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La investigación etnográfica, Enrico Rico


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2013  •  Ensayos  •  1.879 Palabras (8 Páginas)  •  334 Visitas

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enrico rico años hemos estado viviendo sin apenas ser conscientes (o pararnos a pensar sobre ello). La investigación etnográfica que lleva a cabo el autor, por medio de entrevistas y observación empírica, nos acerca cuatro perfiles que ejemplifican a la perfección cómo ha ido modelando el capitalismo el ámbito laboral, a través de estrategias políticas, sociales, éticas y representacionales. Richard Sennett relaciona este cambio en la concepción del trabajo con su efecto en el carácter de los trabajadores, entendiendo el carácter como la relación con “los rasgos personales que valoramos en nosotros mismos y por los que queremos ser valorados” (Sennet, 2000, 10).

La propia estructura del libro, compuesta por un prólogo y ocho capítulos, nos da una idea panorámica de cuáles son las claves de esta transición del capitalismo antiguo al neocapitalismo. Deriva, rutina, flexible, ilegible, riesgo, ética del trabajo, fracaso, son palabras que componen la nube de tags que define cómo el trabajo es un factor vital en la formación del carácter. En esta correlación, hay un elemento que adquiere un protagonismo singular y es el tiempo. La importancia del tiempo como agente transversal a nuestra existencia es indudable, siendo uno de los objetos de estudio más explorados de la Historia. Grandes filósofos como Aristóteles, que dedicó parte de su pensamiento a su análisis, hicieron visible la incertidumbre que se esconde bajo este concepto. En la Grecia antigua ya se identificaba el tiempo con nociones como la de movimiento, transición, existencia, cambio… y son estas nociones las que contextualiza Sennett en la redefinición que el nuevo capitalismo ha provocado en la parábola tiempo -existencia – trabajo. Según nos explica el autor, el cambio en la concepción del tiempo es muy palpable en apenas una generación familiar. A través de las experiencias de Rico, un ingeniero eléctrico en la treintena que ha trabajado en grandes empresas como asesor tecnológico, profundizamos en la discordancia que existe entre él y su padre a la hora de afrontar una misma cuestión: el tiempo como recurso. El padre de Rico, Enrico, trabajó toda su vida como portero con el objetivo vital de poder servir a su familia y, más concretamente, poder pagarle una carrera universitaria a sus hijos. Para la generación de Enrico, a la que pertenecen nuestros padres, el tiempo era lineal y los logros acumulativos. Rico, que es el producto de este deseo explícito de su padre de ascensión social, rechaza el camino seguido por Enrico burlándose de los que como él, han sido “esclavos del tiempo”. Esta nueva generación a la que pertenece se enfrenta a un “tiempo atemporal” (Castells, 2009, 62) que disuelve la lógica de los acontecimientos. El futuro se presenta brumoso y los planes vitales dan paso al lema “nada a largo plazo”. En este escenario, los mercados no respaldan las actitudes inmóviles porque son demasiado dinámicos como para permitir “hacer las mismas cosas cada año, o, simplemente hacer la misma cosa”. Es así como nacen nuevas estructuras de poder y control que en la búsqueda de flexibilidad y su huida de la rutina, han alterado el significado del trabajo poniendo el acento en tres aspectos: la reinvención discontinua de las instituciones, la especialización flexible y la concentración sin centralización. Esta continua llamada al comportamiento flexible como dependiente directo del deseo de cambio, de ruptura con lo que nos ha precedido, tiene consecuencias particulares en nuestra percepción del tiempo y en la forjación de nuestro carácter. Según Sennet, nos encontramos ante un cisma que decisivo e irrevocable que provoca que “el presente se vuelva discontinuo del pasado” (Sennett, 2000, 49). La desagregación vertical, los estrictos controles de calidad o la reducción de puestos de trabajo son algunas de las consecuencias de esta política que atiende a medidas de productividad complejas, pero que presenta serias dudas a la hora de valorar si la época actual es más productiva que el pasado más reciente. Una de las particularidades de nuestras sociedades son precisamente las demandas cambiantes del mundo exterior, las cuales suponen un desafío para los mercados y se acometen con políticas económicas en las que el poder sigue emanando del Estado, pero la diferencia se encuentra en el modo en el que la sociedad define el bien común. Richard Sennett identifica dos modelos: el modelo renano (propio de los Países Bajos, Alemania, Francia y otros países de la Unión Europea) y el modelo anglo-americano (presente en Reino Unido y EE.UU). En el primero de ellos, el poder es compartido con sindicatos y empresas y está presente el Estado de Bienestar que es de donde emana el sistema de pensiones, la educación y la sanidad. En cambio, en el anglo-americano el sistema burocrático estatal está subordinado a la economía y la red de seguridad estatal que proporciona el estado es muy baja. Ambos modelos tienen debilidades que son soportadas por la ciudadanía; en el modelo renano, los niveles de desempleo son altos, mientras que el modelo anglo-americano se enfrenta a grandes desigualdades en los rangos salariales.

A la economía de la desigualdad, que tiene una trascendencia global, hay que sumarles nuevas formas de poder desigual y arbitrario que surgen tras esta nueva organización del trabajo dentro de las organizaciones. Éstas ya no responden al esquema de estructuras jerárquicas, sino que se aligeran en la base y se conciben, según la definición de Harrison que nos evoca Sennett (2000), como una “red de relaciones desiguales e inestables”. En este contexto, la pregunta que nos hacemos es: ¿cuál es el rol del líder y de dónde emana su liderazgo? La nueva ética del trabajo, tal como la denomina el filósofo, ha construido el rol del líder basándose en una suerte de ilusión óptica. Los nuevos líderes han pasado de ser jefes a autodenominarse facilitadores, mediadores, gestores de los procesos. Un “falso igual” que provoca una clara desorientación entre los trabajadores al no percibir que exista nadie con autoridad por encima de ellos que asuma la responsabilidad del trabajo. No obstante, como parte del trabajo en equipo, se les exige que dispongan de unas cualidades determinadas (capacidades básicas, manejo de la tecnología, capacidades sociales portátiles, adaptación al cambio, predisposición a la escucha y a la facilitación) que han de combinarse con el resto de trabajadores para conseguir resultados rentables a corto plazo. La ficción de esta estrategia radica en que esta fábula del trabajo en equipo contiene en su interior un conflicto que sitúa a los miembros del equipo ante una lucha individual y colectiva por ser capaces de responder a las vicisitudes del nuevo entramado de controles.

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