Lecciones Preliminares De Filosofia
sendy9114 de Agosto de 2013
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LECCIONES PRELIMINARES
DE FILOSOFÍA
LECCIÓN I
EL CONJUNTO DE LA FILOSOF1A
LA FILOSOFÍA Y SU VIVENCIA. DEFINICIONES FILOSÓFICAS Y
VIVENCIAS FILOSÓFICAS. SENTIDO DE LA VOZ FILOSOFÍA. LA
FILOSOFÍA ANTIGUA. LA FILOSOFÍA EN LA EDAD MEDIA. LA
FILOSOFÍA EN LA EDAD MODERNA. LAS DISCIPLINAS
FILOSÓFICAS. LAS CIENCIAS Y LA FILOSOFÍA. LAS PARTES DE
LA FILOSOFÍA.
La filosofía y su vivencia
Vamos a iniciar el curso de introducción a la filosofía planteando e intentando
resolver algunas de las cuestiones principales de esta disciplina.
Ustedes vienen a estas aulas y yo a ellas también, para hacer juntos algo. ¿Qué
es lo que vamos a hacer juntos? Lo dice el tema: vamos a hacer filosofía.
La filosofía es, por de pronto, algo que el hombre hace, que el hombre ha
hecho. Lo primero que debemos intentar, pues, es definir ese «hacer» que
llamamos filosofía. Deberemos por lo menos dar un concepto general de la
filosofía, y quizá fuese la incumbencia de esta lección primera la de explicar y
exponer qué es la filosofía. Pero esto es imposible. Es absolutamente
imposible decir de antemano qué es filosofía. No se puede definir la filosofía
antes de hacerla; como no se puede definir en general ninguna ciencia, ni
ninguna disciplina, antes de entrar directamente en el trabajo de hacerla.
Una ciencia, una disciplina, un «hacer» humano cualquiera, recibe su
concepto claro, su noción precisa, cuando ya el hombre ha dominado ese
hacer. Sólo sabrán ustedes qué es filosofía cuando sean realmente filósofos;
Por consiguiente, no puedo decirles lo que es filosofía. Filosofía es lo que
vamos a hacer ahora juntos, durante este curso en la Universidad de Tucumán.
¿Qué quiere esto decir? Esto quiere decir que la filosofía, más que ninguna
otra disciplina, necesita ser vivida. Necesitamos tener de ella una «vivencia».
La palabra vivencia ha sido introducida en el vocabulario español por los
escritores de la Revista de Occidente, como traducción de la palabra alemana
«Erlebnis». Vivencia significa lo que tenemos realmente en nuestro ser
psíquico; lo que real y verdaderamente estamos sintiendo, teniendo, en la
plenitud de la palabra «tener».
Voy a dar un ejemplo para que comprendan bien lo que es la «vivencia». El
ejemplo no es mío, es de Bergson.
Una persona puede estudiar minuciosamente el plano de París; estudiarlo muy
bien; notar uno por uno los diferentes nombres de las calles; estudiar sus
direcciones; luego puede estudiar los monumentos que hay en cada calle;
puede estudiar los planos de esos monumentos; puede repasar las series de las
fotografías del Museo del Louvre, una por una. Después de haber estudiado el
plano y los monumentos, puede este hombre procurarse una visión de las
perspectivas de París, mediante una serie de fotografías tomadas de múltiples
puntos de vista. Puede llegar de esa manera a tener una idea regularmente
clara, muy clara, clarísima, detalladísima de París.
Esta idea podrá ir perfeccionándose cada vez más, conforme los estudios de
este hombre sean cada vez más minuciosos; pero siempre será una mera idea.
En cambio, veinte minutos de paseo a pie por París, son una vivencia.
Entre veinte minutos de paseo a pie por una calle de París y la más larga y
minuciosa colec-ción de fotografías, hay un abismo. La una es una mera idea,
una representación, un con-cepto, una elaboración intelectual; mientras que la
otra es ponerse uno realmente en presen-cia del objeto, esto es: vivirlo, vivir
con él; tenerlo propia y realmente en la vida; no el con-cepto que lo
substituya; no la fotografía que lo substituya; no el plano, no el esquema que
lo substituya, sino él mismo. Pues, lo que nosotros vamos a hacer es vivir la
filosofía. Para vivirla es indispensable entrar en ella como se entra en una
selva; entrar en ella a explorarla.
En esta primera exploración, evidentemente no viviremos la totalidad de ese
territorio que se llama filosofía. Pasearemos por algunas de sus avenidas;
entraremos en algunos de sus claros y de sus bosques; viviremos realmente
algunas de sus cuestiones, pero otras ni siquiera sabremos que existen quizá.
Podremos de esas otras o de la totalidad del territorio filosófico, tener alguna
idea, algún esquema, como cuando preparamos algún viaje tenemos de
antemano una idea o un esquema leyendo el Baedeker previamente. Pero
vivir, vivir la realidad filosófica, es algo que no podremos hacer más que en
un cierto número de cuestiones y desde ciertos puntos de vista.
Cuando pasen años y sean ustedes viajeros del continente filosófico, más
avezados y más viejos, sus vivencias filosóficas serán más abundantes, y
entonces podrán ustedes tener una idea cada vez más clara, una definición o
concepto cada vez más claro, de la filosofía.
De vez en cuando, en estos viajes nuestros, en esta peregrinación nuestra por
el territorio de la filosofía, podremos detenemos y hacer balance, hacer
recuento de conjunto de las experiencias, de las vivencias que hayamos tenido;
y entonces. podremos formular alguna definición general de la filosofía,
basadas en esas auténticas vivencias que hayamos tenido hasta entonces.
Esa definición entonces tendrá sentido, estará llena de sentido, porque habrá
dentro de ella vivencias personales nuestras. En cambio una definición que se
de de la filosofía, antes de haberla vivido, no puede tener sentido, resultará
ininteligible. Parecerá acaso inteligible en sus términos; estará compuesta de
palabras que ofrecen un sentido; pero ese sentido no estará lleno de la vivencia
real. No tendrá para nosotros esas resonancias largas de algo que hemos estado
mucho tiempo viviendo y meditando.
Definiciones filosóficas y vivencias filosóficas.
Así, por ejemplo, es posible reducir los sistemas filosóficos de algunos
grandes filósofos, a una o dos fórmulas muy pregnantes, muy bien acuñadas.
Pero ¿qué dicen esas fórmulas a quien no ha caminado a lo largo de las
páginas de los libros de esos filósofos? Si les digo a ustedes, por ejemplo, que
el sistema de Hegel puede resumirse en la fórmula de que «todo lo racional es
real y todo lo real es racional», es cierto que el sistema de Hegel puede resumirse
en esa fórmula. Es cierto también que esa fórmula presenta un sentido
inmediato, inteligible, que es la identificación de lo racional con lo real, tanto
poniendo como sujeto a lo racional y como objeto a lo real, como invirtiendo
los términos de la proposición y poniendo lo real como sujeto y lo racional
como predicado.
Pero a pesar de ese sentido aparente e inmediato que tiene esta fórmula, y a
pesar de ser realmente una fórmula que expresa en conjunto bastante bien el
contenido del sistema hegeliano, ¿qué les dice a ustedes? No les dice nada. No
les dice ni más ni menos que el nombre de una ciudad que ustedes no han
visto, o el nombre de una calle por la cual no han pasado nunca. Si yo les digo
a ustedes que la Avenida de los Campos Elíseos está entre la Plaza de la
Concordia y la Plaza de la Estrella, ustedes tienen una frase con un sentido;
pero dentro de ese sentido no pueden poner una realidad auténticamente
vivida por ustedes.
En cambio, si se ponen a leer, a meditar, los difíciles libros de Hegel; si se
sumergen y bracean en el mar sin fondo de la Lógica, de la Fenomenología
del Espíritu, o de la Filosofía de la Historia Universal, al cabo de algún
tiempo de convivir por la lectura con estos libros de Hegel, ustedes viven esa
filosofía; estos secretos caminos les son a ustedes conocidos, familiares; las
diferentes deducciones, los razonamientos por donde Hegel va pasando de una
afirmación a otra, de una tesis a otra, ustedes también los han recorrido de la
mano del gran filósofo y entonces, cuando lleven algún tiempo viviéndolos y
oigan decir la fórmula de «todo lo racional es real y todo lo real es racional»,
llenarán esa fórmula con un contenido vital, con algo que han vivido
realmente, y cobrará esa fórmula una cantidad de sentidos y de resonancias
infinitas que, dicha de primera vez, no tendría.
Pues bien: si yo ahora les diese alguna definición de la filosofía, o si me
pusiese a discutir con ustedes varias definiciones de la filosofía, sería
exactamente lo mismo que ofrecerles la fórmula del sistema hegeliano. No
pondrían ustedes dentro de esa definición ninguna vivencia personal. Por eso
me abstengo de dar ninguna definición de la filosofía. Solamente, repito,
cuando hayamos recorrido algún camino, por pequeño que sea, dentro de la
filosofía misma, entonces podremos, de vez en cuando, hacer alto, volver
atrás, recapitular las vivencias tenidas e intentar alguna fórmula general que
recoja, palpitante de vida, esas representacio-nes experimentadas realmente
por nosotros mismos.
Así, pues, estas Lecciones preliminares de filosofía
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