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Formación de la conciencia y la ley moral

felixaadTutorial2 de Julio de 2013

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Formación de la conciencia y la ley moral

La ley moral es obra de la Sabiduría divina. Se la puede definir, en el sentido bíblico, como una instrucción paternal, una pedagogía de Dios

La ley eterna de Dios, se encuentra en cada ser como la ley natural. Siguiendo ésta, cada ser tiende a su fin y alcanza el sentido de su existencia. Los seres inteligentes deben descubrirla con su razón y corazón. Pueden alterarla pero sufrirán las consecuencias. Siguiendo la ley natural los seres pueden alcanzar la armonía. Aporte del Catecismo de la Iglesia Católica.

2. LA LEY MORAL NATURAL

El concepto de ley es análogo. La ley natural, la Nueva Ley o Ley de Cristo, las leyes humanas políticas y eclesiásticas son leyes morales en un sentido muy distinto, aunque todas ellas tienen algo en común.

Se llama ley eterna al plan de la Sabiduría divina para conducir toda la crea¬ción a su fin ; por lo que se refiere al género humano, se corresponde al eterno designio salvífico de Dios, por el que nos ha elegido en Cristo «para ser santos e inmaculados en su presencia», «eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Je¬sucristo» (Ef 1, 4-5).

Dios conduce cada criatura a su fin de acuerdo con su naturaleza. Concreta¬mente, «Dios provee a los hombres de manera diversa respecto a los demás seres que no son personas: no “desde fuera”, mediante las leyes inmutables de la naturaleza fí¬sica, sino “desde dentro”, mediante la razón que, conociendo con su luz natural la ley eterna de Dios, es capaz de indicar al hombre la justa dirección de su libre actua¬ción» .

La ley moral natural es la participación de la ley eterna en la criatura racio¬nal . Es «la misma ley eterna ínsita en los seres dotados de razón, que los inclina al acto y al fin que les conviene» . Es, por tanto, una ley divina (divino-natural). Consiste en la misma luz de la razón que permite al hombre discernir el bien y el mal, y que tiene fuerza de ley en cuanto voz e intérprete de la más alta razón de Dios, de la que nuestro espíritu participa y a la que nuestra li¬bertad se adhiere . Se la llama natural porque consiste en la luz de la razón que todo hombre tiene por naturaleza.

La ley moral natural es un primer paso en la comunicación a todo el género humano del designio salvífico divino, cuyo completo conocimiento sólo se hace posible por la Revelación. La ley natural «tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo como igual a sí mismo» (Catecismo, 1955).

- Propiedades. La ley moral natural es universal porque se extiende a toda per¬sona humana, de todas las épocas (cfr. Catecismo, 1956). «Es inmutable y permanente a través de las varia¬ciones de la historia; subsiste bajo el flujo de ideas y costumbres y sostiene su progreso. Las normas que la expresan permanecen substancialmente valederas» (Catecismo, 1958) . Es obligatoria ya que, para tender hacia Dios, el hombre debe hacer libremente el bien y evitar el mal; y para esto debe poder distinguir el bien del mal, lo cual sucede ante todo gracias a la luz de la razón natural . La observancia de la ley moral natural puede ser algunas veces difícil, pero jamás es imposible .

- Conocimiento de la ley natural. Los preceptos de la ley natural pueden ser co¬nocidos por todos mediante la razón. Sin embargo, de hecho no todos sus preceptos son percibidos por todos de una manera clara e inmediata (cfr. Catecismo, 1960). Su efectivo conocimiento puede estar condicionado por las disposiciones personales de cada uno, por el am¬biente social y cultural, por la educación recibida, etc. Puesto que en la situación ac¬tual las secuelas del pecado no han sido totalmente eliminadas, la gracia y la Revela¬ción son necesarias al hombre para que las verdades morales puedan ser conocidas por «todos y sin dificultad, con una firme certeza y sin mezcla de error» .

LA LEY INTERNA

Cuando uno es esclavo de un vicio, tiende a creer, cada vez que cae en él, que esta ejercitando su libertad.

Del mismo modo, cuando uno consigue interiorizar Ley, cuando la ha asumido y hecho propia, y la ha transformado en ley interna, le resulta

imposible infringir la ley externa y, por tanto, ya no corre peligro de pecar, porque uno “es la ley” y ésta forma parte de su manera de ser y de pensar y de actuar.

LAS LEYES HUMANAS

Son, como ya quedó dicho, las dictadas por la legítima autoridad -ya eclesiástica, ya civil-, en el orden al bien común.

Que la legítima autoridad tenga verdadera potestad dentro de su específica competencia para dar leyes que obliguen, no es posible ponerlo en duda: surge la misma naturaleza de la sociedad humana, que exige la dirección y el control de algunas leyes (cfr. Rom. 13, 1ss.; Hechos 5, 29).

De suyo, pues, es obligatoria ante Dios toda ley humana legítima y justa; es decir, toda ley que:

a) se ordene al bien común;

b) sea promulgada por la legítima autoridad y dentro de sus atribuciones;

c) sea buena en sí misma y en sus circunstancias;

d) se imponga a los súbditos obligados a ella en las debidas proporciones.

Sin embargo, cuando la ley es injusta porque fallen algunas de estas condiciones, no obliga, y en ocasiones puede ser incluso obligatorio desobedecerla abiertamente.

La ley injusta, al no tener la rectitud necesaria y esencial a toda ley, ya no es ley, porque contradice al bien divino. Es necesario, pues, distinguir entre legalidad y legitimidad. No es suficiente que una norma sea dictada dentro del legal establecido y por las autoridades competentes para que deba ser obedecida: es preciso que se acomode de una manera estricta a los principios de la ley natural y de la ley divino-positiva. Aquellas condiciones garantizan su legalidad formal, pero esta última es la que proporciona la legitimidad intrínseca.

Por tanto, si una ley civil se opone manifiestamente a la ley natural, o a la ley divino-positiva, o a la ley eclesiástica, no obliga, siendo en cambio obligatorio desobedecerla por tratarse de una ley injusta, que atenta al bien común.

1. LA LEY REVELADA

La Ley Antigua, revelada por Dios a Moisés, «es el primer estado de la Ley re¬velada. Sus prescripciones morales están resumidas en los Diez mandamientos» (Catecismo, 1962), que expresan conclusiones inmediatas de la ley moral natural. La entera economía del An¬tiguo Testamento está sobre todo ordenada a preparar, anunciar y significar la venida del Salvador .

La Nueva Ley o Ley Evangélica o Ley de Cristo «es la gracia del Espíritu Santo dada mediante la fe en Cristo. Los preceptos externos, de los que también habla el Evangelio, preparan para esta gracia o despliegan sus efectos en la vida» .

El elemento principal de la Ley de Cristo es la gracia del Espíritu Santo, que sana al hombre entero y se manifiesta en la fe que obra por el amor . Es fundamental¬mente una ley interna, que da la fuerza interior para realizar lo que en¬seña. En segundo lugar es también una ley escrita, que se encuentra en las enseñan¬zas del Señor (el Discurso de la montaña, las bienaventuranzas, etc.) y en la cateque¬sis moral de los Apóstoles, y que pueden resumirse en el mandamiento del amor. Este segundo elemento no es de importancia secundaria, pues la gracia del Espíritu Santo, infusa en el corazón del creyente, implica necesariamente «vivir según el Espíritu» y se expresa a través de los «frutos del Espíritu», a los cuales se oponen las «obras de la carne» (cfr. Ga 5, 16-26).

La Iglesia, con su Magisterio, es intérprete auténtico de la ley natural (cfr. Catecismo, 2036). Esta mi¬sión no se circunscribe sólo a los fieles, sino que —por mandato de Cristo: euntes, docete omnes gentes (Mt 28, 19)— abarca a todos lo hombres. De ahí la respon¬sabili-dad que incumbe a los cristianos en la enseñanza de la ley moral natural, ya que por la fe y con la ayuda del Magisterio, la conocen fácilmente y sin error.

Importancia de la conciencia

¿SABE qué tienen en común el marinero que navega por el océano, el excursionista que atraviesa el desierto y el aviador que vuela entre las nubes? Que todos ellos se verán en graves problemas si no disponen de algún aparato para orientarse. No tiene por qué ser muy moderno; basta con una sencilla brújula.

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