero también están determinados por la necesidad social o natural, pero

nunca a tal grado que pueda decirse que pierden totalmente su libertad.

Para que un acto sea ético o moralmente positivo, es decir, libre y voluntario, el

individuo no tiene que situarse al margen de las necesidades y determinaciones,

sino estar consciente de ellas y de cómo puede enfrentarlas. Esto es, un hombre

libre no es el que no está determinado o no se ve coaccionado por la necesidad,

sino el que sabe enfrentar la necesidad para preservar hasta las últimas

consecuencias la capacidad de decidir por sí mismo.

Fines Intenciones y medios Resultados y

consecuencias

Causas y

motivos

Created by PDF Generator (http://www.alientools.com/), to remove this mark, please buy the software.En una concepción integral del hombre, el cuerpo y el alma o la razón forman una

unidad inseparable. El problema para la ética consiste en alcanzar una clara

conciencia de estas motivaciones y determinaciones para que el individuo se

convierta en sujeto activo (más que pasivo o reactivo) de su propia vida, es decir,

para que sea capaz de decidirse a actuar por sí mismo, motivado por su propia

reflexión y ponderación de las opciones, y guiado por sus sentimientos y

emociones.

Lo que conviene evitar es dejarnos llevar por las causas y necesidades exteriores

o por los impulsos y las pasiones solamente, pues de este modo nos moveríamos

mecánica o automáticamente. En la medida en que nos hacemos conscientes de

las determinaciones, y nos preguntamos qué deseamos hacer realmente, emergen

nuestros verdaderos motivos, debido a que iniciamos un movimiento en nosotros

mismos. Así nos convertimos en la causa de nuestros actos y del sentido que

anhelamos darle a la vida.

Al actuar conscientemente, no sólo realizamos la autonomía, sino también un

aspecto central de la vida ética que es el llamado autodominio. Autodominarse no

significa reprimir lo que queremos o lo que somos, sino tomar las riendas de

nuestra vida. Esto significa tener motivos propios, saber por qué actuamos y hacia

dónde queremos llegar, ver claramente los fines que deseamos realizar,

conscientes de las consecuencias de nuestros actos.

Fines, intenciones y medios.

Sentido significa dirección, rumbo y por ende, implica un objetivo, un fin al que se

quiere llegar. Los fines por excelencia de las decisiones éticas son los valores:

darles realidad a éstos es lo que, en última instancia, consiste el actuar

éticamente. La intención es la disposición con la cual aceptamos realizar tales

fines e implica la percepción que tenemos de las circunstancias en las cuales

vamos a realizar cierto fin. Fines e intenciones están íntimamente relacionados.

Existen dos grandes grupos de fines: los finales, que corresponden a los valores

básicos, y los fines inmediatos que, por lo general, se cumplen a corto plazo. Para

actuar éticamente es muy importante distinguir estos dos tipos de fines pues, de

hecho, los de corto plazo generalmente son, en realidad, medios para realizar los

valores. Conviene establecer una jerarquía entre lo que realmente importa para

realizarnos como seres humanos y lo que es menos importante aunque pueda ser

urgente y necesario.

El actuar con conciencia ética implica dar realidad plena a los ideales y al futuro ,

en la confianza y la convicción con la que actuamos. Claro está que al hacer esto

se nos pide renunciar a la satisfacción inmediata en cierto momento, pero ello no

significa que hayamos de renunciar siempre a los bienes materiales y corporales.

Por eso es muy importante establecer un juicio adecuado para cada una de las

diferentes situaciones en que nos encontramos y ver si no estamos

Created by PDF Generator (http://www.alientools.com/), to remove this mark, please buy the software.comprometiendo lo de mayor valor por obtener algo que vale menos, de acuerdo

con el sentido ético que deseamos darle a nuestra vida.

Puesto que los medios pueden ser muy variados, es preciso tener claro que éstos

han de concordar con los fines; no es suficiente que los fines sean buenos, sino

que los medios deben ser proporcionados.

La elección de los medios es ya la gestación del fin; y si los medios no son

adecuados y justos, no podrán realizar fines benéficos. Dicho de otra forma: los

fines están al final en nuestra previsión, pero se van gestando con los medios que

elegimos, con nuestros actos concretos y cotidianos.

Resultados, consecuencias y coherencia de actuar.

La acción ética no puede quedarse sólo en tener la intención de hacer algo

positivo o benéfico; por el contrario, busca tener resultados, llegar a concretarse

de forma efectiva, es decir, que concuerde con lo previsto en la intención.

Ello nos exige reflexionar sobre la objetividad de nuestros actos. Éstos se insertan

en el mundo real, en un conjunto de otros actos que imponen condiciones y límites

espaciales y temporales a los proyectos personales. La ética nos pide ser realistas

y esforzarnos por llevar a término nuestras intenciones.

Por otro lado, al insertarse en el mundo real, los actos éticos no quedan aislados

sino que traen consigo una serie de consecuencias para nuestra vida y para la de

la comunidad, frente a las cuales tendremos que responder. La responsabilidad no

consiste sólo en enfrentar nuestros actos, sino también lo que ellos suscitarán con

el tiempo. Es preciso, por tanto, prever tales consecuencias y tomar en cuenta que

algunas de ellas no son siempre evidentes.

Las consecuencias de los actos nunca son estrictamente individuales, pues se

inscriben en el mundo en el que están los otros. La responsabilidad no se funda

solamente en lo que hacemos sino también en lo que dejamos de hacer. En otras

palabras, no sólo somos responsables por las acciones, sino también por las

omisiones.

EL ACTO HUMANO

El acto humano son aquellas acciones internas y externas en las que el hombre actúa a su propia voluntad, con la finalidad de llegar a su entendimiento y con un análisis previo.

Los requisitos para la realización del acto humano son:

* El conocimiento es un elemento importantísimo, ya que no se puede querer algo sin antes conocerlo.

* Debe ser voluntario, esto quiere decir:

a) Que procede de nuestra voluntad.

b) Que el resultado de nuestra voluntad haya sido, al menos en su causa, producto del entendimiento o racionamiento.

* El ser humano debe poseer la libertad para realizar un acto; ya que ésta es característica de los seres inteligentes.

La moral y el acto humano:

Los actos humanos vistos desde la moral son realizados consciente y libremente, es decir, con un nivel racional. Son objeto material de la ética y pueden ser juzgados como buenos o malos des de el punto de vista de la moral.

Ese juzgamiento moral depende de ciertas condiciones subjetivas y propias de cada persona que realiza el acto.

Todo acto humano tiene un valor positivo o negativo, determinado por el valor moral.

Estructura del acto humano:

El acto humano se divide entre fases:

1. Fase de intención: Se cuestiona cual es la finalidad del acto y las acciones que se deben seguir para conseguirlo.

a) Se ve el bien del acto.

b) Se quiere el acto.

c) Se juzga racionalmente que debe ser buscado.

d) Intención: deseo de alcanzarlo.

2. Fase de elección: Se escoge el medio adecuado para alcanzar el objetivo.

e) Deliberación.

f) Consentimiento.

g) Juicio de elección.

h) Elección.

3. Fase de acción: Se ordena, realiza y disfruta el acto.

i) Juicio de conciencia.

j) Realización del acto.

k) Desarrollo de la acción.

l) Gozo del acto.

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