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Dictaduras como identidad Latinoamericana

Cinthia FernandaEnsayo18 de Junio de 2019

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De acuerdo a las distintas unidades y lecturas expuestas a lo largo del curso, el continente americano no resulta tener el carácter de un conglomerado político, económico, social y cultural uniforme a lo largo del siglo XX. Al contrario, el continente americano, ha sido testigo de diversos acontecimientos que conllevan trasformaciones constantes, tanto en lo político, cultural, social o económico. Para sostener la hipótesis de una américa de historia heterogénea,  se comprenderá la historia no sólo como influencia cronológica, sino como una disciplina interpretativa, que involucra estructuras, agentes específicos, una convergencia en lo macro y micro dentro de la conformación y trasformación de un continente respecto a su identidad. Por lo tanto, se indagará en los marcos cronológicos expuestos en catedra, realizando análisis de los fenómenos propios de cada uno y su impacto en el continente en diversos aspectos, abriendo paso a una visión compleja que pretende superar la limitación geopolítica.

En primer lugar, comprenderemos el marco cronológico de regionalismo y nacionalismo, reflexionando en él la emergencia cultural de América. En dicho intervalo temporal entre 1910s-1930s, es posible apreciar el cuestionamiento identitario del continente: ¿América es inventada o descubierta? De esta forma, se amplía una visión crítica sobre la existencia de un proyecto histórico en el continente desde su conquista, este presentaría un problema de carácter ideológico y de cosmovisión, siendo parte de una crisis hegemónica con intereses religiosos, políticos, geográficos, entre otros (O ‘Gorman, 1995). En concreto, surge un periodo multifocal de movimientos que tienen fuerza en Latinoamérica, tales como el nacionalismo, revoluciones y regionalismos, los cuales tiene como actores sociales a la clase media, campesinos y obreros, como también la participación de pensadores. Dichos movimientos, apuntan a un proceso de articulación identitaria, como a una emancipación de una dependencia económica, cultural y política. Es posible apreciar la necesidad de empoderarse, definirse como continente trabajando en unidad, se rescatan raíces históricas las cuales tienen sentido en la nueva reflexión sobre una hegemonía extranjera; y un legado cultural en la constitución del continente, donde se  postula que américa padecería de ideas importadas, por lo que es necesario generar un modelo de gobierno propio orientado a corresponder al pueblo en vista de conocer sus verdaderas necesidades, como también de su memoria histórica, dando énfasis a una concepción de las “dolorosas américas” fundadas mediante violencia fáctica desde su conquista  (Martí 1970, 134). Dentro de la complejidad, México resulta ejemplo del pronunciamiento social y el movimiento revolucionario, donde se distinguen diversos disturbios antiamericanos; siendo el de Guadalajara en noviembre de 1910 (Bloch y Ortoll 2004) uno de los más significativos, ya que se percibe la detección de un enemigo yanqui que ejerce dominación no sólo en un plano económico o político, sino también en lo social y por ende en la perspectiva de identidad. Sin embargo, existen paradojas y he aquí la complejidad de todo proceso del cono Sur. Porfirio Díaz, resulta ser personaje relevante en el periodo de regionalismo y nacionalismo, ya que apela a la aplicación de la modernización cientificista, la centralización política y adelanta relaciones comerciales con E.E.U.U en materia de exportación e inversiones acrecentando el malestar que impulsa la revolución mexicana (Knigth 1985).Dentro de esta lógica, Porfirio no deja escapar oportunidad de subrayar una relación amistosa con Norteamérica, ya que busca generar la impresión de un México civilizado mediante diversas metodologías tanto estructurales como simbólicas. Ejemplo de la última  es la celebración del centenario, donde se hace distinguible una paradoja identitaria, siendo este una especie de auto homenaje y no una conmemoración debido a la creación de la imagen de progreso para el exterior (Fernández 2006). La misma modernidad representada en esta celebración se presenta como amenaza de las mazas, agudiza el conflicto social al tener lugar en un clima de inestabilidad política, “La ciudad fue trasformada para los extrajeros” (2006 p.339). Opera una voluntad de fabricación identitaria sofocando memoria histórica, existe desajuste entre la conmemoración del pasado y la celebración del presente, como también una tensión en la proliferación del antiamericanismo y recreación europeizante. Así, América Latina tiene una tensión constante en su relación dependiente con Norte américa, agente identificado como  dominador en dicho periodo, y a la vez un actor al cuál es necesario mostrar progreso, modernidad y superación de una imagen exótica.

Más adelante, dicha tensión se cristaliza en la gran depresión de 1929, la cual marcó las consecuencias de una dependencia, toda américa latina entra en crisis, surge una trasformación de  actores marginales en actores políticos, proliferan partidos obreros, y con ello es necesario para U.S.A contener el descontento obrero a fin de preservar su relación hegemónica con el cono sur, emerge el estado de bienestar. Dentro de dicho proceso, Chile forma parte de la complejidad que integra la batalla laboral y lucha obrera, siendo escenario de trabajadores que cumplen rol activo, interlocutores y negociantes con el estado en demandar mejoras laborales y mayor compromiso estatal (Vergara  2015).  A nivel micro, es posible observar simultáneamente luchas internas de independencia, tales como el rol de la mujer, quienes reaccionan frente a un estado que pretende implantar un estilo de vida, un modelo social en forma de control sociopolítico, subversiones como la práctica de aborto, abandono del hogar o negarse al modelo de matrimonio, dan muestra de una defensa contante en la relación de poder (Klubock 1995).   Las profundas trasformaciones que ocurren a principios de 1930 establecen reglas que determinan luchas futuras para el empoderamiento político, económico y cultural que deja en evidencia que no existe uniformidad, sino una construcción constante.

En segundo lugar, indagaremos el marco cronológico de sistema mundo e internacionalismo situado entre 1940 y 1960. El centro de este marco radica en la influencia de procesos externos en el funcionamiento interno del cono sur, siendo ejemplo concreto la guerra fría y su disputa en la hegemonía global. Se evidencia crisis política y nuevamente un antiamericanismo, debido a una intervención política de E.E.U.U que tiene un trasfondo complejo de estrategia económica y social, ya que busca la consolidación de ser potencia global y la anti expansión del comunismo (Westad 2012). Estos procesos, preceden el origen de un fenómeno de ingreso geopolítico de Latinoamérica de forma violenta, como fue con la crisis de los misiles en Cuba y una militarización extrema. Se comprende así, un internacionalismo, definido como proceso de exportación de marcos políticos e ideológicos, dentro de una tensión entre socialismo y capitalismo.

A principios de este marco cronológico, se evidencia la guerra fría como una batalla cultural, donde los actores sociales esta vez, corresponden a diplomáticos,  servicios de inteligencia e instituciones revolucionarias. Se sitúa el intervencionismo como paradoja sobre la libertad de Latinoamérica, se hace importante comprender la importancia de los actores políticos en la conexión a escala global, en una época histórica de contraposición de dos proyectos políticos holísticos, donde el tercer mundo aparece como satélite de los intereses de las grandes potencias, donde pareciese ser que todo lo que ocurriera en el mundo fue era resultado de obra u omisión de U.S.A. Sin embargo, Latinoamérica no resulta ser sólo espectador y existe un dinamismo y diferencia del suceso a escala local, por lo que la guerra fría tiene diversas concepciones según el foco y la memoria histórica que cuestionamos (Ulianova 2009). Pero existe un factor en común,  la cultura se vivencia como espacio de poder, una discusión entre lo local y lo global donde las ideas reemplazan la función militar, surge una forma aparentemente benevolente del imperialismo, donde la persuasión es arma de transformación social, ejemplo de ello es el rol de Disney, quien visualiza en el cono sur un potencial diverso, se construye una imagen de Latinoamérica  como tierra de fantasía mediante animaciones con escenas halagadoras; aportando a ambiente amistoso que pretende el fin del antiamericanismo (Franco 2003). Asimismo, la creación de instituciones como el congreso por la liberad de la cultura desde E.E.U.U, o el congreso por la paz desde la URSS, apuntan a generar un impacto en el ámbito cultural y moldearlo. Desde Norteamérica, surge una paradoja sobre libertad propuesta, ya que contribuye a justificar la violencia tanto revolucionaria como contrarrevolucionaria en nombre de la defensa de la cultura, una supuesta cultura libre pero a la vez universal, es decir, se busca un parámetro de lo cultural, se sofoca y filtra según intereses personales. (Iber 2012). El cono sur también aparece como próspero negocio, se crean textos que instruyen en materia comercial, con el objetivo de suministrar información útil y práctica para los empresarios norteamericanos, junto con una imagen positiva del territorio con el que mantenía constante tensión histórica, una vez más se pretende una trasformación entre las relaciones entre las américas, donde el imperialismo existe en forma implícita, la conquista ahora debe ser en la esfera del deseo, en el consumo y la lógica comercial. Se apelan a herramientas de persuasión, de trasformación conductual de un modo de vida, la publicidad y la orientación pública, la prensa  que transmite un modo de vida norteamericano como ideal, y el papel educacional que impulsa un desarrollo de interacción comercial, son ejemplos de la influencia y una ideología de universalidad (Salvatore 2005). Todo esto prepara la antesala al surgimiento de una extrema militarización en 1960. Se presentan en Latinoamérica dos marcos políticos: el desarrollismo, impulsado por E.E.U.U en método en contención anticomunista, basado en impulsar la revitalización del mercado como forma de modernización social; y por otra parte la guerrilla, marco político de carácter militar propulsado por Cuba con apoyo externo  la URSS, con el objetivo antimperialista de una reformulación de un sistema establecido y nuevamente una crisis de identidad. Se evidencia polarización y difusión de ambos bandos, es necesario influenciar en el espacio colectivo de las subjetividades y conquistarlas, ejemplo de esto es la creación de la casa de las américas, documento político intelectual de Cuba en su funcionamiento interno, buscando “exponer las verdades de la revolución”, el cual es difundido como arma intelectual, arma ideológica simultanea al control estadounidense en esfera de medios masivos. (Quintero 2002).  El año 1968 resulta ser crítico, acercándonos a fines de la década, muchas de las bases sociales no apoyan la polaridad, se genera un redefinición mundial, se hace eminente la posibilidad de una tercera guerra mundial. Surgen manifestaciones sociales simultáneas, una irrupción global percibe el estancamiento del estatus quo político, la retórica del capitalismo y del comunismo se hizo exagerada  en el contexto de competencia de la guerra fría, las figuras políticas ya no recurren a la persuasión, sino a la represión policial, como también los mismos manifestantes comienzan a tomar la imagen del ideal revolucionario que expande Latinoamérica en una dicotomía continental. (Suri 2005).

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