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La Sonrisa De Mona Lisa


Enviado por   •  20 de Octubre de 2014  •  1.466 Palabras (6 Páginas)  •  197 Visitas

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Ahora que el siglo XX ya forma parte de la Historia y que las mujeres hemos dados bastantes pasos para lograr equipararnos con la otra mitad de la humanidad - esto es, con los hombres -, puede que a algunos – y ese “algunos” lo empleamos más bien como masculino, no tomado en su significado genérico – les parezca innecesario reivindicar nuestra libertad, la libertad de las mujeres, a la hora de elegir hacia dónde queremos ir, qué queremos hacer con nuestro futuro, especialmente cuando se nos sitúa en el cruce de caminos que separa la vida familiar de la profesional. Afortunadamente, para muchas hoy ya no se trata de una elección excluyente, pues ambas facetas se pueden compaginar si una se lo propone, pero sigue siendo una elección que, por lo general, se nos plantea sólo a las mujeres. A pocos hombres se les pasa siquiera por la cabeza la idea de dejar un trabajo remunerado tras el matrimonio para dedicarse en cuerpo y alma a su esposa e hijos, y pocos son también los que trabajan a destajo, dentro y fuera de casa, para llevar adelante esas dos facetas de su vida, la doméstica y la profesional. En cambio, cuando se trata de la mujer esa misma opción es vista socialmente como algo mucho más natural, quizás por la larga tradición en que se sustenta.

El patriarcado ha delimitado muy claramente los roles que corresponden a cada sexo, y si todos somos iguales ante la ley, será ante la de los hombres – y aquí si nos referimos a todos los seres humanos, no sólo a los varones –, que no ante la Ley del Padre, quien sigue colocando a cada uno y cada una en su espacio, al hombre en el público y a la mujer en el privado o doméstico. Cierto es que a estas alturas las barreras entre ambos espacios están bastante debilitadas, debido a la evolución de las costumbres y las mentalidades impulsada por el movimiento feminista, pero el patriarcado parece no querer resignarse a ceder del todo su primacía en la sociedad y sigue valiéndose de los medios a su alcance para filtrar sus ideas y mantener sus anticuados esquemas. Los medios de comunicación de masas son un buen soporte para esa ideología, y especialmente el cine producido por Hollywood que, gracias a su potente sistema de distribución y marketing, llega a todos los rincones del planeta.

Precisamente ese tipo de cine, conocido como dominante, se ha expresado tradicionalmente desde un punto de vista masculino, y no por falta de mujeres, que – dentro de sus posibilidades, pues ya sabemos que hasta hace pocas décadas se nos vetaba el acceso a casi todas las actividades que se desarrollaban fuera de las paredes domésticas – también han alcanzado méritos importantes (recordemos a Alice Guy y Lois Weber, por citar sólo a un par de pioneras que pusieron su granito de arena en la creación de lo que hoy se conoce como séptimo arte), sino más bien por ese temor de los hombres a perder la posición de privilegio que cada día ven más peligrar. Así, las huellas de tantas mujeres importantes, como antes sucediera en la literatura o en el arte, han sido deliberadamente borradas, se han silenciado sus voces, para neutralizar la amenaza que suponen.

Además de la crítica, hay feministas que se ponen detrás de la cámara para crear, por lo general, documentales o bien un cine experimental, que se sale de las convenciones establecidas por el sistema dominante. Sin embargo, hay otras que, en lugar de optar por ese cine alternativo y de poca repercusión, prefieren permanecer dentro de dicho sistema y mostrar sus incoherencias. Apuestan por un tipo de cine que, visual y narrativamente no resulte muy extraño a los espectadores, y que les permita a la vez transmitir sus ideas a un público amplio.

La sonrisa de Mona Lisa (2003), aunque dirigida por el afamado Mike Newell, se sitúa en esa línea en el sentido en que presenta nuevos significados, aunque envueltos en una forma más o menos tradicional. Quizás por ello hay críticos que acusan a la cinta de no aportar nada nuevo, de estar llena de clichés o de ser una mala copia de películas como El club de los poetas muertos (1989), por tratar el tema de las relaciones entre profesor y alumno (en este caso profesora y alumnas). Puede que todos esos críticos estén en lo cierto, pero también puede ser que esos buenos señores, al encontrarse con este filme

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