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Fuentes de financiamiento en Sinaloa: prestamistas y banca de fines del siglo XIX hasta 1931


Enviado por   •  9 de Diciembre de 2014  •  Trabajos  •  3.800 Palabras (16 Páginas)  •  296 Visitas

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Fuentes de financiamiento en Sinaloa: prestamistas y banca de fines del siglo XIX hasta 1931

En Sinaloa, el crédito o financiamiento aplicado a la agricultura comercial se obtuvo de diversas fuentes: los prestamistas, que por lo general eran comerciantes, con casa debidamente establecida; también estaban los "usureros", entre los que no faltaban personas de la "alta sociedad", dedicadas a prestar dinero, con pagarés y garantía de bienes muebles o inmuebles.

Al menos desde la segunda mitad del siglo XIX, la economía de Sinaloa contó con la participación de prestamistas y algunas casas comerciales, que cubrieron las demandas financieras de distintos sectores, incluso de la participación de ayuntamientos y del gobierno. Así, entre 1881 y 1911 se cuentan entre las personas y sociedades que otorgaban crédito a Amado Andrade, Remedios de la Rocha, Martín Martinelli, Domingo Uriarte, Manuel Clouthier, Francisca Rojas, José María Cuevas, Juan Escutia y las empresas Hernández Mendía y Compañía y Bartning Hermanos y Compañía. De esta lista, los primeros cinco eran de Culiacán y el resto de Mazatlán (Aguilar 2001, 106).

Durante el último cuarto del siglo XIX, el financiamiento, tanto particular como bancario, se canalizó sobre todo a ingenios azucareros, debido a que eran de las actividades más rentables del momento. La producción de azúcar absorbía grandes capitales propiedad del mismo industrial o de sus asociados, de otras sociedades, de la banca o particulares. El inicio del despegue de la producción tomatera en el mercado externo fue en el periodo posrevolucionario, primero apoyada por el crédito privado, hasta que obtuvo un mercado sólido.

En 1889, en el puerto de Mazatlán se estableció la primera institución bancaria en la entidad: una sucursal del Banco Nacional de México. Sin embargo, como la población no estaba acostumbrada a realizar transacciones crediticias por vía institucional, la actividad bancaria fue limitada durante varios años. En 1898, se establecieron dos bancos más en Mazatlán: una sucursal del Banco de Londres y México y uno estatal de emisión, denominado Banco Occidental de México, que inauguró en ese mismo año su primera agencia en Culiacán. Aunque este banco se constituyó con un capital de 500 mil pesos en la Ciudad de México, su domicilio social se encontraba en Mazatlán. Fue "fundado con capital inglés y nacional", este último aportado por comerciantes de dicho puerto, quienes pronto se quedaron con la dirección (Aguilar 2001, 88). El Banco de Sonora abrió en 1909 una sucursal en Culiacán y una agencia en El Fuerte (Ortiz 2001, 41; Aguilar 2001, 108–111).

La actividad bancaria se desenvolvió sin problemas hasta 1914, cuando se generalizó la inestabilidad política y social provocada por la lucha contra el gobierno de Victoriano Huerta y se vivió una situación caótica en el norte y centro del país. Para dicho año todos los bancos de Sinaloa habían cerrado (Aguilar 2001, 92).

Sin embargo, en la mayor parte del país no fue tanto el clima de violencia y zozobra lo que provocó la suspensión de operaciones de la mayoría de los bancos, sino las pérdidas que les causaron los préstamos al gobierno de Huerta —forzados o no—, más sus consecuencias políticas adversas. Al triunfar los constitucionalistas y sus aliados, los bancos quedaron en una situación tan precaria como comprometida. El nuevo gobierno, presidido por Venustiano Carranza, dispuso en 1915 la caducidad de varios de los bancos de emisión, con el argumento de que la comisión reguladora de instituciones de crédito al revisar sus cuentas "comprobó que la situación financiera de la mayoría [...] era insostenible, pues sus existencias metálicas eran insuficientes para hacer frente al rescate de sus billetes y devolución de sus depósitos" (Ortiz 2001, 41–42), por lo cual se incautaron los bancos en 1916. Para evitarla, el Banco Occidental cerró su matriz y sus cinco oficinas foráneas en 1914, y trasladó al extranjero sus existencias en metálico y billetes. En 1918, volvió a abrir sus puertas al aplicarse las leyes de pagos de este mismo año, pero fue en 1922 cuando empezó a recuperarse. Un año antes se habían reabierto también las sucursales del Nacional y del Banco de Sonora, pero tampoco les fue mejor, pues "hasta 1925 se dedicaron a cobrar la cartera vencida que arrastraban desde 1913" (Aguilar 2001, 93). De 1925 a 1932, la actividad crediticia mejoró paulatinamente.

Por otra parte, la disminución de las operaciones bancarias abrió una coyuntura que aprovecharon los comerciantes–prestamistas para continuar con sus actividades. Así, en Sinaloa "resurgió el crédito con usura practicado por los acaudalados de la región y por las grandes casas comerciales establecidas en las principales ciudades" (Aguilar 2001, 92). Como ocurriera en el porfiriato, en estos años los créditos obtenidos de particulares se canalizaron sobre todo a la agricultura. Ello explica, en parte, el impulso notable que cobró entonces este sector.

El creciente papel de las entidades privadas: 1932–1949

Los agricultores productores de tomate tuvieron que solucionar la falta de financiamiento bancario con capitales propios y los proporcionados por los comerciantes–prestamistas, por inversionistas y casas comerciales estadounidenses, esto es, en la explotación del tomate sinaloense intervinieron agentes internos y externos. En la década de los años treinta, los primeros estaban representados por comerciantes–prestamistas e instituciones, que colaboraron activamente en el financiamiento de la agricultura comercial, como la Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado de Sinaloa (CAADES) , fundada en 1932, que en sus primeros años de actividad destinó una parte de sus fondos para financiar siembras y cosechas, otorgó créditos refaccionarios, de habilitación o avío (Cárdenas 1965, 26).1

Aunque no hay información desagregada para conocer con precisión el papel que jugaron las instituciones privadas, como la CAADES o la banca, los ejemplos que a continuación se presentan dan una idea de su aportación a favor de la agricultura comercial, en particular de la siembra de tomate.

Entre el 11 de noviembre y el 5 de diciembre de 1933, la CAADES proporcionó créditos de avío y refaccionarios por 24 500 pesos a tres productores. El más importante, de 14 500, a la sociedad Espinoza Sandoval y Compañía, de los cuales:

[..] 6 500 servirían para el desazolve del canal, para arreglar el portizo, lavar motores, reparación de calderas y demás gastos para

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