FILOGENIA DEL LENGUAJE
arellano18249 de Agosto de 2014
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FILOGENIA DEL LENGUAJE
Precursores evolutivos del lenguaje humano
Los numerosos y fascinantes estudios realizados en el campo de la "comunicación" animal le hacen creer al estudioso que se asoma por primera vez a este tema, que el abismo que nos separa del mundo zoológico en realidad no existe, y que los seres humanos constituimos una especie entre tantas otras. En las diversas especies animales se pueden observar conductas rituales, verdaderas señales y sonidos emitidos, que parecen servir a alguna forma de comunicación. Describiremos brevemente dos de las observaciones más sugestivas sobre este tema, complementándolas con sus respectivas interpretaciones.
Tal vez uno de los hechos más fascinantes de la psicología comparada sea la "danza" de las abejas. Con su comportamiento, la obrera exploradora "señala" a sus compañeras que ha encontrado una fuente de polen, la distancia a la que se encuentra la misma, y hasta la dirección de vuelo para llegar a ella. Si bien se trata de un comportamiento dirigido a producir un cambio conductual en sus congéneres, no podemos incluirlo en el concepto de comunicación, tal como lo entendemos en el homo sapiens sapiens. La imposibilidad deriva de su carácter exclusivamente instintivo, no convencional, y por lo tanto carente tanto de intencionalidad como de toda posibilidad de variación.
Overhage (1973) cita un aporte de Mead, quien encontró, tanto en el ciervo rojo como en el perro de las praderas, una transmisión de experiencias que de alguna manera puede resultar parecida a la que se da en la sociedad humana, pero las conductas descriptas dependieron de un proceso de aprendizaje concretado sólo en presencia directa del modelo, y que careció de carácter simbólico. El mismo Overhage supone que "durante los primeros estadios de la evolución humana todas las experiencias se transmitieron de ese modo" (ibid). Como se verá, más allá de lo sugestivo de la observación, existen abismales diferencias entre estas formas de comunicación y la riqueza del lenguaje humano.
La emergencia del lenguaje humano
E1 momento preciso de la emergencia del lenguaje en el grupo de los homínidos, es todavía un tema a la espera de una solución adecuada. Leakey (1956) clasifica los estudios dirigidos a
esclarecer este interrogante en cuatro grupos: los que investigan las posibilidades de comunicación de los chimpancés y gorilas, los que buscan las huellas del encéfalo en la caja craneana de los fósiles, los que analizan los utensilios de piedra fabricados por nuestros antepasados, y los que realizan el mismo esfuerzo interpretativo sobre las pinturas rupestres. En este apartado describiremos algunos resultados de las investigaciones en las cuatro áreas ciatadas. Es en base a esos mismos resultados que Overhage (1973) afirma decididamente que el lenguaje a través de sonidos articulados no comenzó hasta el Paleolítico Superior, y especialmente en el Auriñaciense, sobre el final de la Era Glaciar, momento de la creación de las pinturas rupestres, cuando nuestro venerable antepasado ya había logrado "la representación centralizada del espacio y la intuitiva actuación en el espacio imaginado" (ibid). Vale decir, a una respetable distancia de aquel otro logro definitorio de la hominización: la postura erecta, con todos los cambios consecuentes a ella, necesarios como precondiciones de la comunicación verbal (craneofaciales, bucofaríngeos y locomotrices).
Como veremos más adelante no hay acuerdo en cuanto a la etiología precisa de esta importante función. Podemos encontrar en cambio dicho consenso -aunque sea parcialmente- en cuanto a su fenomenología evolutiva. Leakey (1986), como muchos otros, supone la adquisición del lenguaje mediante un proceso escalonado. Dice al respecto que "según todos los indicios, una forma rudimentaria de comunicación verbal apareció hace ya dos millones de años, en vida de Homo Habilis, e incluso pudo darse algún tipo de lenguaje entre los Australopitecinos. La aparición de Homo Erectus probablemente estuvo marcada por un mayor desarrollo de esta habilidad, tal vez con una ampliación del vocabulario y una mayor capacidad para establecer la estructura básica de las oraciones".
El hecho de que se pueda inferir que el Homo Erectus realizaba ceremonias rituales, especialmente en relación con el culto de los muertos, permite suponer que a esta altura ya se había logrado un notable refinamiento del lenguaje.
Como ya vimos al referirnos al desarrollo cognitivo, hay una estrecha relación entre el operar con las imágenes mentales y el desarrollo de la comunicación verbal. Leakey (1986) cita un trabajo de Portman de 1956 en el que éste sostiene que las palabras, nuevos equivalentes de las imágenes, constituyen un instrumento de gran disponibilidad, un verdadero biocatalizador proveedor de una de las mayores ventajas evolutivas. Operatividad que por fin se revela a través de las expresiones gráficas descubiertas en diversas cavernas: ese arte refinado que ubicamos a una distancia de unos treinta mil años, prueba ya irrefutable de la existencia de
un lenguaje verbal, tal como hoy lo entendemos, es decir, implicando "la aptitud para articular ideas abstractas complejas" (Leakey, 1986).
Más allá de la imposibilidad de determinar con precisión el "por qué" del lenguaje, y a pesar de las enormes dificultades para establecer con precisión el "cuándo", intentaremos avanzar en el "cómo", si bien en ese intento no podremos evitar la especulación etiológica, ineludible para la inteligencia humana.
En algún momento, posiblemente hacen unos cien mil años, algunos de nuestros antepasados quisieron y pudieron llamar la atención de sus semejantes y lo hicieron aún en aquellos momentos en que no regía la necesidad de la gratificación de los requerimientos biológicos inmediatos. ¿Qué es lo que motivó semejante cambio revolucionario, verdadera piedra angular del proceso de hominización? Se lo ha atribuido a las necesidades impuestas por el hábito de la caza colectiva, pero teniendo en cuenta que los perros salvajes también practican este tipo de cacería y no han logrado la forma humana de comunicación, resulta más prudente inscribirla en un espectro necesariamente más amplio y complejo de causas. También se ha sugerido que el lenguaje verbal resultó de un fenómeno más vasto que la caza, pero que la incluye: una novedosa forma de economía cooperativa coextensiva con una vida social más compleja. Más allá de la simpatía que pueda generarnos esta especulación, hemos de reconocer que no se cuenta aún con suficientes pruebas al respecto.
Leakey y Lewin (1980), sintetizando de alguna manera las hipótesis hasta aquí adelantadas, suponen que el comienzo de la comunicación verbal estuvo relacionado con ciertas condiciones ecológicas que produjeron una selección de esquemas conductuales comunitarios. Entre ellos incluyen la caza, la recolección y la emergencia de la tecnología de utensilios líticos. Con respecto a este último fenómeno, estudiado exhaustivamente por la paleoantropología, agregaremos a lo ya dicho en el capítulo sobre "Desarrollo Cognitivo" que cuando uno de nuestros antepasados más primitivos observaba un utensilio informe, no podía comprender su uso, salvo que quien lo había fabricado se lo demostrara gestualmente. Sin embargo, con el tiempo, la mayor habilidad para la construcción permitió que la sola mostración del instrumento revelara su finalidad y la manera de ser usado. Esta experiencia debe haber puesto al hombre primitivo a muy corta distancia de poder asignarle un nombre a cada una de esas herramientas. Es muy probable que estos dos procesos -habilidad manual y función simbólica- hayan sido coextensivos, aunque como lo ha sostenido Overhage (1973), "el
problema a resolver sigue consistiendo en explicar cómo se pasa de una comunicación inconsciente a la enseñanza y aprendizaje conscientes y reflejos".
La secuencia histórica de la construcción de utensilios ha sido descripta por Leakey (1996) según este esquema:
- instrumentos toscos (dos a dos y medio millones de años);
hachas de mano en forma de "lágrima", simétricas y con finalidad evidente (un millón y medio de años);
técnica levalloisense: método más económico para desprender las lascas (entre trecientos y cien mil años), coexistiendo con indicios de sepulturas, ofrendas en las tumbas y objetos de culto;
gran diversidad de utensilios con valor estético, coetáneos de las primeras evidencias de expresión artística (cuarenta mil años).
Esta evolución fue interpretada por algunos autores como una lenta pero continua marcha hacia un mayor sentido del orden.
Volvamos, mientras tanto, a la presunta coextensividad de los Progresos Psicomotrices y lingüísticos. Si esta hipótesis pudiera confirmarse, lo que se supuso como lenguaje de los australopitecinos y de otras especies anteriores al homo sapiens sapiens no pasaría de ser un mero precursor evolutivo, y la verdadera comunicación verbal tendría que ser trasladada hasta el Fenómeno Humano en el Paleolítico Superior. Una vez aparecido el homo sapiens sapiens, los cambios tecnológicos condujeron a un mejoramiento lingüístico (sintaxis más elaborada y vocabulario más rico) y social (mejor definición de roles y categorías). Este hombre primitivo, pero ya hombre, no se guiaba exclusivamente por instintos y emociones, sino que lo hacía también por intenciones y finalidades, descubriendo los medios más adecuados para su ejecución. Pero por otra parte convengamos en que cualquier hipótesis sobre el particular debe contar
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