Ensayo Del Libro Psicologia Del Mexicano
danielvennom20 de Octubre de 2013
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ENSAYO DEL LIBRO PSICOLOGÍA DEL MEXICANO
Me pude dar cuenta y llamo mucho mi atención el hecho de que en nuestra cultura destacan muchos rasgos a mi gusto de inferioridad, surgen preguntas como el porque la diferencia tan marcada entre un mexicano y un norte americano por ejemplo, el hecho de que ellos se van de casa a los 18 años y nosotros duramos incluso hasta los 25 en el hogar o las mujeres hasta que se casan y ellos a los 18 ya buscan su independencia, destacan las observaciones de porque en el país solo se destaca de manera individual y no colectiva como en el caso de la selección nacional de México que se puede notar un bloqueo mental y sentimiento de inferioridad que los hace ponerse nerviosos y errar, cosa que no pasa en el caso de los clavadistas nacionales e incluso con los marchistas olímpicos.
Todas estas cosas podemos deducir tienen que ver con nuestra historia pasada, los cambios culturales e incluso la influencia externa de quienes fueron nuestros antepasados e incluso las conquistas que sufrió el país.
Cabe aclarar que los datos que a continuación presento principalmente están relacionados con los mexicanos del centro del país, que gente del interior comparte, es cierto, pero también hay variación debido a los antecedentes culturales y étnicos de las regiones que conforman la propia cultura de nosotros los mexicanos. Recordemos que los pueblos mesoamericanos estaban integrados por diversas etnias como los aztecas, los tlaxcaltecas o los mayas, sólo por mencionar unos cuantos. Por ello, el mexicano tanto de Sonora como el de Yucatán comparte rasgos con el del centro del México, aunque sus antecedentes los diferencian.
Los beneficios que se obtendrán al conocer nuestros rasgos psicológicos no ayudarán a aceptarnos a nosotros mismos, valorarnos más, modificar nuestras características indeseables, comprender la conducta ajena, mejorar la relación con otras personas, aprender a trabajar en equipo y revalorar la cultura haciendo hincapié en valores posi[***]tivos como nuestro sentido de familia.
Antecedentes.
Tenemos que conocer que como mexicanos del siglo XIX estamos compuestos de tres elementos: el indígena, el español y el anglosajón.
El componente indígena.
La gente del centro de México estaba acostumbrada a que los pueblos más poderosos les impusieran su cultura, a recibir órdenes de otros; un ejemplo es el imperio azteca, que sometió a sus vecinos. Además de exigir sumisión a los conquistados, los aztecas creían en ciclos de vida de 52 años, cuyo término implicaba una destrucción total, y volvía a comenzar un nuevo ciclo, la época cósmica del Quinto Sol, y se esperaba el retorno del dios Quetzalcóatl, que vendría por el oriente. También creían que el hombre había sido creado para servir a los dioses. En este sentido, uno de sus dioses más importantes, Huitzilopochtli, el Sol, perdía sus fuerzas al atardecer, y al cruzar el mundo sombrío de la noche había que reforzarlo y alimentarlo con sangre humana, la fuente de la vida. Lo anterior explica porqué de los sacrificios humanos. Asimismo, es conveniente mencionar las ofrendas de los desollados como ofrenda para el dios de la agricultura Xipe Totec, de doncellas elegidas para ser ofrendadas a Tláloc y las rudezas del juego de pelota. Lo anterior explica por qué era un pueblo sometido al dominio de una sociedad fuertemente estratificada, dependiente de los dioses, así como una actitud fatalista y resignada de su expectativa de vida.
El componente hispano.
Los actores de la Conquista fueron, por un lado, soldados audaces y aventureros, gente ruda, ambiciosa y sin escrúpulos; por el otro, frailes misioneros; la más de las veces, gente servicial, pero encerradas en sus dogmas, con caracteres débiles y apocados ante la milicia y el gobierno, no así ante los indios. De esta forma, la Iglesia católica fue solidaria de todos los abusos del régimen colonial, razón por la cual la Corana española consolidó la dominación civil y eclesiástica, desde el palacio virreinal y el palacio arzobispal.
Tanto la cruz como la espada tenían tres motivos para encontrarse lejos de sus tierras; el poder, la aventura, las riquezas y la explotación; la convicción de realizar la tarea de civilizar a apersonas bárbaras, y el propósito de evangelizar, es decir, de llevar la fe cristina a paganos sumidos en burdas idolatrías.
Los misioneros piadosos y bien intencionados fueron, sin quererlo, el instrumento definitivo de la dominación; al desarticular el equilibrio de un sistema de vida coherente y estructurado contribuyeron, más profunda y radicalmente que los militares y civiles, a destruir el mundo que quisieron defender. Por otro lado, al regalar Hernán Cortés, a sus soldados y a sus amigos las tierras arrebatadas a los aborígenes, legítimos propietarios, creó, sobre la base de la rapiña, la propiedad privada y cortó a los naturales el cordón umbilical de la tierra.
El encuentro de dos culturas.
Tal hecho en verdad fue un choque violentísimo, brutal, destructor, sin finalidad de dialogo, razón o respeto, una guerra despiadada cuyo resultado fue un sincretismo, es decir una mala mezcla de dos culturas.
Los indígenas, bajo tan abrumadoras circunstancias, cayeron en un vacío existencial absoluto y en el desamparo más desolador; habían perdido todo lo suyo y no lograron entender lo nuevo, lo advenedizo.
Bajo estas condiciones nació el fruto de esa mala unión, el mestizo, hijo de la india violada y, por lo mismo, devaluado, rechazado, despreciado, quien, junto con el indio cristianizado, se vio obligado a buscar en la fe católica un sitio en el cosmos.
La mayoría se dejó apabullar por el conquistador vencedor, pero siempre iban a subsistir los Cuauhtémc, luchadores heroicos auque vencidos, listos para enarbolar la bandera de la protesta.
Los traumas de los mexicanos a través de los siglos.
Aquí se destacarán los aspectos socioculturales en la génesis de los traumas de los mexicanos a lo largo de la historia, así como el efecto que eso ha provocado en nuestra conducta colectiva e individual.
El primero de los traumas lo sufrió el indígena, quien después del protagonismo de la Conquista fue objeto de aniquilación, casi del exterminio.
El segundo se centra en la mujer indígena que, al unirse forzadamente al español, traicionaba a su raza y su cultura; los mestizos crecían a la sombra de la madre y lejos del padre. Desde entonces la familia mexicana sufre de exceso de madre y falta de padre.
El mestizo era entonces un auténtico "hijo de su madre": no era aceptado en el mundo criollo al que aspiraba, ni estaba integrado en el mundo indio que podía ofrecerle seguridad y calor. Observo que durante la Conquista emerge el indio como protagonista del choque con los europeos, en tanto que durante la Colonia es la india quien toma el papel principal.
En tercer y cuarto lugares tenemos traumáticas y pavorosas epidemias que diezmaron a la población, los trabajos forzados en las minas, así como en la construcción de palacios, templos y enormes conventos.
Para un mejor control político, un eficiente cobro de tributos y una mejor evangelización, el gobierno virreinal tuvo la ocurrencia de juntar a los indígenas en poblaciones de traza europea, que poco o nada que ver con las actividades que éstos acostumbraban, obligando al indígena a hacer los trabajos que el español quería, sin reconocer la especialización de su trabajo.
Hacia fines del siglo XVIII toman forma los movimientos a favor de la independencia. En 1810, apoyado por los criollos del clero bajo (despojados de sus privilegios), quienes alborotan a mestizos y aborígenes, Hidalgo logró reunir a la población utilizando como símbolo religioso y patriótico el estandarte de la Virgen de Guadalupe para enarbolar el movimiento independiente. A este esfuerzo se unieron la nobleza y el alto clero novohispanos que en 1820 habían sido despojados de sus privilegios por España. Adoptaron con pasión la causa del movimiento y le encomendaron a Iturbide que pactara con Guerrero para así consumar la independencia. En cierto modo los indígenas consumaron la Conquista; y los españoles, la Independencia.
En 1847, 26 años después de la Independencia, México sufrió la mutilación de más de la mitad de su territorio, hecho que en la psicología del pueblo se ha vivido como una castración. Los causantes fueron los vecinos del norte, quienes hoy se muestran tan interesados en nuestro bienestar.
Después tenemos que la constitución de febrero de 1857 establecía que se absolvería en la confesión a cualquier católico que hubiera jurado la Constitución si no presentase una retracción pública. Nuevo trauma para la conciencia religiosa del pueblo que se ve ante la disyuntiva: ¿enemigo de mi religión o enemigo de mi Estado?
Luego viene el Porfiriato, un hombre, Porfirio Díaz, permanecería 31 años en el poder. En este tiempo, aunque hay orden social, existe un tremendo contraste entre la soberbia aristocracia y la lacerante miseria de los peones acapillados que son explotados en las tiendas de raya.
En 1910, con un movimiento revolucionario, se desquicia el orden social del Porfiriato. Se proclaman la justicia, la democracia y la libertad. El movimiento fue encabezado por Madero, quien quedó atrapado en las garras del régimen vencido, lo cual hizo que surgiera un nuevo status quo, resultado del privilegio y de la injustita social.
En los años setenta del siglo XX, después del descubrimiento de nuestra riqueza petrolera, nos enfrentamos a otras calamidades: las devaluaciones del peso y la galopante inflación. Para terminar con la cadena
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