Tp caso de psicosis puberal
Lu SanchezTrabajo29 de Enero de 2019
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“CASO JUAN”
Juan tiene 16 años y llega al Hospital con un diagnóstico de anorexia nerviosa quedando internado desde hace un mes. La familia se sorprende tras la decisión de los profesionales.
Es hijo único y vive con sus padres quienes lo tienen de muy jóvenes. Siempre se caracterizó por ser “buen alumno” y sociable. Tiene un grupo de amigos de fútbol y un mejor amigo llamado Tomás, el único que conoce de la internación de Juan.
En entrevistas, sale a la luz la escena de una paliza sucedida meses atrás, cuando saliendo de un partido con sus amigos, Juan recibe un golpe en su nariz por parte de unos desconocidos, quedando su nariz fracturada y debiendo ser operado tiempo después. Tras la cirugía, manifesta que “aquella no es su nariz”. Luego de esto dice a sus padres querer cambiar sus hábitos, comer sano y hacer ejercicio. Quiere estar más flaco, tener abdominales marcados y los cachetes de la cara hundidos. Tras esto, la familia empieza a notar que saltea comidas y es en un viaje familiar donde lo notan muy delgado y angustiado luego de vomitar tras una comida. La madre consulta con una pediatra que entre otras, lo deriva a una consulta psicológica de donde Juan sale muy angustiado porque allí se le dice que era “un loquito flaquito” y que si seguía así se podía morir.
El equipo de internación detectan en Juan: Enlentecimiento del habla, comunicación casi monosílaba, timidez, no hace contacto visual, fallas en la memoria, pensamiento dicotómico e ideaciones delirantes paranoides. Algunos de dichos síntomas compartidos con su madre. A quien nombra en todas las entrevistas. Dice “no podría vivir sin ella”. Ella expresa en entrevistas haber tenido a Juan de muy joven y no haber sabido cómo cuidarlo. El padre está preocupado ante la situación de su hijo pero se mantiene pasivo. Dice no interferir en la relación madre-hijo que según él es de mucho apego.
El equipo dice que el joven presenta una psicosis aguda con pronóstico incierto. La supervisión sugiere seguir con tratamiento medicamentoso, y seguir acompañándolo con el tratamiento psicológico en donde se trata de enfatizar el análisis en quién es, en su imagen especular necesitando siempre la mirada del Otro, en aquella necesidad de que alguien lo reconozca como tal cosa que pregunta constantemente a los profesionales.
Introducción
Resulta pertinente al tratarse de un joven de 16 años, comenzar por ubicar los procesos y trabajos propios de esos tiempos. Considerando pubertad y adolescencia no como sinónimos o como procesos que necesariamente están atravesados en función de una edad cronológica, sino que se irán dando escalonadamente, en un ida y vuelta a partir del desarrollo puberal. Refiriéndonos a lo puberal y lo adolescente, como procesos donde se juegan tanto una estructuración narcisista como así también el investimento libidinal. (G.Manrique, 2002). No se trata entonces de ubicar al joven, en uno de dichos procesos sino más bien pensarlos como trama sobre la que se apoya su padecimiento actual.
Será parte del presente escrito el poder ensayar alguna/s inferencia/s respecto a dichos procesos en Juan y cómo en relación a estos, se encuentra parado este joven a quien sobreviene cual trompada (nunca más real) algo que parece encadenar-desencadenar su padecer actual. Por último arribar a una hipótesis diagnóstica a partir de los datos con que se cuenta, en articulación con conceptualizaciones de distintos autores y por supuesto las inferencias que han surgido tanto en el espacio de re trabajo como las de quien escribe.
“De la crisis al conflicto o de la ruptura al fallo”
El arribo de la pubertad impone al joven ciertos trabajos que requieren entre otras cosas, un restablecimiento del equilibrio narcisista amenazado en ese momento por la pérdida del cuerpo infantil. Todo un trabajo el reinscripción de un cuerpo ahora genitalizado, verdadero trabajo de lo originario, que inscribe un nuevo cuerpo antes inexistente y que ante los embates pulsionales, es vivido en principio, como extraño para el púber. Este trabajo de metabolización impone una de-construcción-construcción de lo edípico que da lugar a toda una revolución intrapsíquica que debe ser tramitada. A diferencia del Edipo infantil aquí ya no se trata de pulsiones de fin inhibido, el niño ahora se hace capaz de un contacto sexual completo y avizora sus consecuencias. Es esta la razón por la que la pubertad puede ser considerada en sí misma traumática. Al decir de R.Rodulfo (1999), se trata de aposentarse en un nuevo espacio psíquico, abandonando el cuerpo infantil y sus modos de vincularse libidinalmente con el otro.
Para ello, es importante la función de los padres, el púber necesita que su mirada le confirme que es “el mismo pero está cambiando”. El joven necesita un piso firme donde aposentarse, cuestión que Winnicott caracterizaría como ambiente facilitador. Pero ¿Qué pasa cuando el yo del púber y/o la posibilidad de acompañar ese proceso por parte de sus padres, se quiebran frente a este trabajo psíquico? Diremos que cuando el conflicto que presenta lo puberal, se niega, se evita, o no logra atravesarse saludablemente, generalmente aparece la patología. Al respecto, el caso no ofrece información. Si se sabe de una madre que actualmente pide insistentemente le devuelvan al hijo sano que tenía antes, achacando a la internación, la culpa de lo que acontece al mismo. Y un padre que aunque preocupado por lo que vive su hijo, permanece pasivo, sin interferir en la relación madre –hijo que él mismo define como dependiente y de mucho apego. Cobrando significancia al respecto la inscripción “Juan sos la razón de mi existir y el motivo de mi vida”que lleva el tatuaje de la madre y el decir del propio joven , quien en todas las entrevistas la nombra y dice que sin la madre él, no podría vivir.
Gutton (1993) contestaría que si preexiste a estos trabajos, una fragilidad yoica puede producirse una “fractura de la historia”, que hace que algo de toda esta recomposición que debe realizarse no puede llevarse a cabo rompiéndose la continuidad narcisista, dando lugar a patologías como la psicosis, que en caso de presentarse durante estos años, puede dar como efecto un borramiento de la experiencia puberal. El mismo autor señala tres características semiológicamente importantes que pueden aparecer :
-Aparición de depresividad por no poder elaborar el duelo por la pérdida de los padres de la infancia y por el cuerpo infantil. Esto lleva a sensaciones de vacío y pérdida de sí impidiendo la vinculación libidinal con los objetos y con las personas. Se trata de una estructura antinarcisista y antiobjetal. Si bien el equipo no utiliza tal expresión, si destacan en Juan rasgos que podrían emparentarse a una depresividad. Ellos son:
Enlentecimiento del habla, retraimiento, timidez, mostrarse poco comunicativo, casi monosílabo, falta de conciencia de la enfermedad y no mantener el contacto visual. Además presenta fallas en la memoria y un tipo de pensamiento dicotómico.
No se cuenta con información acerca de si hubo casos de cuadros psicopatológicos de gravedad en el grupo familiar, si se detectan en la madre de Juan algunos de los rasgos presentes en él, como el tipo de pensamiento dicotómico acompañado en su caso de bajos recursos intelectuales y un enlentecimiento en el habla.
-Proyección del cuerpo como un objeto externo (exterritorialización) lo que impide que se constituya la identidad sexuada y el conocimiento de las diferencias entre los sexos ya que se da una neutralización donde el púber desarrolla un esfuerzo para impedir las investiduras de las representaciones parentales incestuosas para así preservar la realidad infantil. Las sensaciones provocadas por los cambios puberales son desviadas, provocando un desconocimiento de los órganos sexuales. Pueden darse tentativas de suicidio, masturbaciónes compulsivas… como así también la construcción de un contra-cuerpo (obesidad o delgadez extremas). Se sabe que Juan, además de presentar una delgadez extrema, motivo por el que queda internado, expresa el querer tener los pómulos hacia adentro y los abdominales marcados. La construcción de este contra cuerpo “más preparado”, como él mismo expresa, le permitirá defenderse y resistir de un futuro ataque. Desde otra mirada, como ante la vivencia de un cuerpo extraño, surge la necesidad casi desesperante de tener que construir un cuerpo nuevo, que unifique y que sirva de refugio.
-Aparición de la imago del progenitor grandioso se trata de una estrategia proyectiva donde el sujeto queda fijado a una identificación infantil sosteniéndose en un progenitor fálico en el intento de recuperar la unidad narcisista. Se instala así una grandiosidad persistente de los atributos infantiles fálicos de los padres.
En relación a los trabajos, es parte de un púber sano, entre otras cuestiones el descubrimiento de” la obsolescencia de los padres” pues es lo que permitirá poco a poco, ir generando nuevos vínculos fuera del ámbito familiar. Esto puede pensarse como contrapartida de esta imago del progenitor grandioso. Lugar que podría pensarse ocupando esa madre sin la que Juan expresa no poder vivir pues es todo para él.
En interesante la distinción que hace Rodulfo (1999) entre lo saludable y lo patológico donde menciona los rasgos que pueden aparecer del lado de lo patológico, donde la secuencia no sería de Crisis- Conflicto (lo saludable) sino de Ruptura-Fallo. Secuencia esta donde pueden aparecer sobreadaptaciones, trastornos alimentarios, taciturnidad, y elaboración de escenas delirantes, entre otros. Todos ellos presentes en nuestro joven. Juan elabora escenas delirantes de tipo somático y persecutorias, como que quieren robarles los órganos o que le han colocado una cámara en la sonda de la garganta. Se da una fuerte desconfianza de parte del joven hacia los profesionales que trabajan con el.
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