HSBC Y LA CRISIS DEL PESO EN ARGENTINA
jess_bondInforme8 de Mayo de 2012
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CASO
HSBC Y LA CRISIS DEL PESO EN ARGENTINA
HSB Holdings plc, uno de los bancos más importantes del mundo, enfrenta una difícil decisión con respecto a su subsidiaria argentina. La economía de Argentina se desplomó a finales del 2001, dejando a las empresas locales y extranjeras sufriendo por la escasez de efectivo, un peso devaluado y la carga de una deuda creciente. HSBC perdió 1.100 millones de dólares en 2001 debido a los problemas de Argentina y su perspectiva para 2002 no era mucho mejor. Si las cosas no mejoran pronto en Argentina, HSBC tendrá que cerrar sus operaciones en ese país.
HSBC, cuyas oficinas generales se ubican en Londres, recibe su nombre de su miembro fundador, el Hong Kong and Shangai Banking Corporation Limited, que se estableció en 1865 para permitir el comercio entre China y Europa. A principios del siglo XX, Hong Kong and Shangai Banking Corporation estableció oficinas y sucursales principalmente en China y el sudeste asiático, aunque también en India, Japón, Europa y América del Norte. Como afirma el sitio Web de HSBC, “en muchas de sus sucursales, el banco fue el pionero de la práctica bancaria moderna. Desde el inicio, las finanzas comerciales eran una característica importante de los negocios del banco, en los que los lingotes de metales preciosos, las divisas y la banca mercantil también desempeñaban un papel importante”.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Hong Kong and Shangai Banking Corporation se expandió y diversificó sus negocios con adquisiciones y alianzas. Durante la década de 1980, se expandió a Canadá, Australia y Estados Unidos y, en la década de 1990, se desplazó a Brasil y Argentina. En 1991, sus empresas miembros se unieron para integrar HSBC Holdings plc. HSBC sigue una estrategia de equilibrio de oportunidades en economías desarrolladas y mercados emergentes y ahora cuenta con más de 7.000 oficinas en 81 países. Tiene cotizaciones en el mercado de valores de Londres, Hong Kong, Nueva York y Paris.
El ingreso de HSBC a Argentina comenzó en 1997, cuando el banco adquirió Roberts S.A. de Inversiones, cambiando su nombre a HSBC Argentina Holdings S.A. y junto con la división bancaria de Roberts, HSBC adquirió una empresa de seguros generales. En 1994, HSBC se unió a New York Life para integrar una empresa de seguros de vida y de retiro, así que la adquisición de Roberts fue una acción estratégica tanto en la banca como en los seguros. HSBC Argentina también adquirió empresas dedicadas a la administración de fondos de pensión y a la atención médica, creando así una cartera diversificada. HSBC es el octavo banco más importante en Argentina y emplea a alrededor de 5.900 personas en 183 oficinas. La división bancaria de HSBC Argentina mantiene servicios comerciales con el 80 por ciento de las 200 empresas y Empresas Multinacionales más importantes del país. La perspectiva de HSBC en Argentina parecía buena. En 1998, su primer año completo de operaciones, el banco tuvo una pérdida, antes de impuestos, de 13 millones de pesos, pero en 1999 obtuvo una utilidad de 67 millones de dólares y esperaba que las utilidades siguieran creciendo al 100 por ciento.
Para comprender el declive de HSBC en Argentina es necesario analizar la historia económica de ese país. La economía de Argentina floreció a principios del siglo XX, con un crecimiento a una tasa anual del 5 por ciento durante tres años. Atrajo un flujo de capital británico y español, y fue clasificado como uno de los 10 países más ricos del mundo, incluso por arriba de Francia y Alemania. Sin embargo, desde entonces ha ido en decadencia. Cuando Juan Perón gobernó el país de 1946 a 1955, instituyó medidas proteccionistas e imprimió moneda para financiar generosas prestaciones para los trabajadores. La intervención estatal en todos los sectores condujo a una escasa productividad y a la debilidad estructural de la economía. La inflación asoló al país, hubo dos rachas de hiperinflación en la década de 1980 y dos desplomes bancarios. Como resultado, los argentinos perdieron confianza en el peso e invirtieron en dólares estadounidenses o enviaron su capital al extranjero.
En 1989, Carlos Menem tomó el control del país y trató de implantar reformas de libre mercado y reestructurar las políticas monetaria y económica. Privatizó muchas empresas dirigidas, controló la administración fiscal y abrió las fronteras del país al comercio. Probablemente, la política más importante que estableció fue la Ley de Convertibilidad, la cual ancló al peso argentino 1 a 1 con respecto al dólar estadounidense y restringió la oferta monetaria a sus reservas de moneda en dólares. Este acuerdo monetario se denominó junta monetaria y se estableció para imponer disciplina al banco central. La nueva junta monetaria llevó a cabo lo que intentaba hacer: controló la inflación y atrajo inversión. Los inversionistas consideraron que había poco riesgo al invertir en pesos, dada su paridad con el dólar. El sentimiento de que “el peso es tan bueno como el dólar” era fuerte en todo el país. Como había una oferta monetaria estable, la inflación se redujo a casi 0 por ciento durante el resto de la década de 1990 y mantuvo el tipo de cambio a un valor constante. El PIB real creció en 6,1 por ciento de 1991 a 1997 en comparación con el 0,2 por ciento de 1975 a 1990.
A pesar de estos logros positivos, la junta monetaria también tuvo sus inconvenientes. Redujo la capacidad del gobierno argentino para responder a los impactos externos, al permitir que Estados Unidos determinara de hecho su tipo de cambio y su política monetaria. La Reserva Federal de Estados Unidos era la que en realidad establecía las tasas de interés; además, había un margen de riesgo por intervenir en Argentina. Este acuerdo fue puesto a prueba en 1995, cuando el peso mexicano se devaluó. Los inversionistas se pusieron nerviosos por la situación de América Latina en general y retiraron sus inversiones de Argentina. Su economía se redujo en 4 por ciento y muchos bancos se desplomaron. El gobierno respondió haciendo más estrictas las regulaciones bancarias y los requisitos de capital, y algunos de los bancos más importantes compraron a los más débiles. Argentina aumentó las exportaciones y la inversión, y el país regresó a un crecimiento del 5,5 por ciento.
Por desgracia, el gobierno no tuvo tanta suerte a finales de la década de 1990. Los precios de las mercancías de las que Argentina dependía de manera considerable disminuyeron; el dólar estadounidense se fortaleció frente a otras monedas; el socio principal de Argentina, Brasil, devaluó su moneda, y aumentó el costo de capital de las economías emergentes, Argentina pronto cayó en una recesión, con una disminución del PIB a 3,4 por ciento en 1999 y un aumento del desempleo a dos dígitos. Argentina, por su fuerte vínculo con el dólar, no podía competir a nivel internacional, sobre todo en Brasil, debido a sus precios altos. Una forma de corregir este problema sería devaluar la moneda para acercarla a su valor fundamental. Argentina no podía devaluar la moneda para acercarla a su valor fundamental. Argentina no podía devaluar su moneda a menos que cancelara la junta monetaria, una acción que no podía llevar a cabo debido a la popularidad y al éxito pasado de este mecanismo. La única forma en que Argentina podía ser más competitiva era que los precios bajaran. Se estableció una deflación y el gobierno y algunas empresas privadas tuvieron dificultades para pagar su deuda porque no estaban recaudando el ingreso suficiente. Los bancos habían prestado dólares a tasas de interés del 25 por ciento aunque se suponía que el riesgo era bajo.
Argentina adquiría una deuda pública creciente. Cuando sobrevino la recesión, la recaudación tributaria cayó y el gasto aumentó para pagar los costos de un desempleo más alto. La evasión fiscal es excesivamente alta en Argentina, pero el gobierno hizo poco para atacar el problema. El presupuesto pasó de un superávit de 1,2 por ciento del PIB en 1993 a un déficit de 2,4 por ciento en 2000. El aumento del monto de los pagos de las tasas de interés se agregó también
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