Cultura Colonial
xime949421 de Septiembre de 2013
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El siglo XVI fue escenario de dos importantes fenómenos históricos: la conquista española y el complejo proceso de instalación del sistema colonial. Ninguno de los dos se dio de manera abrupta e inmediata. Ninguno significó una victoria absoluta de los conquistadores españoles sobre las sociedades que habitaban los territorios del "Nuevo Mundo". De hecho, los aborígenes resistieron la conquista y la colonización a veces por medio de enfrentamientos directos, pero fundamentalmente por medio de estrategias políticas y culturales que se proyectaron más tarde en la larga temporalidad colonial.
De otro lado, la misma monarquía española y los conquistadores se enfrentaron entre sí por el control y el usufructo del proceso de colonización y por las características que debía tener. Estas diferencias se ventilaron a lo largo del siglo XVI a través de debates, guerras y movimientos subversivos. Sólo en las últimas décadas de esa centuria, se logra la consolidación de un orden colonial y de las instituciones que van a regir gran parte de la vida colonial y de las instituciones que van a regir gran parte de la vida colonial en los siglos siguientes.
La exploración del Atlántico durante el siglo XV
América, el gran continente rodeado por los dos océanos más grandes del planeta, se mantuvo hasta 1492 ¬quinientos y más años atrás¬ como una tierra desconocida para el resto del mundo. Su historia, protagonizada por los casi 50 o 60 millones de habitantes que tenía poco antes de aquel año, transcurría en la soledad a la que le confinaba la distancia y el aislamiento respecto de los otros continentes.
Por el contrario, Europa, Asia y Africa mantuvieron durante milenios vínculos geográficos e históricos muy estrechos, que fueron incrementándose durante el siglo XV gracias al intercambio comercial de larga distancia, que se estableció principalmente a través del mar Mediterráneo, a cuyo alrededor confluían diversas culturas y civilizaciones del oriente y del occidente del "Viejo Mundo".
Para los europeos de es siglo, la más importantes y cotizadas de las rutas comerciales intercontinentales era la que les permitía llegar a la India y al lejano oriente asiático en procura de las famosas "especias", es que empleaban en la conservación de las carnes que iban a servir de alimento durante los crudos inviernos. En esos lejanos lugares de Oriente los comerciantes también obtenían seda y algodón fino, ambos textiles muy codiciados por las clases pudientes europeas.
La necesidad y el lujo, por consiguientes, influyeron para que eses comercio de productos exóticos, cuyo monopolio en el Mediterráneo lo ejercían los mercaderes genoveses y que sufría la amenaza de los turcos en Constantinopla -¬punto principal de la ruta por tierra¬, creciera en volumen e importancia hasta el punto de incentivar en otros países similares empresas, los que principalmente se lanzaron a la búsqueda de oro, indispensable para participar en el tráfico comercial.
Por su privilegiada situación marítima, Portugal fue el país que a partir de 1418, luego de arrebatar Ceuta a los musulmanes, encabezó la iniciativa de buscar una ruta alternativa hacia la India, esta vez bordeando las costas atlánticas del continente africano en dirección al océano Indico, con lo cual se obviaba el obligado paso por el Mediterráneo. Pero en forma paralela a la expansión atlántica, Portugal fue creando sus primeras colonias insulares (islas Madeira, Azores), en las que estableció plantaciones de caña de azúcar con el trabajo de negros africanos que esclavizaba a medida que avanzaban las exploraciones.
En poco tiempo, los esclavos, el oro y los productos exóticos estimularon como nunca ante el intercambio comercial y llegaron a ser objeto de la codicia de varios países europeos, ansiosos por incrementar sus fuentes de riqueza, tales como España, Holanda, Francia e Inglaterra que se lanzaron al comercio ultramarino y terminaron por convertirse en las primeras potencias colonizadoras modernas, con España y Portugal a la cabeza. Ello iba a estimular la formación de un mercado más integrado y competitivo, de alcances mundiales, que marcaría el tránsito del feudalismo a la época capitalista.
¿Cómo se involucró España en la aventura expansionista de ultramar? A la par que los portugueses, también sus vecinos los marinos andaluces habían incursionado con fuerza en el Atlántico durante el siglo XV. Contando con la ventaja de tener establecida una colonia castellana en las islas Canarias desde 1402, a la que usaron como base de las expediciones, los andaluces terminaron combinando la pesca de altura con la explotación de lucrativo comercio de esclavos, oro y especias que ofrecía el noroeste africano.
Tanto para los españoles como para los portugueses, la expectativa de encontrar nuevas tierras hacia el Oeste se afirmó en la medida que aumentaba el conocimiento del océano y de sus probables rutas.
Este fenómeno, unido a la certeza ya bastante difundida entre los comerciantes y marinos de fines del siglo XV de la esfericidad de la tierra, creó las condiciones para hacer posible el primer viaje trasatlántico.
De manera que hoy nos parecería inverosímil, la competencia entre España y Portugal por el control ultramarino se resolvió en 1494 a través de un tratado ¬llamado de Tordesillas¬ por el cual, con el arbitrio del Papa Alejandro VI, el mundo que se estaba descubriendo fue repartido entre ambos países.
El "Descubrimiento de América"
Se podría pensar que le empresa americana fue una prolongación natural de aquellas primeras experiencias de navegación atlántica. Tarde o temprano los vientos alisios terminarían empujando las embarcaciones en dirección al desconocido continente. Sin embargo, la hazaña de la travesía por el Atlántico no fue tan simple. Tuvieron que confluir una serie de factores de diverso tipo para hacerla posible.
De un lado, el ansia de exploración de nuevas fuentes de riqueza trajo aparejado el adelanto tecnológico. Tuvo que aparecer la carabela, buque creado para surcar el océano, que resumió en sí toda la experiencia náutica acumulada hasta entonces por el "Viejo Mundo". Además, fue indispensable el desarrollo de medios de orientación en el mar.
Para fines del siglo XV, el antiguo temo que suscitaba el misterioso y desconocido océano, llamado Mar Tenebroso durante la Edad Media, había sido en parte superado por conocimientos más científicos. Entre otras cosas, los navegantes disponían de rudimentarias cartas marítimas que se iban completando en las exploraciones y podían calcular la latitud de un lugar por observaciones de la esfera celeste realizadas a través del astrolabio y el cuadrante.
No obstante, estos métodos eran insuficientes para la navegación en alta mar, que también requería experiencia, intuición y una firme convicción en el rumbo elegido. Y fueron estas cualidades precisamente las que confluyeron en el genovés Cristóbal Colón, mezcla de diestro marino y avezado mercader, que se aventuró al encuentro de una ruta hacia la India por el Oeste (Bustos: 1983: 35-44).
Pese a ser el país más desarrollado en materia de navegación atlántica, Portugal no apoyó el proyecto de Colón, por hallarse empeñado en la circunnavegación del Africa. España, en cambio, sí respaldó la empresa a través de los Reyes católicos Isabel y Fernando, alentados por la exitosa culminación de sus guerras de reconquista que concluyeron con la expulsión de moros y judíos de sus territorios. La toma cristiana del último reducto moro en Granada se dio justamente en 1492, meses antes de que Colón efectuara su primer arribo a islas americanas.
* Docente de la Universidad Andina "Simón Bolívar" e investigadora del Taller de Estudios Históricos.
Reseña
Las raíces del Ecuador, nuestra Patria, son también las de cada uno de nosotros. Por ello estamos comprometidos con el estudio de su historia.
Este Manual de Historia del Ecuador está escrito para contribuir a ese estudio. Cubre más de doce mil años de nuestra trayectoria, desde las más remotas raíces del país, hasta el presente. Sus dos tomos han sido cuidadosamente preparados como un instrumento de conocimiento ágil, pero al mismo tiempo riguroso, basado en las más recientes investigaciones. Combina la exposición didáctica y el diseño editorial ameno, con la discusión académica especializada y las referencias a las publicaciones historiográficas más importantes.
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El manual tiene como gran protagonista de nuestra historia al pueblo, a los grandes actores sociales colectivos. En el marco de su papel en el mundo y en Latinoamérica, la obra estudia la producción económica, la estructura social, la vida política, la cultura y sus manifestaciones; caracteriza los procesos y ubica en ellos a los protagonistas personales y a los eventos concretos.
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