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Froebel Y La Educación


Enviado por   •  10 de Diciembre de 2011  •  9.812 Palabras (40 Páginas)  •  856 Visitas

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Notas

1. Para todo lo relativo a la educación, Fröebel tenía siempre presente el principio de la unidad de la vida. La aplicación continua, clara y completa de este principio al trabajo de la educación y a la vida en general, constituye el rasgo más saliente y el mayor de los méritos de su obra. Considerada a la luz de ese principio, la educación viene a ser un procedimiento de unificación, por lo que Fröebel solía llamar a su método «desarrollo o cultura humana para la completa unificación de la vida.» En su carta al duque de Meiningen determina esa tendencia en los siguientes términos: «Educaría seres humanos cuyos cuerpos siguieran unidos a la tierra, a la naturaleza; cuyas mentes se elevaran hasta el cielo para contemplar la verdad desde su altura, y cuyos corazones unieran lo terreno y lo celestial, la varia vida de la tierra y de la naturaleza y la gloria y paz del cielo: la tierra que es de Dios, y el cielo que es la mansión divina.» Más adelante dice: «No hay más poder que el de la idea, y la identidad de las leyes cósmicas y las de nuestra mente tienen que reconocerse; todas las cosas deben considerarse como la incorporación de una idea.» Con respecto al ser humano individual, esa unificación de la vida significa para Fröebel la armonía en el sentir, pensar, creer y obrar; con referencia a la humanidad, significa subordinación del yo al bienestar y al desenvolvimiento progresivo de la humanidad; en cuanto a la naturaleza, significa subordinación reflexiva a sus leyes de desarrollo; tocante a Dios, significa perfecta fe, según Fröebel la considera realizada en el cristianismo.

No estará de más indicar desde un principio que Fröebel y Heriberto Spencer convienen esencialmente en este principio fundamental de unificación. Pero es necesario tener en cuenta que Fröebel aplica dicho principio a la educación en sus relaciones prácticas o efectos prácticos como una interpretación del pensamiento en la vida, mientras que Spencer lo aplica a la filosofía como una interpretación de la vida en el pensamiento. Spencer cree tan firmemente en la «llegada definitiva a la unidad» en el pensamiento como Fröebel en la llegada final a la unidad en la vida.

2. La indulgencia no debe tomarse de ninguna manera como pretexto para dejar al niño solo, es decir, abandonado completamente a lo que podría llamarse su dirección propia, permitiendo quizás que se entregue a viciosas inclinaciones contrarias a la ley moral o social, en vez de educarle de modo que llegue a obedecer libremente a esa ley. Fröebel ve en el niño a un tierno y fresco brote de humanidad progresiva, y cuando pide que se le enseñe a seguir pasivamente y que se le proteja por la vigilancia, lo hace refiriéndose a la parte divina que para él hay en el niño. Quisiera que el educador estudiara al niño como expresión de una ley divina interna, y ésta es la que él quiere que obedezcamos y sigamos, guardándola y defendiéndola, en nuestros trabajos pedagógicos. Evidentemente, esto supone constante asiduidad para el debido acomodamiento de las circunstancias, de tal modo que el niño esté libre de tentaciones de insanos caprichos y perniciosas tendencias, mientras que por otra parte se le procuran abundantes incentivos u oportunidades para desarrollarse rectamente.

Teniendo igual pensamiento, dice Spencer: «El mayor saber tiende continuamente a limitar nuestros impedimentos a las operaciones de la vida. De igual manera que en la medicina u otras ciencias, en la educación vamos averiguando que el éxito en lo que nos propongamos no se ha de lograr sino haciendo que nuestros recursos o medios sólo tiendan a favorecer aquel desarrollo espontáneo que todas las mentes experimentan al adelantar hacia su completa madurez.»

3. La propia actividad, en el sentido que da Fröebel a esta palabra, no implica simplemente que el alumno ha de hacerlo todo por sí mismo, ni que lo haya de hacer solamente porque le resulte beneficio de ello; implica que en todas ocasiones ha de estar en actividad todo su ser, es decir, que la actividad debe emplear a un tiempo todas sus facultades. La ley de la propia actividad no requiere la actividad parcial solamente, sino la actividad general de todo el ser.

Hay gran diferencia entre la propia actividad de Pestalozzi y la de Fröebel. La de el primero se refiere a la operación adquisitiva, o de aprender, que ocupa la memoria con cosas que apenas tienen relación directa o que apenas producen la expansión mental; tiene mucho que ver con eso de las largas listas de nombres, hechos y fórmulas verbales, con las recitaciones, con la imitación hasta en la lectura, escritura, canto y dibujo. La propia actividad a que se refiere Fröebel interesa a todo el ser, y a todo lo que hay en el niño cuya actividad propia se está desarrollando, simultánea y continuamente. Considera al niño como una individualidad separada y distinta de todas las demás individualidades que forman el universo, pero con una tendencia instintiva y general a unificarse con ellas; con puntos que tienden a ponerse en contacto en todas las direcciones del ser; y su propia actividad se aplica a esas tendencias externas, a obrar, en su más lato sentido, así como se aplica a la tendencia interna, o a ver, en su sentido más lato también.

Por consiguiente, Fröebel da más importancia que Pestalozzi a la espontaneidad de la acción, a la adaptación de todas las fuerzas activas del niño, y a la completa, simpática y activa cooperación del maestro, al cual recomienda «que viva (que aprenda y actúe) con los niños.»

Según Fröebel, la propia actividad es acompañada necesariamente de gozo por parte del niño, y el gozo es la reacción interna de la propia actividad. En esto también le sigue Spencer, pues recomienda que «durante la juventud, así como en la niñez y en la edad madura, la educación intelectual sea instrucción propia,» y «que la acción mental inducida por ella haya de ser siempre intrínsecamente grata.»

4. Dice Spencer que la educación del niño debe seguir igual marcha que la educación de la humanidad considerada históricamente; o en otras palabras, que la formación del saber en el individuo debe seguir igual marcha que la formación del saber en la humanidad. Spencer atribuye la enunciación de esta doctrina a Comte; pero como este autor publicó el primer tomo de su Filosofía Positiva en 1830 y Fröebel publicó su Educación del Hombre en 1826, la cuestión de prioridad queda desde luego resuelta. Es cierto que ese pensamiento estaba como en la atmósfera en aquella época, pues se descubren indicios de él en los escritos de Pestalozzi, Richter, Goethe, Kant y Hegel, y sobre todo en los de Herbart. El mismo Fröebel lo anticipa claramente en lo que escribió desde 1821 a 1822.

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