Competencias docentes en el nivel medio superior
atoganato14 de Junio de 2012
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DIPLOMADO
COMPETENCIAS DOCENTES EN EL NIVEL MEDIO SUPERIOR
Nombre: Abel Toga Nato. Grupo: UVG4 M1 101 Generación: Cuarta.
Nombre del curso: Diplomado Competencias Docentes en el Nivel Medio Superior. Nombre del profesor: Mtra. Bibiana Hernández Ramírez.
Módulo: I.
La Reforma Integral de la Educación Media Superior. Actividad 16:
Exploración acerca de las competencias docentes vinculadas a su práctica educativa.
Fecha: 24 de junio de 2010. Evidencia de aprendizaje: 13
Título:
“Acciones y reacciones en el docente: un proceso de cambio en la Educación Media Superior”.
Introducción:
Desde el nacimiento de las naciones hasta los umbrales del siglo XXI, el fenómeno de las fronteras ha experimentado muchos cambios y, algunos de ellos, radicales. Estamos ante lo que se ha dado en llamar la mundialización de las relaciones internacionales, globalización, o cualquier otra consideración referida a lo que los especialistas acostumbran a denominar “aldea planetaria”.
Ante esta creciente interdependencia y ante un clima de incertidumbre a la hora de enfocar los problemas, incluso los educativos, existe en el presente un nuevo escenario que tiene en la trastienda una serie de dificultades que, aunque sea de manera resumida y descriptiva, va siendo necesario inventariar.
Probablemente la nueva situación sigue escondiendo viejos problemas, viejos repartos, viejos intereses y antiguos desequilibrios que la globalización no sabe (o no puede) poner al día o simplemente clarificar. Así sucede con la educación perturbada y un tanto perdida en el actual mundo sin fronteras, sin aparentes fronteras y siempre constreñida a su significado más elemental: la instrucción y, en muchos casos, simplemente la alfabetización.
En este contexto, es un hecho que en la última década nuestro país y la aldea planetaria han sufrido cambios extremadamente vertiginosos. Como consecuencia la educación ha ido reformándose para responder a ese ritmo tan acelerado al que paulatinamente tenemos que ir acostumbrándonos. La educación no ha sido la excepción, desde el 2004 se inició la Reforma en la educación preescolar; primaria, desde el año pasado a la fecha, aún trastoca los albores que los cambios de la Nueva Reforma implican; secundaria desde el 2006 se ha reformado, y; finalmente, bachillerato, a partir del 2008 ha pintado un panorama alentador con la incorporación de la RIEMS, centrado en un enfoque de competencias igual que los otros niveles educativos.
En este sentido, con la educación reformada y con el enfoque por competencias como línea a seguir, pareciera que poco a poco las cosas van adquiriendo forma y se van a acomodando en su lugar. Esta situación ha implicado un replanteamiento total en las prácticas pedagógicas dentro de las aulas, en el trabajo diario con los niños, en la forma de enseñar, en la forma de aprender, en el sistema de evaluación, en el ejercicio de los roles y en cuántas líneas y acciones se refiera el campo educativo. Es aquí donde hay que preguntarse, ante estos acontecimientos tan drásticos y por qué no decirlo, inesperados, ¿cómo puede el docente favorecer el proceso de cambio en la Educación Media Superior?
Esta pregunta y muchas otras que irán surgiendo por la misma dinámica del discurso, darán dirección y sentido a este espacio para llevar a cabo una reflexión personal, sistemática y continuada que me permita compartir con todos aquellos interesados en la práctica educativa algunas de mis reflexiones.
En este sentido, no espero imponer mi punto de vista, sino al contrario contribuir, aunque sea un poco, con algo de lo mucho que la escuela me ha enseñado. O por lo menos polemizar dicho tema y hacerlo objetivo de discusiones más profundas y reflexiones posteriores. Conseguido eso me doy por bien servido.
Desarrollo:
Quisiera iniciar recordando a Durkeim, quién en Pedagogía y Sociología, insistió de manera nítida: “El hombre que la educación debe plasmar dentro de nosotros no es el hombre tal como la naturaleza lo ha creado, sino tal como la sociedad quiere que sea…” Savater (2004:146). En este sentido, la educación como tal es un componente fundamental de la naturaleza ideológica de la sociedad, su influencia se proyecta y participa en el pensar y actuar de sus integrantes que buscan adaptarse y transformarla. La sociedad de hoy, exige superar el conocimiento como meta y fin para ser un requisito que desarrolle el pensamiento, riguroso, complejo y libre; capaz de transformar la voluntad, el deseo y la acción de cada sujeto, de motivar nuevas formas de relación y cooperación intersubjetiva que vayan más allá de las fronteras del examen y la nota individual, que conlleven a compromisos éticos - políticos y a formas de ver, sentir y asumir, como individuos y como pueblos, nuestro papel en el mundo.
Ante este panorama, la educación no puede ser neutral, no puede ser modesta, ni tibia; como ha proclamado la UNESCO “…la educación tiene que desarrollar todo el tesoro que encierra…” Delors (1996). En caso contrario, volveremos al modelo tradicional de una educación encerrada entre las cuatro paredes de una escuela, paredes que la protegen de los “peligros exteriores”, con una enseñanza que malamente sirve para los propios receptores y que contradice lo más genuino de la actividad educadora: educar es una manera de abrirse al mundo, de vérselas con él y nunca en soledad. Queremos hablar de una educación para comprender lo que pasa en el mundo, de una educación indispensable para comprender la relación indiscutible entre las personas y su propio medio vital, de una educación que haga compatible la solidaridad internacional con otros valores comunes, de una educación que ofrezca señales, puntos de referencia para interpretar el mundo (la economía, la historia, las ciencias, etc.), de una educación para un nuevo humanismo como proclama la UNESCO, de una educación con letra pequeña, es decir, con objetivos modestos y reales, de una educación sin propaganda, a modo de gota a gota, de una educación sin fronteras, de una educación para la humanidad, es verdad ... hablamos casi de un sueño.
Pero tenemos que empezar por afrontar la complejidad del siglo XXI, entre otras cosas, buscando respuestas para la educación de las nuevas generaciones. Seguramente ese siglo que nació envuelto en tantos acontecimientos desafiantes pide nuevas generaciones más capaces de actuar ética y de pensar critica y creativamente. Es por eso que la EMS y el resto de los niveles educativos no pueden estar exclusivamente ceñidos a contenidos específicos curriculares que dicten un perfil determinado para un quehacer profesional establecido, dado que en estos momentos cada día estamos más expuestos a cambios vertiginosos dentro de las sociedades que requieren profesionistas analíticos, críticos y creativos con mentes ordenadas que permitan acceder al conocimiento con claridad y rigor, logrando así una práctica profesional dentro de la adaptación necesaria a los cambios exigidos por su medio.
Es aquí donde entra el enfoque de competencias, pero a todo esto, ¿qué son las competencias?
En los últimos años he tenido la oportunidad de revisar una gran cantidad de documentos de diversas instituciones (UNESCO, OCDE, INEE, CENEVAL, CONAFE, etc.) y autores nacionales y extranjeros como Frida Díaz Barriga-Arceo, Ángel Díaz Barriga, Mario Carretero, César Coll, Sergio Tobón, Julio Pimienta Prieto, Perrenoud, Morin, entre otros no menos importantes, quienes a través de sus letras, reflexiones y análisis sobre este tópico, me han permitido darme cuenta que el concepto de competencia en el terreno educativo tiene diversas acepciones y lecturas, es decir, es un término polisémico que se define en función del contexto en el cual se utilice.
Philippe Perrenoud (2004:15), por poner un ejemplo, en su obra Diez nuevas competencias para enseñar. Invitación al viaje, sostiene que la competencia es una “capacidad de movilizar recursos cognitivos para hacer frente a un tipo de situaciones”, a lo que agrega que: “…las competencias no son en sí mismas conocimientos, habilidades o actitudes, aunque movilizan, integran, y orquestan tales recursos para resolver problemas de la vida cotidiana, desde los más simples hasta los más complejos”.
Esta definición y muchas otras expuestas por diferentes autores e instituciones, las cuales fueron citadas líneas arriba, coinciden en un punto en común: una competencia es un concepto holístico de la educación que abarca la puesta en práctica conjunta e interrelacionada de conocimientos, habilidades, actitudes y valores para la resolución de problemas específicos en cualquier ámbito de la vida.
En esta línea y persiguiendo esos propósitos en la EMS, las competencias en el ámbito educativo no sólo se enfocan a los alumnos, si no que se diversifican y se extienden hacia la figura del docente. Se parte del precepto de que “nadie da lo que no tiene”, por tal motivo, es fundamental preparar a los profesores que trabajan los currícula con el enfoque de competencias. Una reforma en el currículo requiere que sea socializado ante la comunidad educativa para que todos estén enterados de cuales son los cambios que se proponen, dicha acción es aun más imprescindible si aparte de las modificaciones en el currículo hay un nuevo enfoque que sustenta la práctica docente.
El
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