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Reseña Cómo era Bogotá a finales del siglo XIX

Samantha RamosReseña21 de Septiembre de 2020

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Cómo era Bogotá a

finales del siglo XIX

Samantha Fiorela Ramos Chaparro

En 1858 nace en Suiza Ernst Rothlisberger; abogado, filósofo e historiador, conocido en Colombia por ser uno de los primeros profesores extranjeros de la Universidad Nacional de Colombia, donde dio clases de Cátedra de filosofía e historia en 1881 hasta 1885. Su entusiasmo viajero lo llevó a realizar una obra acuñada como “El Dorado: Estampas de la cultura de la Colombia suramericana” publicada en 1898; en la que analiza la sociedad colombiana del siglo XIX, valiéndose de lo que presenció en su estancia en este país realiza una reflexión desde su perspectiva como hombre europeo, con ideas positivistas- liberales, en tierras americanas. La estadía de Rothlisberger en Colombia fue controversial, ya que era un periodo conservador, bajo el gobierno de Rafaél Núñez, donde sus ideales eran motivo de disentimiento.

En 1885 regresa a su país a continuar ejerciendo como docente en la Universidad de Berna, hasta el día de su muerte en enero de 1926.

Cómo era Bogotá a finales del siglo, es un capítulo del libro de Ernst Rothlisberger donde describe el mecanismo social de la capital colombiana en la segunda mitad del siglo XIX. Esta ciudad se caracterizaba por tener un régimen eclesiástico y militar; mediante el cual los ámbitos sociopolíticos se desarrollaban. Según Ernest “en torno a la iglesia se concentran los principales acontecimientos de la vida del hombre”, él destacaba todas las ceremonias religiosas y los protocolos que se llevaban a cabo en dichos rituales.

Así mismo, Rothlisberg hacía referencia a las jerarquías presentes en este tiempo, resaltando la “gran miseria de las clases bajas, pero especialmente las que tienen demasiadas aspiraciones sociales”, dando a entender que era casi imposible aspirar a tener una mejor posición social si se era perteneciente a la clase baja, ya que         Bogotá estaba inmersa en un sistema muy afín con las tendencias señoriales, en las que el poder y por ende, el statu quo eran heredados.

La iglesia, a pesar de predicar un mensaje de humanismo, misericordia y bondad, recurría a usar las ofrendas económicas de los feligreses para fines de enriquecimiento ilegítimo por parte de miembros de instituciones como “centros de beneficencia”.

Por otra lado, se mencionaba el tema de las elecciones políticas, donde también se hacía evidente un protocolo mediante el cual solo las “personas capacitadas podían votar”, además de  ciertas infracciones legales (como la suplantación de identidad). De esta manera, el bipartidismo generaba alboroto y  riñas por parte de los miembros de los partidos.

Todo esta observación  hecha por Rothlisberger, da una idea del carácter colonial bajo el cual se regía Bogotá, adoptando costumbres europeas en prácticamente todos los ámbitos sociales; pero su perspectiva desde un carácter positivista-liberal otorga un gran análisis con respecto a las opresiones e injusticias que se presentaban en esta jerarquización de poder. Por un lado, la iglesia cumplía un papel protagónico en todo el orden social, llegando a tener gran influencia hasta en el ámbito artístico donde los protocolos de las ceremonias tenían un carácter rígido en el que la música se hacía sentir como símbolo de veneración divina y respeto por las fuerzas militares.

El poder político que ejercía la iglesia también se hacía evidente, a pesar de  que el país estaba dividido en dos partidos políticos, el conservador operaba con más fuerza gracias al sistema religioso y de linaje de la época. El ímpetu y solidez de este partido se le puede atribuir a su estrecha relación con la iglesia católica, pues el control que ejercía se valía de una deidad, lo que se ha hecho por siglos y siglos en Colombia, para poder configurar sociedades a su antojo.

En las últimas décadas esto ha ido cambiando, la población colombiana ya no tiende a dejarse llevar por un escapulario y una biblia en el ámbito político. Un claro ejemplo de esto es el caso del Ex- Procurador General de la Nación (2009- 2016), Alejandro Ordoñez, un fanático religioso que pensó que su apariencia de promulgador y defensor “de la vida y los valores familiares tradicionales bajo el concepto de la divinidad religiosa” lo podrían llevar a ocupar el cargo de Presidente de la República, lo cual no se consolidó por la falta de apoyo por parte de los votantes en la Gran Consulta por Colombia, donde terminó por abandonar su candidatura.

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