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Escuela Del Viruz


Enviado por   •  13 de Agosto de 2013  •  775 Palabras (4 Páginas)  •  219 Visitas

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Siempre han gravitado sobre Culiacán las sombras de la guerra. Desde hace casi cuatro años, cuando pasó a convertirse en una de las ciudades más violentas del mundo, con índices de homicidios en México solo superados por Ciudad Juárez, Chihuahua, la capital de Sinaloa vive en la zozobra constante, con ritmos de vida esquizofrénicos y encierros familiares involuntarios. Las calles se han dejado a los sicarios. A unos y otros y su guerra demente. Ahora las bajas más notables son de los Ántrax.

Fue en la colonia Guadalupe Victoria, Culiacán, Sinaloa, México… una zona infestada de gatilleros del cártel de Sinaloa.

Apenas pasaba el mediodía cuando el Passat blindado entró por la calle Fray Gerónimo de Mendieta. Dio vuelta por la calle Abelardo L. Medina, con rumbo norte y justo a unos metros se encontraba un grupo de jóvenes platicando. Placas sobrepuestas VLU-9513 de Sinaloa, color blanco. Cuando el auto se detuvo ya se estaban abriendo sus cuatro puertas vomitando hombres armados que empezaron a disparar. Los jóvenes corrieron en estampida, pero todos, salvo uno, fueron acribillados.

Se escucharon primero dos ráfagas de AK-47. Luego varios disparos de pistola de diferentes calibres. Ataque y defensa. Luego una o dos ráfagas más. Fueron segundos de polvo y pólvora. Uno de los atacantes no alcanzó a salir del auto y quedó con un pie en el estribo. Traía una pechera, caída de su mano, una funda con su cargador. Uno de los jóvenes, en la defensa, lo había eliminado.

Los mirones se escondieron desde los primeros disparos. El sobreviviente, que desde esa mañana trascendió, le dicen el Mele, se escondió y pidió ayuda. Cuando solo quedaron los cuerpos tendidos sobre el pedregal, los curiosos empezaron a asomarse. Pero volvieron a sus escondites. Hombres a bordo de vehículos blindados llegaron por el Mele, que había quedado herido. Ya que se retiraron y despejada la polvareda, volvieron a salir de sus cuevas para contar los muertos. Había cuatro hombres tirados, uno en la acera poniente, al frente de una camioneta Frontier color rojo y tres a diferente distancia por el lado contrario.

A unos cuatro metros, por la calle Agustín Yáñez se paseaba despacio una camioneta Equinox color blanco. Iba y venía, midiendo el terreno, hasta que entró a la calle Abelardo L. Medina y se acercó al Passat. Dos hombres con fachada de pistoleros se bajaron. Uno de ellos, pistola en mano, se acercó para confirmar que el hombre que había quedado en la parte trasera del auto estuviera muerto. Se asomó con la pistola apuntándole y dijo: “Está bien muerto”. Su compañero, con un Nextel en la mano a la altura de la barbilla, comunicaba: “Falta uno, falta uno”.

En eso apareció en sentido contrario a ellos una patrulla de la Policía Municipal, de donde se bajó la comandante Martha Ávila. Al retirarse los hombres, pasaron por

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