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Breve Comentario Sobre Gatos


Enviado por   •  28 de Abril de 2013  •  1.328 Palabras (6 Páginas)  •  555 Visitas

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“¡Desháganse de esos gatos o les va a dar asma!” solía decirnos mi abuela paterna cuando nos veía a mi hermano y a mi jugar con nuestros tres gatos (¿O eran cinco?). Aunque evidentemente lo decía más por odio personal a estos suelta-pelos. Solo años después sabría que había vivido engañado con esta leyenda urbana durante mi niñez (aunque realmente nos valía un comino la advertencia), y que el asma solo se da en individuos con alergia a la glucoproteina presente en la saliva de estos animales y que se pasan al pelaje durante su obcecado acicalamiento. Realmente, siempre me gustaron más los felinos. Siempre consideré a los gatos un tanto más inteligentes que el resto de los animales domésticos (los amantes de los perros estarán mentándomela). Y no lo digo en vano, pues tengo los pelos de la burra (¿o del gato?) en la mano. Para empezar el gato puede “vocalizar” hasta cien sonidos distintos, contra los diez sonidos del perro. ¿Qué no por esto son más listos? Concuerdo solo hasta cierto punto, pues una gama más amplia de sonidos permite innumerables combinaciones, por lo que su comunicación es más compleja. Por otro lado, su famosa curiosidad que los hace conocer y explorar cosas en situaciones que nada tienen que ver con la supervivencia, es un claro indicio de su necesidad de procesar y utilizar nueva información. Pero para ser cortante y concluyente diré que los estudios demuestran que son capaces de resolver problemas de relativa complejidad en comparación con el resto de los mamíferos.

El gato. Ese animal con halo misterioso y arrogante elegancia que se ha vuelto un símbolo en la imaginación humana y que el cine y la literatura ha sabido usar a sus expensas. Recuerdo por ejemplo al gato gris y putrefacto de la película “Cementerio de mascotas” (Pet Sematary) una adaptación de la novela de Stephen King, que en lo personal me provocaba un miedo paralizador (no es que me justifique pero tenía ocho años). O la jauría de gatos vengadores en Sonámbulos (Sleepwalkers) del 92, el gato sobreviviente de Alien el octavo (¿no eran nueve con el gato?) pasajero, el gato del Dr. No de James Bond y por supuesto el gato Mr. Bigglesworth de su parodia en Austin Powers. Y quizás el mejor de todos: Becker el gato negro de “Más negro que la noche” (¿fue un pleonasmo?) y que le pone los pelos de punta y cara de susto a Lucia Méndez (¿será que el efecto no se le quitó?). La lista, por supuesto, sería interminable y eso sin contar las referencias a ellos en la literatura como el sonriente y enigmático Cheshire, de Lewis Carroll, el gato psicológicamente tortuoso de “El gato negro”, de Edgar Allan Poe, el altivo gato trotamundos de “Coraline”, de Neil Gaiman y otro largo etcétera. Pero en lo personal me interesa más el papel del gato en las artes pictóricas. Y como siempre en muchas cosas, esto se remonta a Egipto donde alrededor de la quinta dinastía se castigaba con pena de muerte a quien matara o hiriera a un gato pues se le adoraba por ser la representación de la diosa Bastet, protectora del hogar e inspiradora de la música y la caza y cuyo padre – Ra – también adoptaba la forma de un gato cuando descendía al mundo de los mortales. Esto por supuesto plasmó la imagen de este animal en frescos egipcios, algunos de los cuales han llegado hasta nuestros días. Pero su jerarquía no decayó con el tiempo pues los griegos creían que representaba a Artemisa (la versión griega de Bastet) y pensaban que había creado al gato como una burla al intento de su hermano Apolo de asustarla por medio del león que él había creado. Así el gato pasó a formar parte del arte griego en donde aparecía en obras como las pinturas rojinegras de alfarería. En Roma la situación no cambió pues ahora fue asociado con Diana (y otra vez, la versión romana de Artemisa) de

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