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Formacion De Profesores

josechavarria11 de Septiembre de 2012

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Formación de profesores: necesidades y competencias pedagógicas

Introducción

Este artículo tiene por finalidad reflexionar sobre algunos temas que dicen relación con la formación de profesores[1]en general y cuales podrían ser las competencias necesarias para su adecuado desarrollo profesional y personal, pues ambas dimensiones, en el caso de los profesores, están hondamente enlazados

No queremos plantear un esbozo de filosofía educacional, pero si consideramos necesario adentrarnos, aunque sea de manera breve, en lo que consideramos son algunos aspectos esenciales en la formación de los profesores y que tienen relación con los sustratos más profundos de su ser y hacer profesional. No obstante esto, consideramos indispensable, para el tratamiento del tema de las competencias pedagógicas en la formación de los profesores que las ubiquemos en un contexto pedagógico que es más extenso que el tema mismo que nos preocupa. Se trata aquí de que las competencias pedagógicas sean insertas en contextos significativos de orden educativo, que les den sentido y orientación y no se transformen así en meros artilugios operativos de entender unas nuevas formas de conductas pedagógicas que en muchos casos se podrían confundir con los antiguos "objetivos específicos" utilizados en las planificaciones escolares.

Es por eso que, partiendo de la idea de que las condiciones de vida profesional de los profesores son deficitarias, en la mayoría de los casos en nuestros países, planteamos la intuición de que lo que mueve y da fuerza a muchos de ellos para realizar su tarea cotidiana, es el encuentro con un sentido pedagógico, que en muchos casos lo denominamos como el encuentro con su propia vocación pedagógica (tema que seguramente será considerado por muchos cientistas sociales como pasado de moda que no han hecho de la profesión docente ni del trabajo pedagógico una forma de vida).

Un segundo tema, que tiene una directa relación con lo anterior es levantar algunas hipótesis sobre como el profesor va construyendo su propio sentido de la realidad, entendiendo por esto el cómo el profesor maneja sus propios tiempos y espacios en la tarea pedagógica y en su vida personal.

Otro tema es el cómo reconocer que en el trabajo docente (no el trabajo docente estandarizado, como lo pretenden muchos tecnócratas de la educación), es un trabajo pleno de subjetividad e ínter subjetividad y que en el mismo se utilizan no solo las herramientas propias del conocimiento racional, sino otras que rozan la intuición racional y la intuición afectiva.

Del mismo modo, trataremos someramente la idea de los ciclos que se viven de manera cada día más presurosa en el mundo de hoy. Un mundo en expansión y cambio nos plantea nuevos desafíos pedagógicos y educacionales. La relatividad, lo transitorio, los valores no estables, las nuevas y cambiantes modas culturales son todos elementos que deben ser considerados en la formación de nuevos profesores.

Sin embargo, en el mundo de los países más pobres o en vías de desarrollo con bolsones evidentes de pobreza, se plantea la realidad de tener necesidades básicas que deben ser satisfechas y escasos recursos para lograrlo. A pesar de lo anterior, la educación necesita de innovaciones educativas, con el fin de ponerse al día en relación a los cambios que va asumiendo la realidad contemporánea. De otro modo, ésta cae en la obsolescencia y deja de ser pertinente de acuerdo a la exigencia de los nuevos tiempos.

Por último, trataremos el tema de que el sistema educacional y los profesores se ven forzados a responder a los requerimiento de competencias técnicas y profesionales cada vez más especiales, que cada nueva generación de niños y jóvenes van teniendo, debido a los cambios tecnológicos y del conocimiento que se presentan con una rapidez desconocida en las generaciones anteriores. Solo después de haber reflexionado sobre este contexto entraremos a nuestro planeamiento sobre las competencias que son necesarias en la formación de los futuros profesores.

I. Búsqueda de un sentido pedagógico

Durante el transcurso de mi trabajo académico, con profesores de distintos niveles del sistema, sobre los temas educativos que son objeto de este artículo, muchas personas y entre ellas muchos profesores y profesoras me han formulado la pregunta de base sobre las competencias docentes que es aquella que dice relación con el sentido pedagógica que ellas deben tener como sustrato a su configuración más operativa. Es, sin duda, una pregunta que se hace sobre el sentido de la profesión docente y en general sobre el sentido de la tarea educativa.

¿Por qué estudió usted la carrera de pedagogía, cuando ella es una profesión tan mal pagada? ¿Porqué arriesgar una vida de ingresos económicos satisfactorios y estatus social elevado, por ejercer una profesión tan mal valorada y porque no decirlo, tan desprestigiada? ¿Para que esforzarse tanto en adquirir nuevas competencias si al parecer el logro pedagógico, en términos de calidad, no varía mucho? Casi siempre han sido preguntas que nacen de la inquietud, muchas veces inexplicable, de aquella profunda motivación que lleva a personas inteligentes, dotadas de cualidades humanas y virtudes, de capacidad de servicio y solidaridad, a ejercer la profesión docente.

Sobre esto debo comentar que casi siempre mis respuestas están llenas de dudas, pues desde hace algunos años no tengo un contacto directo y cotidiano con alumnos de la enseñanza media, de la cual el autor es un profesor de filosofía. Mi labor, por el contrario, se ha centrado en trabajar y convivir mucho con los profesores y profesoras de mi país que en la actualidad trabajan en el sistema y también de otras latitudes, lo cual mantiene frescas las vivencias de mi experiencia del trabajo docente realizado durante muchos años en dicho nivel y en el nivel universitario.

El sentido del trabajo docente es una pregunta que se hacen siempre los futuros profesores y que en los actuales tiempos es poco comprendida por personas que no trabajan directamente en la docencia. Hoy día el mundo educativo oficial, por lo que considero una desmedida influencia ideológica de agencias financieras internacionales, se construye a través de proyectos técnicos siempre parciales, que apuntan a la resolución de problemas que, sin duda, deben tener una rápida superación, pero a los cuales no se les inserta en respuestas mas generales sobre la realidad educativa, social y económica que los circunda y que les podrían proporcionar un verdadero sentido y trascendencia. De ahí es posible que la visión que se tiene sobre el profesor es parcializada y quizá, no lo puedo afirmar con certeza, es el producto de la preocupación por diseccionar la vocación pedagógica y sus conductas consecuentes, en competencias operativas.

Ya sabemos que los proyectos, como respuestas de naturaleza parcial a problemas parciales, se agotan y pierden su vigencia en un corto período de tiempo, ya que no pueden responder a las interrogantes sobre el sentido de los procesos educativos. Ello implica la existencia de miradas de más largo alcance y que deben sobrepasar las visiones parciales de los simples hechos que son abordados por los proyectos, para adentrarse, querámoslo o no, en la idea del hombre y la sociedad que queremos formar con nuestra actividad educativa. Similar situación debería darse en la formación de los futuros profesores.

Desde esta perspectiva, consideramos pertinente afirmar que en educación la respuesta sobre su sentido tiene una directa relación con la capacidad de preguntarse sobre el ser humano, sus modos de desarrollo y sus tipos de inserción en la vida grupal. En definitiva sobre sus realidades relacionales. En educación siempre ha existido la necesidad de responder a la pregunta sobre el tipo de hombre y el tipo de sociedad que queremos formar con nuestra acción pedagógica. No es una interrogante inocente o sencillamente baladí o especulativa (al estilo medieval, como me lo decía un connotado experto educativo, de cargada ideología pragmática), sino que es una pregunta sobre la finalidad que debe orientar nuestros esfuerzos parciales, siempre dilatados en el tiempo, para ayudar a formar el hombre y la mujer del futuro en la acción presente. El profesor, como las profesoras, son constructores de la sociedad del mañana y sus derroteros están marcados, quiérase o no, por las ideas teleológicas que guían su acción. Su formación debería guiarse, del mismo modo, por el logro de finalidades que estuviesen más allá de lo meramente circunstancial.

Por lo mismo, el profesor necesita focos orientadores de largo y mediano plazo y por eso busca, muchas veces con gran inquietud, respuesta a las preguntas últimas sobre el tipo de hombre que la sociedad del presente quiere formar para el futuro, pues en esto se juega y auto valora su propia acción cotidiana.

¿Que sucede con este tipo de preguntas que hoy día los profesores y profesoras nos seguimos haciendo y que una parte importante del mundo intelectual y tecnocrático rechaza con tanta vehemencia?

La impresión que se puede tener es que el utilitarismo que hoy nos invade, nacido de una corriente muy burdamente neoliberal, ha hecho una entrada triunfal a la cultura pedagógica de nuestro tiempo y ha producido una gran mella sobre los espíritus, aún de aquellos que uno observaba como los más fuertes y no desertables en la mantención de principios y valores con los cuales construimos y hemos recuperado gran parte de nuestras historias democráticas.

Existe un acomodo paulatino al mundo del utilitarismo, que consume poco a poco la posibilidad de una vida espiritual rica e intensa. La solidaridad real y con ello una pedagogía

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