El Lenguaje De Los Sacramentos
roosaanaa21 de Diciembre de 2013
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El lenguaje de los sacramentos
1. Otro lenguaje
El tratamiento de los sacramentos del Septenario exige previamente abordar el lenguaje de dichos sacramentos; esto es, el lenguaje de los signos y de los ritos.
En nuestro mundo estamos acostumbrados al lenguaje unívoco, en el cual cada palabra tiene un solo significado. Es unl lenguaje exacto, lógico. Es el lenguaje de la ciencia-técnica, y, en general, se impone en todas las circunstancias de la vida. Cada día son más los que creen que es el único lenguaje legítimo.
Esto no es así. Si se quiere expresar realidades que vienen desde lo más profundo de nosotros mismos, desde lo que es más nuestro, es necesario recurrir a otro lenguaje; hoy cada vez menos usado: el lenguaje simbólico que es el de los signos y de los ritos.
2. El signo
Un signo es un modo de comunicación que utiliza el gesto junto a la palabra. A veces, al gesto se añaden cosas materiales.
¿Qué entendemos por “gestos”? Se trata de una acción que se realiza a través del cuerpo humano (significante) y que expresa un determindo significado. Por ejemplo, entre nosotros una encogida de hombros indica indiferencia; en cambio, un apretón de manos indica acogida. Aunque el gesto se concentra en una parte determinada del cuerpo, de hecho, en el gesto el organismo se involucra siempre completamente.
El gesto tiene la virtud de expresar los sentimientos y convicciones más profundas del hombre; sin embargo, esto que constituye su grandeza es también su debilidad. El gesto es ambiguo y puede ser mal interpretado. Por ejemplo: las señales de luces en la carretera pueden indicar que algo está fallando en nuestro auto o que hay carabineros a la vuelta de la próxima curva. La ausencia total de gestos es imposible: incluso el simple espectador está expresando algo.
Como hemos dicho más arriba, en el signo al gesto se une la palabra. En sentido estricto, ella es un gesto especial ya que es emitida por las cuerdas vocales con ayuda de la respiración. Sin embargo, por razones de claridad la distinguiremos del gesto.
La palabra mucha mayor flexibilidad que el gesto y por eso puede ser mucho más precisa. Al acompañar el gesto permite precisar su sentido e intencionalidad, matizar y distinguir. Por ejemplo, el mendigo que, al estirar la mano con la palma abierta, añade las palabras "deme una moneda, por favor". Sin embargo, en la palabra el cuerpo está menos involucrado y por eso mismo no tiene la “hondura” del gesto.
Cuando se unen gesto y palabra se tiene un “signo”. El gesto aporta profundidad humana y la palabra explicitación del sentido del gesto.
En ciertos casos, los gestos están constituidos no sólo por una acción corporal sino que a ella se añaden además determinados objetos a los cuales se da un significado especial. Por ejemplo, la flor que se regala a la mujer amada refuerza el sentido de un beso y pasa a tener un significado diferente de cuando estaba en el jardín.
Una vez realizados, los signos no sólo expresan sino que también realizan su significado. Pueden manifestar lo que una persona vive, su percepción de sí misma, de los demás, del mundo, de la historia. Cuando alguien da un beso no solo expresa cariño, sino que hace cariño. El signo modifica:
- al transmisor porque el significado pasa a formar parte de sí mismo y lo hace crecer (o lo disminuye),
- al receptor, ya que el otro recibe el significado y lo puede transformar
- la relación; en unos casos se crea, en otros se refuerza.
Esta capacidad de realización confiere sentido a los objetos que se utilizan en la comunicación; por ejemplo, el regalo de un disco hace presente al donante cuando se lo escucha.
En nuestra condición humana limitada, los signos son insuficientes para expresarnos en plenitud. Por eso, junto con ser vínculo de comunicación, son también “velo”, opacidad. Ello, sea porque el cuerpo y el lenguaje no pueden expresar todo lo que se quiere, sea por la capacidad de ocultamiento y falseamiento que el ser humano tiene. En todo caso, siempre es más fácil mentir con el lenguaje hablado que con gestos corporales.
3. Los ritos
a) ¿Qué son?
Un rito es un conjunto articulado de signos. Por ejemplo, el cumpleaños de un niño. ¿Cuáles son los signos aquí?:
- En primer lugar, está la llegada de los invitados y los saludos correspondientes ;
- a ello sigue la entrega de los regalos. Actualmente se tiende a hacer esto en una ceremonia ordenada. Cada niño es llamado (por algún adulto que dirige el asunto) por su nombre y a continuación él va y entrega el regalo. El “cumpleañado” abre el regalo y lo agradece.
- Existe un signo central ineludible, hasta el punto de que sin él no habría celebración de cumpleaños: la llegada de la torta y el canto de “cumpleaños feliz”; a ello sigue la apagada de las velas mediante un soplido.
- Una vez que se ha comido la torta procede actualmente la ceremonia de “la piñata”. Ésta se cuelga de un árbol y el festejado u otro procede a romperla. Como está llena de caramelos, éstos saltan y los niños atrapan y guardan los más que pueden.
- Finalmente viene la despedida. Elemento fundamental de ésta es la entrega de “sorpresas”, que el invitado abre de inmediato o cuando llega a su casa.
En los ritos se puede distinguir entre un “signo central” y “signos explicativos”. El primero es aquel sin el cual el rito no existiría, en el ejemplo, la torta y el “cumpleaños feliz”, los segundos son signos que hacen más claro el signo central (en el ejemplo, todos los demás).
b) Función de los ritos
El teólogo Gerard Fourez sostiene que en toda sociedad siempre que se produce un acontecimiento de cierta importancia, las personas utilizan para vivirlo, la mediación de los ritos.
Los ritos guardan relación con “tensiones existenciales”, tensiones que se están viviendo o que están en de vías de resolverse. Un buen ejemplo es el de los funerales. Aquí el rito es fundamental para “hacerse la idea” de la pérdida del ser querido, junto con el cambio en la realidad que esa pérdida produce; el rito ayuda a “irse acostumbrando” o a hacer familiar la nueva situación; ayuda, por lo tanto, a perder el miedo y con todo esto produce un cambio interno que resuelve la tensión o que encamina a su resolución.
Otros ejemplos de ritos son:
- la separación y despedida,
- el paso a la edad adulta,
- el nombramiento de un jefe,
- la jubilación.
Los ritos, entonces, deben:
- recoger las tensiones existenciales, los cambios e incluso los conflictos;
- ayudar a dar los pasos, resolver o asumir los conflictos, lograr un cambio interno;
- para lograr lo anterior, los ritos “remedan” las situaciones a que aluden. Por ejemplo, el bautismo en los primeros siglos se hacía por inmersión, lo cual tenía como sentido sumergirse en el pecado y en la muerte para emerger en la resurrección. Por eso, la repetición es importante en los ritos.
c) Pluralidad de significados
Para que un rito o un signo pueda tener un significado, es necesario primero que una tradición cultural se lo haya conferido; por ejemplo, poner la mano en el hombro a una persona que está sufriendo.
Pero, contrariamente a lo que sucede en el lenguaje unívoco, su significación queda abierta y puede implicar diversos sentidos. Quienes realiza el rito ponen de su parte lo que desean poner. Un rito debe ser capaz de vincular los sentimientos a veces diversos y hasta ambiguos de los participantes. Esta capacidad se llama “sobre-determinación” de significados.
Sin embargo, no se puede vincular cualquier significado a un rito; en ese caso el rito se distorsiona y se “pervierte”; esto es, se “tuerce” su significado. Por ej.: el beso de Judas.
Sin embargo, la mayor parte de las veces la perversión se produce a través de unos mecanismos sociales un tanto difusos e insconcientes. Por ejemplo, cuando la Eucaristía deja de expresar y celebrar la decisión de Jesús de seguir hasta el final su misión, aunque ello le acarree una muerte violenta en las próximas horas, y pasa a ser la celebración del “aquí todo está bien”, en donde no cabe la mención de los conflictos. Pasa entonces a sacralizar el orden establecido, cuando en realidad su significado original es la protesta contra ese orden.
No se puede instaurar un rito “a partir de la nada”; se volvería extraño e incomprensible. Los ritos no se inventan, del mismo modo como no se inventa una lengua. El rito se aprende, se enriquece, se transforma, pero no se crea de la nada. Una celebración elaborada de un modo casi enteramente nuevo y sin ningún tipo de vinculación con unas estructuras rituales ya existentes, sería algo muy cansador y demasiado racional porque habría que explicarlo todo a cada momento. Se correría el peligro de terminar hablando más “a la cabeza” que a la totalidad, y también de ser dominados por una elite de “expertos”.
En cambio, se puede crear un nuevo rito ensamblando una serie de gestos significativos que no siempre han estado unidos de la misma manera. Para esto será necesario descubir qué signos son significativos en la cultura en donde se practica el rito y de qué modo añadir nuevos significados en la línea de lo que se quiere celebrar. Por ejemplo, añadir la preocupación
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