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Niños En Situacion De Riesgo


Enviado por   •  10 de Marzo de 2013  •  2.600 Palabras (11 Páginas)  •  313 Visitas

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EL NIÑO ADOPTADO

La experiencia de la adopción no es idéntica a la paternidad. Puede ser igualmente gratificante, pero conviene matizar unas cuantas características diferenciales:

1. Personalidad de los padres adoptivos: Es necesario que se trate de personas estables, con un bajo índice de neuroticismo. Este es un factor importante para cualquiera que vaya a ser padre pero lo es más en el caso de padres adoptivos. La especial característica del vínculo padres-hijos en el caso de adopción, puede hacer que padres moderadamente neuróticos no se sientan responsables de las características negativas (enfermedades, problemas de desarrollo o de nivel intelectual, trastornos de carácter) que pueden presentar los hijos. He visto personalmente el caso, dramático, de un niño hiperactivo que (a los 13 años) fue informado a voces por su padre adoptivo de su condición de adoptado, y amenazado con que "iban a devolverle a la inclusa" si seguía en su actitud. Como sea que el niño no lo creía, el padre le enseñó toda la documentación. Llegó a llevar al niño al ayuntamiento de su pueblo, para que el secretario reforzara las amena- zas al niño: " Explíqueselo Ud. que es adoptado, y que si no cambia lo devolveremos". Costó una depresión grave, un intento de suicidio y un tratamiento antidepresivo a lo largo de 7 años, rehacer la autoestima y la seguridad del niño, hoy felizmente un hombre de 33 años, casado y plenamente estable.

La personalidad de los padres debe ser cuidadosamente evaluada, así como la estabilidad de la pareja, en la inmensa mayor parte de casos en que la adopción sea solicitada por una pareja. Jamás debe plantearse la adopción como una medida para "rehacer" un matrimonio tambaleante. La aparición de un nuevo ser complica más la vida, con lo que los problemas que ya hubieran van a quedar amplificados. Es necesario comprobar que, en el caso de parejas, sean los dos cónyuges los que desean la adopción. Si solamente uno de ellos está convencido, y el otro se somete para satisfacer al primero, tarde o temprano aparecerán problemas de rechazo.

2. Características del niño/a a adoptar: Recordemos que los niños adoptados se parecen mucho a sus padres reales en cuanto a características intelectuales y rasgos básicos de temperamento. Sería interesante evaluar en forma adecuada estas variables, las cuales deberían ser conocidas y aceptadas por los padres adoptivos. Ni que decir tiene que deben ser advertidos también de los defectos físicos o enfermedades que el niño tiene, en fase clínica o en fase de latencia.

3. Relaciones padres-hijos: De hecho deben mantenerse las mismas precauciones que en niños no adoptados. No es infrecuente la problemática de sobreprotección, llevada a cabo como una manera de autodemostrarse los padres que son adecuados para el hijo, o como un modo de evitar "perder el afecto" del niño. En tales casos éste puede convertirse en un pequeño tiranuelo, poniendo en marcha abundantes conductas para obtener beneficios secundarios.

4. Información sobre la realidad de ser adoptado: Resulta conveniente que la realidad de la adopción sea un hecho conocido por el niño, prácticamente desde siempre. No se trata de fijar un momento concreto para, de forma solemne, anunciarle que se trata de un niño adoptado. Lo más prudente es que éste sea un tema "sabido", que se da por supuesto y que se comenta con naturalidad y, por qué no, con ternura. He hallado una de las mejores descripciones de esta situación en las memorias de Harpo Marx ("Harpo habla"). El genial cómico era un hombre sensible, bondadoso y de una gran humanidad. Con su esposa, la actriz Susan Fleming, adoptaron cuatro hijos de diversas edades. Harpo relata cómo el cuento preferido de los niños era la historia de su adopción. Se iniciaban las historias con el deseo de los padres por tener un niño o niña, y con las peripecias de la búsqueda hasta dar con cada uno de ellos. Los niños se sentían satisfechos de haber sido elegidos, y vivían su situación de adoptados no ya con normalidad sino con auténtica satisfacción. Comenta Harpo que, ya mayorcitos, animaron al hermano mayor, de unos 15 años, para que se presentara ante el padre y le dijera: "Hay algo que queremos decirte hace mucho tiempo, papá. Nunca te lo hemos dicho, pero queremos que lo sepas: Gracias por habernos adoptado".

SEPARACION DE LOS PADRES

Una de las tareas más frecuentes en un gabinete de Psiquiatría Infantil es la realización de informes psicológicos para aportarlos a procesos judiciales de separación. Unas veces se trata de explorar a los niños. En otras ocasiones exploramos a uno de los cónyuges, o a los dos. En algunos, en fin, debemos explorarlos a todos, padres e hijos. Los titulares de los juzgados de familia suelen interesarse por los dictámenes periciales, especialmente cuando los advierten serios, honestos, rigurosos y exhaustivos. Por otra parte, en los mismos juzgados actúa un equipo psicológico, aunque no es infrecuente que tales equipos estén saturados de trabajo y deban mantener largas listas de espera.

La inmensa mayor parte de estas exploraciones viene propiciada por un malentendimiento, cuando no un claro enfrentamiento, entre ambos ex-cónyuges a la hora de acceder a la custodia de los hijos, al regimen de visitas, o incluso al ejercicio de la patria potestad. Me consta, porque me lo han demostrado más de una vez, que los Jueces conceden una absoluta prioridad al bienestar material y psíquico de los niños a la hora de tomar sus decisiones. De ahí que la exploración psicológica se convierta en un argumento de peso a la hora de emitir conclusiones.

La revisión de muchos de estos casos nos lleva a una conclusión evidente: cuanto más traumático es el proceso (disensiones, discusiones, peleas, agresiones...) más ansiedad crea en los niños. Cuánta mayor sea la ansiedad de los ex-cónyuges (o de uno de ellos) mayor ansiedad van a transmitir a los niños. En cambio, padres serenos, dialogantes, negociadores, capaces de llegar a la "solución civilizada", pueden conseguir que los niños lo pasen lo menos mal posible, dentro del lógico conflicto que una ruptura de ese tipo provoca.

Desgraciadamente la mayor parte de los casos comporta parámetros de escasa tranquilidad. Resulta lógico que los matrimonios que van a producir mayor cantidad de rupturas sean precisamente aquéllos que peor se entienden. La inexorable ley que rige las conductas neuróticas hace que uno y otro miembro de la ex-díada se lancen mutuas acusaciones, se inculpen entre sí con fruición y, si conviene, prodiguen la agresión verbal y/o física. Los casos peores, convierten a los niños en una especie de "arma arrojadiza" y "se

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