La Observacion
Luciasolis21 de Abril de 2014
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LA OBSERVACIÓN
Theodore Caplow
De todas las técnicas de observación utilizadas en sociología, la observación es quizás la más importante -y también la más olvidada en estos últimos tiempos. Nada puede reemplazar un contacto directo del encuestador con su campo de estudio, ninguna técnica es capaz de sugerir tantas ideas nuevas. Es difícil imaginar un estudio serio en el que la observación no desempeñe ningún papel. Las formas rutinarias e impersonales de encuesta han de basarse en una fase anterior de observación; si no, el encuestador no tendría ninguna idea real de lo que estudia, y la introducción de medidas elaboradas en fases posteriores del proyecto no permitiría probablemente superar la confusión, la incomprensión y la limitación de puntos de vista de que se daría pruebas al principio de la encuesta. La investigación sicológica ofrece abundantes testimonios de la importancia de la observación. Como ya hemos señalado, la mayor parte de los estudios que han hecho época han recurrido a la observación directa, trátese de los estudios ecológicos de la escuela de Chicago, de los informes sobre Middletown, Tikopia o Yankee City, de las experiencias de Hawthorne, de Street Corner Society, de los estudios sobre hospitales o de organizaciones burocráticas.
No obstante, ningún sociólogo ignora que estos últimos años la observación ha sido un método en constante retroceso. Muchas campañas, entrevistas y encuestas por medio de cuestionarios no preveen ninguna observación sistemática, o bien cuentan con una fase de observación demasiado breve o poco rigurosa para poder extraer datos verdaderamente interesantes. No es difícil comprender las razones de esta negligencia. La observación es la más exigente de todas las técnicas de investigación. Exige un gran entrenamiento, mucha práctica y una tensión intelectual y afectiva penosas para el observador. Es un trabajo que requiere tiempo y, por lo tanto, dinero; si, además, la tarea puede ser distribuida, la coordinación de los diversos observadores es bastante más difícil que la coordinación de un equipo de encuestadores o de analistas de documentos.
La multiplicación de los proyectos de investigación y el aumento de la demanda de los mismos ha hecho que muchos investigadores se hayan visto tentados a abandonar la observación por métodos de recolección de datos más rápidos y más fáciles. La observación es una actividad artesanal, comparada con las entrevistas y las encuestas por cuestionarios, que tienen todas las ventajas de la producción en masa.
Otro factor es la forma de los datos obtenidos: pese a que una entrevista estructurada es menos objetiva que el informe cuidadoso del comportamiento de un sujeto, realizado por un observador, parece no obstante más objetiva.
Hay que admitir que la observación presenta una seria desventaja respecto a técnicas de encuesta más impersonales. El observador debe operar a partir de una posición particular en un espacio físico y social determinado y con una perspectiva limitada. Su posición particular le permitirá ver tan sólo una parte de la situación social o del sistema estudiado. Además, la estructura del sistema puede situarlo en la imposibilidad de cambiar de posición. Por ejemplo, al observador de una batalla o de cualquier otro conflicto organizado le resulta casi siempre imposible desplazarse libremente de un frente a otro. Paralelamente, el observador de un sistema estratificado adquiere siempre un status determinado en el seno de este sistema y, por tanto, se encuentra imposibilitado de observar de cerca la interacción entre personas cuyos status son inferiores o superiores al suyo.
La observación de una situación social o de un sistema puede ser distante o participante, confesada o clandestina. El observador distante queda fuera del sistema o de la situación que estudia; el observador participante asume un papel y entra en los límites de su campo de observación. El observador que confiesa serlo es identificado como encuestador por las personas observadas; el observador clandestino, no. Por otra parte, el observador distante pude ser clandestino o declarado, y lo mismo ocurre con el observador participante.
La observación de Firth en Tikopia fue declarada y participante. Las de tres psicosociólogos que estudiaron un culto milenarista simulado adherirse a él fueron participantes y clandestinas. El observador sentado en un despacho al fondo de la sala de observación era, durante la experiencia de Hawthorne, un observador declarado y distante. La observación realizada por Henle y Hubble, los cuales registraban las conversaciones de unos estudiantes, escondidos debajo de las camas de los dormitorios, era clandestina y distante.
Distanciamiento y participación pueden tener diversos grados. En algunos casos, el observador participante constituye uno de los actores principales de la situación estudiada; es ésta una característica de la “investigación-acción” en la que el mismo observador es un agente de cambio. En otros casos, la participación del observador puede ser relativamente pasiva y consistir, por ejemplo, en asistir a las reuniones. El observador declarado puede anunciar públicamente sus objetivos y sus métodos, o bien limitarse a hacer saber que está haciendo un estudio, sin dar más detalles.
Aunque bajo formas diversas, la observación clandestina ha sido practicada desde los comienzos de las ciencias sociales, es difícil citar un investigación en la que este tipo de observación hay dado resultados importantes. Los problemas sociológicos que pueden justificar la observación clandestina son muy pocos o de escasa importancia. Entre los que fueron estudiados utilizado esta forma de encuesta, están los movimientos multitudinarios, las conversaciones telefónicas y las reacciones de los conductores ante los semáforos. La utilización de la observación clandestina (especialmente cuando requiere un equipo de espionaje: micrófonos disimulados, objetivos telescópicos, etc.) plantea serios problemas éticos.
La observación declarada lleva consigo siempre una determinada distorsión de la situación observada, distorsión imputable a la presencia del observador, ya que, como participante, puede cambiar esta situación, y como simple observador distante puede impedir fenómenos de interacción que se producirían en su ausencia. Para poner un ejemplo sencillo, seria absurdo llevar a cabo un estudio sobre las conversaciones amorosas en los coches estacionados, situando un observador en el asiento de atrás de cada coche.
La influencia del observador sobre la situación observada no es el único problema, ya que hay que tener en cuenta también la influencia de la situación sobre el observador. Varios observadores participantes experimentados han hablado repetidas veces de la dificultad que habían tenido para conservar su neutralidad en el ambiente amistoso de un grupo. A medida que el observador mejora su conocimiento de los sujetos, se compromete más a fondo en un proceso de interacción con ellos, y sería poco humano que sus ideas y sentimientos no fueran influidos, que la imagen que tenía de sí mismo no fuese modificada por ese proceso. Schwartz describe una experiencia de este tipo durante la fase inicial de sus funciones de observador declarado y libre en un hospital psiquiátrico.
Durante las primeras semanas de la investigación, comprendí claramente que no podía considerar a los miembros del hospital como objetos de encuesta, tal como se nos había enseñado que hiciéramos; que tampoco bastaba con identificarme yo mismo como sociólogo que tiene una formación específica y un problema por resolver. Semejante papel ignoraría la importancia de las relaciones de persona a persona, preferibles a las de un observador con objetos de observación. Así, desde el comienzo de mi investigación, comprendí que mis relaciones con los otros miembros del hospital eran las de un ser humano ( llamado <<investigador>>) con su semejante ( llamado en el peor de los casos <<enfermo>> y en el mejor, <<miembro del personal>>); sin embargo, hicieron falta varias semanas para que todo el impacto de este descubrimiento y de sus implicaciones pudiera penetrar en mis relaciones diarias de trabajo y para que yo pudiera utilizar esta toma de conciencia de manera útil en mis actividades. De este modo, ese <<yo>> que realizaba la observación de cara a los otros, comprometiéndose con ellos y siendo al mismo tiempo por ellos observado, era ante todo una persona, y a continuación, y únicamente a continuación, el ejecutor de una función. El ser humano debía primar sobre la función, antes que yo pudiera aceptarme o se aceptado como sociólogo. Si yo aceptaba esta humanidad compartida entre el personal, los enfermos y yo mismo, se sentía que nuestras similitudes eran más numerosas que nuestras diferencias y que aquellas eran más importantes para la condición humana, entonces podría confiadamente diferenciarme del ser observado para abordar la función particular del investigador que observa.
El papel y el lápiz son los útiles principales del sociólogo que practica la observación; saber tomar notas debe ser una de las técnicas esenciales que han de aprenderse: lo que se olvide anotar está olvidado o recordado defectuosamente para ser útil. Las normas referentes a los apuntes sobre el terreno son aproximadamente las mismas en sociología que en zoología o en arqueología. Las notas deben ser tomadas tan pronto como sea posible después de la observación, y deben permitir responder a varias preguntas capitales: ¿qué?, ¿quién?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿por qué?, ¿cómo?, sin omitir las informaciones más generales que puedan ser necesarias. El debutante se sorprende
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