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LOS ACTORES DE LA EDUCACIÓN

anderson0721Tesis7 de Septiembre de 2013

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LOS ACTORES DE LA EDUCACIÓN

1. EL EDUCANDO

Todo ser humano es educando, es actor de su propio proceso educativo en cuanto que es susceptible de recibir educación, capaz de modificar su conducta, perfeccionar sus facultades, adquirir valores, etc. A la vez que esa tarea nunca se puede dar por concluida, por lo que toda vida humana es un proceso continuo de educación

1.1. EL SER HUMANO COMO SER COMPLEJO

Todo ser humano es una realidad compleja ya que no hay nada en él que este de antemano resuelto. Ya hemos visto con es un ser que nace biológicamente indeterminado, lo que conlleva que a lo largo de su vida deba desarrollarse y resolverse a sí mismo. Debe satisfacer sus necesidades primarias, a la vez que ir resolviendo de forma creativa sus necesidades superiores, las específicas de su especie. No es una realidad simple sino un todo complejo en el que se puede distinguir, sin separarlas, muchas dimensiones: corporal, cognitiva, afectiva, social, etc., y ninguna de ellas tiene sentido si no es en intercorrelacion con las otras (Amilburu, 2002). Ser hombre significa resolver la propia vida, intervenir en ella, en el desarrollo biológico que todos pasamos, pero aún más importante diciendo qué se quiere ser y a dónde se quiere llegar, de tal forma que tome en sus manos su propia biografía. Para ello necesita desarrollar todas y cada una de sus capacidades, conocer sus posibilidades y las que la vida va ofreciéndole, para saber convertirlas en opiniones reales, y, de forma especial, a reflexionar sobre sí mismo y lo que quiere ser. En definitiva, hacerse a sí mismo para ser capaz de responder de su propia vida. Pero está claro que nadie parte de cero sino que asume elementos que otros individuos anteriores a él han ido resolviendo, elabora un bagaje cultural que ayuda a forjar el modo de enfrentarse al mundo, a la vez que cada uno aporta a esta cultura nuevas ideas que colaboran en su continuo avance y perfeccionamiento.

El hombre se apoya en su naturaleza biológica, pero su comportamiento no se limita ni a una respuesta biológicamente predeterminada, ni a una relación de ajuste entre su organismo y el nicho ecológico en el que vive. Es un ser radicalmente abierto al mundo que le rodea, lo que le lleva a humanizar ese entorno de acuerdo a sus necesidades o a sus intereses. Siempre transformara el entorno en el que vive, estableciendo un nuevo modo de experimentar el mundo y de relacionarse con él. Es capaz de reconocer lo que le rodea y, de forma especial, a los otros iguales que conviven con él. Seres semejantes a él, capaces de pensar, sentir, querer… como él y en interacción con ellos y con su entorno. Es capaz de determinar lo que quiere y debe hacer, que es lo que dotara de sentido a todas sus decisiones y actuaciones.

Este ser sumamente complejo reclama necesariamente la unidad. Todo en el está perfectamente interrelacionado. La dimensión corporal no se entiende sino se muestra engarzada con la dimensión cognitiva, moral, emocional, física, etc., de cada sujeto. Es decir, el cuerpo por sí mismo no nos dice nada de cada sujeto, no posee ninguna identidad. Es un organismo perfecto, que va desarrollándose de acuerdo a unas pautas biológicas bien definidas. Pero el hombre no es solo esto, ni esto implica no entender el nivel biológico, “(…) pero si superarlo por la capacidad de decisión sobre el entorno y sobre nosotros mismos” (Sarramona, 2000, pág. 112) ya que cada individuo necesita conocer, querer y hacer para completar de algún modo su vida, y dotarla de sentido.

Es un ser individual que necesita de la relación de los demás para hacerse así mismo. Está facultado para trascenderse, para abrirse al entorno en el que vive y así desarrollar todas las capacidades que posee. Será ese mismo entorno el que condicionara, de una u otra forma, en las opciones que se le presenten o en las elecciones que lleve a cabo, pero este mismo condicionamiento no le impedirá el que pueda construir su propio modo de ser y el modo como va a vivir. De ahí que siempre defendamos que cada uno debe ser actor de su vida, el único responsable de su biografía. Y si lo trasladamos a la educación, cada uno debe ser actor de su propio proceso formativo, “esto supone aprender a componer el relato de nuestra propia trayectoria existencial en el marco de una historia personal y en el de una búsqueda de la verdad, entendida como búsqueda de sentido” (Bárcena & Mélich, 2000, pág. 172). Supone participar de forma activa en el proceso de aprendizaje que si diseña en cada uno de los escenarios institucionales y en los contextos formativos informales.

1.2. LA PERSONA SUJETO DE LA EDUCACIÓN

El sujeto real de la educación no es el ser humano abstracto, universal, que vive en un nicho sociocultural indeterminado, sino el ser humano concreto, cada hombre y mujer con unos rasgos y una identidad específica, con unas opciones concretas conferidas por el contexto social y cultural en el que vive.

La persona, cada persona es el destinatario de todo proceso orientado a su transformación. En consecuencia, tiene sentido que para ser hombre sea preciso tener unos rasgos biológicos peculiares y propios de cada especie. Para ser plenamente humano se requiere, además, haber sido educado, es decir, haber desarrollado todas sus capacidades y asimilado una cultura. Y para ser sí mismo se demanda, junto con todo lo anterior, que ese ser humano haya tomado decisiones libres de acuerdo a su proyecto existencial.

En este sentido, toda persona es objeto y sujeto de la educación. Es actor de su propio proceso formativo y recibe las influencias de otros que redundan en ese desarrollo perfectivo. Nadie dota a otro del reconocimiento de persona, sino que es algo propio de todo ser humano. Todos y cada uno tienen el derecho a ser reconocidos y acogidos como personas, sencillamente porque. “Cada hombre es digno en sí mismo y no porque ejerza como miembro de una especie o desempeñe un rol en un ámbito social. Esta dignidad manifiesta que se posee una excelencia singular y no sólo porque el individuo caso particular de un conjunto.”

Medina Rubio (2001), concreta esta idea diferenciando dentro del concepto de persona una doble consideración, estática y dinámica, de este término: personeidad y personalidad.

a) PERSONEIDAD

Lo sustancial, lo constitutivo del hombre, que dota a cada uno de ser lo que es. Más la persona es una realidad que está por hacer; es estable, se posee desde la concepción y no cambia.

b) PERSONALIDAD

Es lo que cada uno va forjándose a lo largo de la vida. Va fraguándose, realizándose en la interacción con sus iguales.

Así, el hombre como persona es una realidad subsistente con unas características esenciales, propias, que le permiten la apertura a los demás y obrar libremente realizándose como persona a través de sus actos (Medina Rubio, 2001). De ahí que los rasgos que le reconocen como persona sean su:

o Singularidad

Cada persona es única, irrepetible, irreemplazable, con unas características propias que la diferencian de los demás. Cada persona tiene su propia realidad, de ahí la necesaria atención diferenciadora en el proceso educativo de cada sujeto, a la vez que reclama una atención individual que conlleva al desarrollo de todas y cada una de sus capacidades de acuerdo a su proyecto vital.

Aquí radica también el sentido de la educación a lo largo de la vida, en cuanto que la persona está siempre inacabada, siempre está proyectada al futuro abierta a otras posibilidades, es decir, “La educación como un quehacer permanente, sosteniendo que es una educación necesaria para que todos los ciudadanos puedan responder con confianza ante las nuevas situaciones emanadas de su entorno, tanto profesional como personal, y para que puedan sentirse ciudadanos con plenos derechos en la sociedad en la que están sumergidos, participando y siendo capaces de resolver los problemas que la vida les va deparando (Monge, 2009).

o Autonomía

A su vez, se entiende como la capacidad de la persona de dirigirse a sí misma, de ser creadora de sí misma, de tener la posibilidad de ser protagonista, de asumir su propio proyecto personal de vida.

Gracias a esta capacidad, cada individuo puede proponer y diseñar sus propios objetivos, puede proponer su propio modo de intervenir en cada situación, proyectando así su modo de entender la vida. Puede decidir, en definitiva, quién quiere ser y cómo quiere actuar en el contexto en el que vive. “El hombre es tarea para sí mismo en el que tiene que aunar el ser que es con lo que debe ser y esto no es otra cosa que el resultado de la práctica moral. Y si alguien no actúa de este modo, estará a merced de condicionamientos externos, a merced de decisiones de otros, lo que nos llevaría a dudar, incluso del protagonismo de su propia vida.” (Ruiz Corbella, 2003, pág. 251)

o Apertura al mundo y a sus iguales

A la vez la persona es apertura a los demás y al mundo en el que vive.

Toda persona, porque está dotada de inteligencia y libertad, es capaz de proyectar, de crear, de decidirse, de abrirse a la realidad, de transformarla, de mirar al futuro. Sin duda, cada persona “se hace más humana” en la medida en que sale de sí, trasciende su propio ser. “Yo no soy si no estoy en relación con un tú, si no sé estar abierto a lo que me rodea y me voy reconociendo y desarrollando en la medida en que descubro al otro. Lo natural, lo propio de todo ser humano es su sociabilidad, su capacidad para relacionarse con los otros y con lo otro, a partir de lo que nos desarrollamos, construimos nuestra identidad y vivimos, convivimos, en nuestra sociedad.

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