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Ensayo Libro Dialogos En El Infierno


Enviado por   •  23 de Julio de 2013  •  3.065 Palabras (13 Páginas)  •  727 Visitas

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DIALOGOS EN EL INFIERNO

ENTRE MAQUIAVELO Y MONTESQUIEU

De: MAURICE JOLY

En el año de 1864 se publica en Bruselas, de manera anónima, Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, escrito que satiriza y denuncia el gobierno de Napoleón III. Este documento fue introducido en Francia de contrabando en varias partidas, pero como algunos de los contrabandistas eran miembros de la policía, ésta con gran facilidad incautó toda la edición y desenmascaró a su autor. Maurice Joly fue arrestado. Pasó un tiempo en la cárcel de Sainte-Pélagie por "excitación al odio y al menosprecio del Gobierno". Los defensores del Imperio lo atacaban, para los republicanos, lejos de ser un mártir glorioso, constituía un estorbo.

Es un diálogo imaginario-real creado por Maurice Joly, ya que Maquiavelo y Monsquieu son de siglos distintos. Basado en dos obras relevantes de los autores “EL PRINCIPE” de Maquiavelo y “EL ESPIRITU DE LAS LEYES” de Montesquieu.

NICOLAS MAQUIAVELO (Florencia, 3 de mayo de 1469 - 21 de junio de 1527)

MONTESQUIEU (Château de la Brède, 18 de enero de 1689 - París, 10 de febrero de 1755)

Este libro no es una sátira; el sentir de los pueblos modernos es demasiado civilizado como para soportar crudas verdades sobre política contemporánea. La duración de algunos acontecimientos históricos está destinada a corromper a la honestidad misma; pero la conciencia pública sobrevive aún.

ANALISIS

La obra se resume de la siguiente manera

“Se trate de la destrucción de los partidos políticos y de las fuerzas colectivas, de quitar prácticamente al Parlamento la iniciativa con respecto a las leyes y transformar el acto legislativo en una homologación pura y simple, de politizar el papel económico y financiero del Estado a través de las grandes instituciones de crédito, de utilizar los controles fiscales, ya no para que reine la equidad fiscal sino para satisfacer venganzas partidarias e intimidar a los adversarios, de hacer y deshacer constituciones sometiéndolas en bloque al referéndum, sin tolerar que se las discuta en detalle, de exhumar viejas leyes represivas sobre la conservación del orden para aplicarlas en general fuera del contexto que les dio nacimiento (por ejemplo, una guerra extranjera terminada hace rato), de crear jurisdicciones excepcionales, cercenar la independencia de la magistratura, definir el “estado de emergencia”, fabricar diputados “incondicionales” (…) bloquear la ley financiera por el procedimiento de la “depresupuestación” (si el vocablo no existe, existe el hecho), promover una civilización policial, impedir a cualquier precio la aplicación del habeas corpus; nada de todo esto omite este manual del déspota moderno sobre el arte de transformar insensiblemente una república en un régimen autoritario o, de acuerdo con la feliz fórmula de Joly, sobre el arte de “desquiciar” las instituciones liberales sin abrogarlas expresamente. La operación supone contar con el apoyo popular y que el pueblo (lo repito por ser condición indispensable) esté subinformado; que, privado de información, tenga cada vez menos necesidad de ella, a medida que le vaya perdiendo el gusto.”

Maquiavelo, comienza presentando con un trazo, toda la idea de separación de poderes de su adversario:

“Permitid que ante todo examine en sí misma la mecánica de vuestra política: tres poderes en equilibrio, cada uno en su compartimiento; uno dicta las leyes, otro las aplica, el tercero debe ejecutarlas. El príncipe reina y los ministros gobiernan. ¡Báscula constitucional maravillosa! Todo la habéis previsto, todo ordenado, salvo el movimiento: el triunfo de un sistema semejante anularía la acción; si el mecanismo funcionara con precisión, sobrevendría la inmovilidad; pero en verdad las cosas no ocurren de esa manera. En cualquier momento, la rotura de uno de los resortes, tan cuidadosamente fraguados por vos, provocaría el movimiento. ¿Creéis por ventura que los poderes se mantendrán por largo tiempo dentro de los límites constitucionales que le habéis asignado, que no los traspasarán? ¿Es concebible una legislatura independiente que no aspire a la soberanía? ¿O una magistratura que no se doblegue al capricho de la opinión pública? Y sobre todo ¿qué príncipe, soberano de un reino o mandatario de una república, aceptará sin reservas el papel pasivo a que lo habéis condenado: quién, en su fuero íntimo, no abrigará el secreto deseo de derrocar los poderes rivales que trabajan en acción? En realidad, habréis puesto en pugna todas las fuerzas antagónicas, suscitando todas las venturas, proporcionando armas a los diferentes partidos; dejáis librado el poder al asalto de cualquier ambición y convertís el Estado en campo de lucha de las facciones. En poco tiempo el desorden reinará por doquier; inagotables retóricos convertirán las asambleas deliberativas en torneos oratorios; periodistas audaces y desenfrenados libelistas atacarán diariamente al soberano en persona, desacreditarán al gobierno, a los ministros y a los altos funcionarios…”

Montesquieu le responde también con una caracterización contundente:

“os reserváis el derecho de deshacer lo que habéis hecho, de quitar lo que habéis dado, de modificar vuestra constitución, sea para bien o para mal, y hasta de hacerla desaparecer por completo si lo juzgáis necesario. No prejuzgo nada acerca de vuestras instituciones, ni de los móviles que en ciertas y determinadas circunstancias pudieran induciros a actuar; os pregunto tan solo qué garantía mínima, por frágil que ella fuese, podrían hallar los ciudadanos en medio de tan inmensa arbitrariedad y, sobre todo, cómo os imagináis que podrían resignarse a soportarla”.

Maquiavelo replica:

“no destruiré directamente las instituciones, sino que les aplicaré, una a una, un golpe de gracia imperceptible que desquiciará su mecanismo. De este modo iré golpeando por turno la organización judicial, el sufragio, la prensa, la libertad individual, la enseñanza.”

Los temas más relevantes en la obra, vistos desde el punto de vista de cada uno de ellos.

FILOSOFIA POLITICA

Maquiavelo

Seré como Alejandr VI y el duque de Valentinois, de quienes se decía que el primero “jamás hacia lo que decía” y el segundo “jamás decía lo que hacía”

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