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Didactica

9 de Abril de 2013

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INTRODUCCIÓN

Piaget aportó significativamente a la psicología contemporánea, esforzándose en explicar la formación de las estructuras mentales, cuales, como son y cómo se desarrollan, demostrando que la relación entre la persona y el mundo está mediatizada por las representaciones mentales que de él se tengan, estas se organizan en forma jerarquizada y varían en el proceso evolutivo del individuo, según Pozo (1987) citado por De Zubiría, permitiendo reconocer que ciertas categorías de la realidad no están en la realidad sino en la propia mente.

PROPUESTAS PEDAGOGICAS DE RIVADAS DE PIAGET

LA INDEFERENCIACIÓN CON EL ACTIVISMO

Piaget no formuló propiamente una teoría del aprendizaje. Sus esfuerzos estuvieron concentrados en desempeñar el carácter y la naturaleza de la formación de las estructuras con las cuales interpretamos el mundo. Por consiguiente, su teoría aborda las preguntas relacionadas con la manera como el individuo se representa el mundo y el cambio que estas representaciones tiene hasta la adolescencia. Con ello Piaget logró realizar uno de los aportes más significativos a la Psicología contemporánea al demostrar que nuestra relación con el mundo está mediatizada por las representaciones mentales que de él tengamos, que éstas están organizadas en formas de estructuras jerarquizadas y que varían significativamente en el proceso evolutivo del individuo. Contradiciendo el sentido común. Su teoría nos permite reconocer que algunas de las categorías fundamentales de la realidad no están en la realidad sino en nuestra propias mentes (Pozo, 1987).

En el grupo de los psicólogos cognitivos, Piaget es quien asume la postura más pasiva frente a la escuela, puesto que considera que el desarrollo es independiente de los procesos de aprendizaje.

A pesar de que su postura cabría dentro de lo que se podía llamar propiamente una teoría del conocimiento y no del aprendizaje ni de la enseñanza, su divulgación entre la comunidad educativa alcanzó una gran dimensión, en especial desde los años setenta. Esto resulta un tanto paradójico ya que, en el grupo de los psicólogos cognitivos, Piaget es quien asume una postura más pasiva frente a la escuela, puesto que considera que el desarrollo es independiente de los procesos de aprendizaje y que responde fundamentalmente a procesos biológicos y a la tendencia al equilibrio.

La teoría de Piaget. Basada en la tendencia al equilibrio. Tiene el objeto explicar cómo conocemos el mundo y cómo cambia nuestro conocimiento de él. Para explicarlo Piaget acude a dos conceptos centrales:

La asimilación y la acomodación. Usando una analogía biológica definió la asimilación como la “…integración de elementos exteriores a estructuras en evolución o ya acabadas en el organismo..” De esta manera, la asimilación será el proceso mediante el cual se incorporen informaciones provenientes del mundo exterior a los esquemas o estructuras cognitivas previamente construidas por el individuo. Esto explica el que un mismo hecho sea descrito de manera diferente por un niño un joven o un adulto, en virtud a que sus estructuras cognitivas son distintas. No obstante, si solo existiera la asimilación, nuestra representación del mundo sería supremamente subjetiva. Dependiendo no tanto del mundo como de nuestras estructuras cognitivas previas. Para resolver este problema. Piaget acudió a un segundo concepto asociado: la acomodación.

La acomodación es un proceso complementario a la asimilación, mediante el cual se modifican los esquemas teniendo en cuenta la información asimilada. De esta manera se garantiza que la asimilación conduzca a una representación acorde con lo real y no a una fantasía. Es debido a esto que, si bien pueden existir diferencias entre las representaciones individuales, estas conservan cierta coherencia y salvo personas con trastorno intelectuales, nadie más podrá afirmar que una montaña es un violín o un libro.

La misma fortuna que tuvo Piaget para explicar la naturaleza y la evolución de nuestras representaciones mentales no parecen haberla tenido ni él ni sus seguidores en pedagogía. En un caso es bastante, comprensible en tanto que su acción estuvo concentrada en desentrañar la lógica de las repuestas infantiles, dando explicaciones que la psicología y la cultura humana agradecerán.

Aun así, sus aplicaciones en la educación demandan una elaboración pedagógica que ni él ni sus continuadores parecen haber realizado hasta ahora. Entre ellas podríamos reconocer tres tendencias fundamentales:

1. Las aplicaciones pedagógicas que no pudieron diferenciarse del activismo y que en consecuencia terminaron siendo adsorbidas por aquél.

2. Las que manteniendo los lineamientos centrales de la psicología genética, han intentado develar sus implicaciones pedagógicas en áreas particulares del saber.

3. Finalmente, las que en el proceso de reflexión pedagógica han terminado por distanciarse de Piaget.

Aebli, Carretero y su equipo de la Universidad Autónoma de Madrid y David Ausubel, serán respectivamente considerados en este ensayo como representantes de cada uno de las tendencias señaladas.

La mayor parte de los esfuerzos por llevar a Piaget al salón de clase han fracasados como modelos pedagógicos alternos. De allí que actualmente se considere comúnmente a las corrientes pedagógicas piagetanas como variantes marginales de la Escuela Nueva y el activismo.

Esto es así ya que los principios pedagógicos fundamentales de la mayor parte de estas experiencias se mantienen dentro del paradigma activista. Identificados con Decroly, postulan la necesidad de partir de los intereses de los estudiantes; con la misma vehemencia que Montessori, defienden la experiencia y la manipulación como gestores del conocimiento y terminan por desconocer cualquier forma distinta de aprendizaje que no provenga directamente del descubrimiento del estudiante.

“En la medida de lo posible – dirá Aebli- hay que dar al alumno oportunidad de ejecutar materialmente las operaciones durante sus ensayos y tanteos”. El proceso de aprendizaje no difiere así del postulado por la Escuela Nueva ya que el conocimiento conserva el carácter empírico y experimental que aquélla le asigna.

En sus escasos trabajos directamente pedagógicos. Piaget (1971-1972) no oculta sus simpatías por la Escuela Activa y su escepticismo con las aplicaciones del conductismo a la educación ya que “…En lugar construir programas adecuados, fundados sobre un principio de comprensión progresiva, todo se limita a trasponer en términos de programación mecánica el contenido delos manuales corrientes…”En Psicología y Pedagogía. Piaget adhiere al activismo, haciendo como propias sus conclusiones y sus métodos, a los que considera consonantes con sus postulados: inclusive, terminará por afirmar que lo esencial “…es el descubrimiento activo de la verdad”. Con ello Piaget ratificará el excesivo peso que su escuela le asigna al método, suponiendo ingenuamente que lo que se requiere para producir los cambios que exige la educación son modificaciones metodológicas.

Como fue formulado en el capítulo I de la presente obra, toda postura pedagógica se define fundamentalmente en torno a la posición adoptada frente a los propósitos, los contenidos y la secuencia de éstos. Sin fijar una postura aquí, no es posible definir un modelo pedagógico. Las metodologías están a este respecto subordinadas a los propósitos y contenidos definidos para la educación.

Desconociendo esto las teorías pedagógicas derivadas de Piaget, pretenden generar metodologías “constructivistas”, sin haber formulado previamente unos propósitos, unos contenidos y unas secuencias diferentes a las formuladas por la escuela tradicional o el activismo. A este error llegan Piaget y sus seguidores en educación por privilegiar la reflexión sobre el método y no sobre los contenidos como debería hacerse en una teoría pedagógica contemporánea (Ocampo, 1994).

Las aplicaciones piagetianas en el aula de clase se nutre, así, del enfoque constructivo que le asigna a la acción un lugar de primer orden en la formación del pensamiento. Aun así, se puede decir que parten de una aceptación limitada y empirista de la acción, al reducir ésta a la manipulación física y concreta de objetos, que, como se indicó en el capítulo III, no garantiza la comprensión.

La acción que debe defender la Psicología cognitiva contemporánea es la que tiene que ver con los procesos psicopedagógicos del aprendizaje. El estudiante tiene que reconstruir activamente los conceptos de la ciencia, incorporándolos a sus estructuras de pensamiento y poniendo en ejecución los procesos psicológicos superiores. Ello no implica una acción motriz sino mental por parte del estudiante.

Las críticas que se le pueden señalar a este conjunto de teorías pedagógicas derivadas de Piaget, son por lo tanto, similares a las indicadas para el modelo activista en general.

En primer lugar, es absurdo suponer que se pueda organizar la estructura curricular a partir de las motivaciones esporádicas y circunstanciales de los alumnos. El pretender partir de los intereses de los niños, a pesar de lo atractivo y popular que pueda parecer su formulación, no deja ser una idea romántica si lo que queremos es desarrollar en los individuos todas sus potenciales y permitirles el acceso a los conocimientos de la ciencia y el arte contemporáneo. Un currículo organizado

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