Profesionalización Docente

“Los buenos docentes, son necesariamente autónomos en su juicio profesional, no dependen de investigadores, funcionarios, innovadores o superiores. Esto no significa que no sean permeables a las ideas elaboradas por otros en distinto tiempo o lugar. Tampoco que rechacen consejos, asesoramiento técnico u otras formas de apoyo. Pero ellos saben que las ideas no son demasiada utilidad práctica hasta tanto no hayan sido suficientemente asimiladas, de manera tal que se encuentren sujetas al criterio personal del profesor”

Y en tanto que la autonomía se entiende como lo afirma Montero, como la capacidad de control de las propias decisiones profesionales y que son profesionales quienes pueden determinar en que consiste su propio trabajo, nace la inquietud de que forma ejercemos o mal ejercemos esta autonomía que tanto reclamamos. La autonomía vista de una forma individual, que algunos autores mencionan como un aislamiento , o “máscara de la autonomía”, que hace deformar lo que debe perseguir la verdadera autonomía: la búsqueda constante y reflexiva sobre el quehacer en particular, con miras a mejorarlo indefinidamente, ya que en la practica docente no esta escrita la última palabra, ni la mejor estrategia de enseñanza, ya que nuestros estudiantes son seres cambiantes y exigen de nosotros cada día nuevas necesidades, nuevos saberes diferentes al disciplinar y que lejos de ser fáciles, se complejizan cada día mas.

Es de vital importancia que sustituyamos el trabajo individual por un trabajo mancomunado en comunidades pedagógicas en donde el aula de clase deje de ser ese lugar sagrado en el cual nadie puede intervenir, sobre todo por las inseguridades que manejamos los maestros , a un espacio abierto dispuesto a escuchar las críticas, donde demos a conocer nuestras experiencias exitosas pero también nuestros fracasos, que nos permitan llevar a cabo una construcción continua y reflexiva en donde estemos dispuestos a tomar la evaluación personal y grupal como un hábito que conduzca a la mejora continua y permanente y en donde logremos concensuadamente unificar criterios y coordinar actuaciones en pro de los alumnos y de sus dificultades.

Encerrarnos en nuestra supuesta autonomía mal manejada que no es mas que nuestra incompetencia para reflexionar sobre nuestras prácticas, hace que los docentes vayamos perdiendo vigencia frente a nuestros estudiantes y nuestra credibilidad vaya desapareciendo poco a poco.

Finalmente siendo conscientes de la importancia de nuestra labor, es importante resaltar que recuperar esa imagen perdida debe partir de cómo nos proyectamos ante los demás y sin olvidar que debemos conquistar para la docencia nuestros mejores estudiantes, para que quienes lleguen a ella, lo hagan convencidos de la trascendencia de nuestra profesión y no como descarte de quienes

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