Pedagogia De Dios
yuzkeir27 de Julio de 2012
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PEDAGOGÍA DE DIOS. PEDAGOGÍA CATEQUÉTICA NDC
SUMARIO: I. La pedagogía catequética. II. La pedagogía de Dios inspira la pedagogía catequética: 1. La pedagogía de Dios en la Biblia; 2. La pedagogía de Jesús; 3. Su continuación en la Iglesia; 4. La pedagogía de Dios en la catequesis. III. Modelos pedagógicos para la catequesis: 1. Las tres funciones pedagógicas; 2. El servicio que pueden dar a la catequesis. IV. Dos cualidades de la pedagogía catequética: 1. Una pedagogía integradora; 2. Una pedagogía diferenciadora. El término pedagogía catequética puede suscitar la expectativa de encontrarnos ante un elenco de recetas prácticas con que llevar a cabo la educación de la fe a través de la acción catequética. De hecho, a menudo sucede así, y no es de extrañar, dada la contraposición entre una concepción tradicional de catequesis a la que estábamos acostumbrados en el pasado y que consideraba fundamentalmente el contenido, y algunos desarrollos más recientes que han privilegiado el método por encima de todo.
Pedagogía ha sido identificada, en no pocas ocasiones y ambientes, con recursos metodológicos, despojando así a este concepto de sus acepciones más genuinas. Método y pedagogía son dos conceptos con diferentes significados, aunque a menudo en el uso común se utilicen indistintamente. Hablar de pedagogía en el ámbito de la catequesis es algo más que referirnos a una cuestión de método o de técnicas. Para comprender el perfil pedagógico de la catequesis debemos buscar en la misma concepción que de ella tenemos. Según el Directorio general para la catequesis de 1997, «la concepción que se tenga de la catequesis condiciona profundamente la selección y organización de sus contenidos (cognoscitivos, experienciales, comportamentales), precisa sus destinatarios y define la pedagogía que se requiere para la consecución de sus objetivos» (DGC 35).
La catequesis es fundamentalmente una pedagogía, pero no una pedagogía genérica, sin apellidos, sino una pedagogía para la educación de la fe. Esta pedagogía se fundamenta, por una parte, en la doctrina de la Iglesia y sus fuentes, tales como la Escritura, la tradición viva, el magisterio, la liturgia y el testimonio del obrar cristiano.
Y por otra parte, deberá ser una auténtica pedagogía, fundamentándose sobre la base de las ciencias humanas del comportamiento y sobre la antropología, y haciendo uso de teorías pedagógicas válidas y puestas al día. Sin olvidar nunca que sus metas educativas deberán proyectarse en función de la finalidad superior, que es la perfección o santidad cristiana, a la cual se llega sólo a través de una auténtica maduración humana.
Desde un punto de vista amplio, la pedagogía es la disciplina que se ocupa de la educación. Pero actualmente está en discusión la comprensión del aspecto disciplinar de la pedagogía, desde su consideración como disciplina específica y unitaria hasta su concepción dentro de un ámbito científico multidisciplinar. A nosotros nos bastará su consideración como disciplina científica de la organización del saber y de la intervención educativa. Una disciplina que reorganiza y sistematiza todos los saberes que proceden de las ciencias humanas sobre la educación, con el fin de ponerlos en marcha y orientarlos en función de la intervención educativa.
Muy significativa es la definición de pedagogía a partir de su estudio etimológico. Su origen está en dos palabras griegas, paidós y agogía, que significan respectivamente niño y conducción, y equivale por tanto a conducción del niño. El pedagogo (paidagogos), en sus orígenes, era el esclavo o liberto que cuidaba a los niños y los acompañaba a la escuela, a la presencia del maestro, y más tarde el encargado de la educación de los jóvenes aristocráticos. Poco a poco el término pasó a indicar, en sentido figurado, la actividad misma de la educación. Actualmente este significado a partir de su etimología está completamente abandonado. Se ha superado la referencia exclusiva al niño, ya que todas las etapas de la vida son susceptibles de educación; y por otra parte, el carácter práctico de la acción de conducir lo ha asumido más bien el concepto de educación.
No obstante, la catequesis puede incorporar esta acepción más antigua del término pedagogía, hasta el punto de que resulta muy sugerente establecer una analogía, tomando las distancias oportunas, entre la función del pedagogo primitivo y la función actual del catequista y de la comunidad. Aquel tenía el encargo de acompañar al niño desde su casa hasta el encuentro con el maestro, para luego desaparecer. El catequista, que es agente directo del acto catequético y actuante en nombre de la comunidad cristiana, tiene la función de acompañar por un camino de fe que lleve al catequizando hasta su verdadero
Maestro, para desaparecer en el momento oportuno y dejar que el encuentro se realice en el terreno de la fe. Porque catequizar es conducir a uno a escrutar el misterio de Cristo hasta que establezca con él una auténtica comunión, capaz de conducirlo al amor del Padre en el Espíritu (cf CT 5). «En la escuela de Jesús Maestro, el catequista une estrechamente su acción de persona responsable con la acción misteriosa de la gracia de Dios» (DGC 138; cf IC 18).
I. La pedagogía catequética
Hablar de pedagogía catequética no es hablar de uno de tantos elementos que forman parte de esta acción fundamental de la Iglesia que es la catequesis, sino de la esencia misma de la catequesis. Porque catequesis es pedagogía. La catequesis no es sólo método, pero tampoco es solamente contenido; no se identifica exclusivamente con la Biblia ni con la tradición ni con el magisterio. La catequesis tampoco mira unilateralmente al hombre, al creyente, al catecúmeno. La catequesis es la pedagogía necesaria para que el mensaje de la Revelación, conocido y transmitido por la tradición de la Iglesia, llegue al hombre y sea para él fuente de salvación.
En los últimos tiempos la reflexión sobre la catequesis ha llevado a acentuar su dimensión pedagógica. En ello han influido también los progresos de las ciencias de la educación. «Entre las numerosas y prestigiosas ciencias del hombre que han progresado enormemente en nuestros días, la pedagogía es ciertamente una de las más importantes» (CT 58). De hecho la catequética, como disciplina que se encarga de la reflexión sistemática sobre la catequesis, siempre ha estado fuertemente ligada a la pedagogía, y dominada en cierto sentido por una doble raíz: la teológica, que determina sobre todo los contenidos y las finalidades últimas, y la pedagógica, que busca la determinación de los objetivos, procesos y metodologías (cf IC 43). Quizás gracias a una acentuación progresiva de su carácter educativo integral, la catequesis se ha ido concibiendo como una forma eminente de educación de la fe, a veces incluso llegando a una identificación de términos. Es lo que hace, por ejemplo, Catechesi tradendae.
Porque su finalidad apunta a la iniciación en la plenitud de la vida cristiana, la catequesis puede ser considerada globalmente como una educación de la fe de los niños, de los jóvenes y adultos (cf CT 18; IC 16). Educación de la fe es aquí una expresión equivalente a catequesis porque quiere subrayar su misión y su naturaleza.
De alguna manera la expresión «educación de la fe» resume el paso del catecismo a la catequesis, de la tradicional instrucción religiosa a una acción catequética más atenta al contenido existencial del mensaje cristiano y de la correspondiente respuesta del creyente. Dicha expresión debe entenderse correctamente desde el momento en que no es posible influir desde el exterior en una realidad tan indisponible como es la fe, que teológicamente remite a la gratuidad del don divino y a lo imprevisible de la respuesta humana libre. ¿Se trata de un modo de decir sólo analógico, o al contrario, la catequesis posee una dimensión realmente educativa como para poder hablar de educabilidad de la fe?
El misterio de la encarnación nos ha recordado que la palabra de Dios asume una visibilidad humana para hacerse conocer, para volverse cercana y accesible al hombre con vistas a la fe. Hay, por tanto, un aspecto de la Revelación inseparable del trascendente, que está en relación con la capacidad de aprendizaje humano. Aunque queda excluida cualquier forma de intervención directa sobre la fe misma, es posible hablar deeducación de la fe en referencia a las mediaciones humanas que pueden facilitar, ayudar y apartar obstáculos en el proceso de maduración religiosa. La catequesis, siendo pedagogía en acto de la fe, «no confunde la acción salvífica de Dios, que es pura gracia, con la acción pedagógica del hombre, pero tampoco las contrapone y separa» (DGC 144).
Al lado de esta casi identificación, en nuestro contexto eclesial se ha querido establecer una distinción entre catequesis y educación de la fe para indicar una acción educativa más amplia, dentro de la cual la catequesis tendría como función específica la de ser un proceso de aprendizaje bien determinado. La Catequesis de la comunidad concibe la educación de la fe como una vasta tarea que abarca prácticamente todo lo que hace la Iglesia. «La Iglesia educa en la fe no sólo por su predicación y catequesis, sino también por sus celebraciones litúrgicas, por la acción caritativa y el testimonio de sus miembros e incluso por su misma configuración. Todo su ser y su vivir tiene una dimensión educativa» (CC 57).
Así entendida, esta acción tomaría múltiples formas, desarrollándose en ámbitos y cauces muy diversos, «por ejemplo, mediante la predicación, la homilía, la enseñanza religiosa escolar, la educación
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