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Educacion Temprana


Enviado por   •  9 de Julio de 2014  •  1.808 Palabras (8 Páginas)  •  193 Visitas

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Resumen

Empezamos a ensayar la maternidad y la paternidad desde mucho antes de convertirnos en madres y padres. Lo hacemos desde la infancia al imaginar nuestro futuro de adultos.

Lo aprendemos, como hijos e hijas, cuando recibimos el cuidado de nuestros padres, cuando vamos descubriendo nuestra relación con ellos y el papel que juega cada uno y vamos experimentando que nos hace bien y que nos hace sufrir.

También el juego es una buena escuela. Por eso es importante que las nenas y los nenes jueguen a ser padres y así ensayen los papeles de mamá y papá.

Otra fuente de aprendizaje consiste en visitar a otras familias y compartir actividades. Podremos ver cómo actúan los padres y madres en otras familias y compararlas con la nuestra en el presente, así como imaginar la futura, la que construiremos de adultos.

Todos los padres y madres tienen una vida anterior a la paternidad, quieren repetir las experiencias favorables, no quieren repetir lo que les hizo daño y les dolió. Ninguna será una madre perfecta, ninguno será un padre perfecto, pero todos pueden trabajar para ser los mejores padres para sus hijos.

Así como es normal que en algunas etapas del embarazo la mujer duerma más o tenga algunas náuseas, también lo es que la alegría y la esperanza se mezclen con miedos y preocupaciones, lo que también le sucede al papá.

Algunas mamás deben enfrentar este proceso sin un compañero a su lado. Unas pueden haberlo elegido así, pero otras viven su embarazo junto con la tristeza y el dolor que les produce la ausencia de aquel con quien pensaban compartir esa etapa. A veces se sentirán muy solas, desamparadas, abrumadas por la vida que no se detiene. A falta de un compañero que las apoye, buscar sostén en familiares, amigos, vecinos o instituciones cercanas les permitirá ir encontrando la fuerza interior necesaria. Ser madre sola no es fácil, pero numerosas mujeres han demostrado con los hechos que es posible y que vale la pena el esfuerzo.

Una vez que nace un hijo, ya nada será igual, estrenamos el sentimiento de que existe alguien a quien amamos más que a nada ni nadie y que depende absolutamente de nosotros. Cambian los roles familiares y nos embargan emociones fuertes y complejas, satisfacción y sensación de haber fundado una familia, de que alguien nos va a continuar; así como miedos, preocupaciones, inseguridades…, mientras debemos atenderlo, cuidarlo, alimentarlo y empezar a tratar de entenderlo.

Introducción

La relación con el bebé empieza antes de su nacimiento: Cuando pensamos en él o ella, cuando le hablamos o cantamos, cuando lo tocamos a través de la panza, cuando la mamá cuida su salud y renuncia a cosas que les hacen mal a su bebé y a ella (fumar, beber alcohol, consumir drogas), cuando el papá apoya a la mamá y se sabe integrante de esta experiencia, cuando le hacemos un lugar en nuestra casa y en nuestras vidas.

Ya sea por una sorpresa de la naturaleza o como resultado de tratamientos especiales, algunas veces en un mismo parto nace más de un bebé. Los padres de múltiples (mellizos, trillizos o más) se enfrentan a varios desafíos. No solo es mayor el trabajo, también es necesario entender el mundo de los múltiples, que no tendrán entre sí la misma relación que los hermanos que nacen de a uno. Con dos o tres bebés para cuidar al mismo tiempo hay que lograr organizar las actividades de la manera más práctica y sencilla posible. Jerarquizar lo importante y no prestar atención a los detalles es una buena política cuando hay tanto para hacer. Y, por supuesto, aceptar la ayuda que ofrezcan familiares y amigos, organizándolos para que sean un apoyo realmente eficaz.

El hijo real no es el hijo soñado. Puede ser parecido, pero no es igual. Solo si sabemos dejar atrás la imagen del hijo o la hija soñados es que podremos aceptar al real, sentirlo próximo, establecer un vínculo con él o ella y nutrirlo con lo mejor, material, emocional y espiritualmente.

Muchas veces, después del parto las madres están exhaustas pero eufóricas de felicidad. Poco a poco estas emociones se van suavizando hasta lograr regularse y entrar en la cotidianidad. Y el papá casi siempre descubre facetas diferentes que no conocía: se alegra, se enternece, se asusta, se cansa. A veces puede sentir que ha quedado al margen del vínculo

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