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Enviado por   •  8 de Enero de 2014  •  4.627 Palabras (19 Páginas)  •  268 Visitas

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PROPUESTA PEDAGÓGICA

Nuestro trabajo final, tiene como objetivo ofrecer una propuesta pedagógica para trabajar la equidad de género y la igualdad de oportunidades en el ámbito escolar de la comunidad educativa: alumnas y alumnos, docentes, padres y madres. La misma propone una metodología, participativa, vivencial y dinámica.

Propone un ciclo de actividades que se encuentran en la realización de jornadas de trabajo con los 3 actores de la comunidad educativa.

Estos significados de conceptos básicos de tolerancia, rezago, discriminación, sexismo, equidad, igualdad, género, sexo, vistos desde el punto educativo. Aquí podemos observar diferentes formas de aplicar estos conceptos al modelo educativo y que tan importantes son para la enseñanza educativa actual; ya que en épocas posteriores la educación tenía otra perspectiva de enseñanza, en la cual se asignaban tareas a niños y a niñas aplicando una serie de patrones psicológicos, culturales y sociales en la cual ellos eran educados de manera desigual, existían una serie de roles para mujer y otra para hombres.

También abordamos los temas: formas de discriminación en la sociedad, estereotipos de género y el proceso de socialización, la participación ciudadana en las acciones pro-equidad y por último alternativas para promover la equidad de género en la comunidad en que vivimos y como todos hemos contribuido un poco con la manera de educar nuestros niños y niñas, desde patrones, roles, diferencias entre sexo, género, etc., por lo tanto aquí abordamos esta problemática como un asunto de suma importancia para la escuela, los maestros, la familia, la sociedad, que son factores que influyen en el desarrollo de las habilidades que los niños y niñas van desarrollando a lo largo de su vida para poder valerse de ellas y seguir afrontando nuevos retos.

INTRODUCCIÓN

La reivindicación por la igualdad de género ha puesto en el punto de mira el papel de la escuela como agente educador en valores. La escuela puede y debe ser una de las principales entidades para encabezar la lucha por el cambio social.

La escuela puede y debe ayudar a corregir dicha manipulación socio-cultural. Dicha misión no es fácil ni pueden llevarla a cabo únicamente los profesores sin ayuda de las familias y de la sociedad en general. La inclusión en el currículo de los temas transversales pone de manifiesto la necesidad de educar en valores. Uno de los temas transversales es “La educación para la igualdad de oportunidades entre sexos”, pues por increíble que parezca, aún vivimos en una sociedad machista, que discrimina a la mujer por el mero hecho de ser mujer. Por ello, nuestros alumnos tienen que aprender a respetar un derecho básico de cualquier persona: el derecho a la igualdad entre sexos. Y por supuesto, el derecho a la igualdad en razón de raza o creencia. Pasamos pues a hablar de coeducación, que no es sino una educación basada en la igualdad y el respeto. No obstante, incluso en el ámbito escolar caemos en dichas discriminaciones ya que están profundamente arraigadas en nuestra sociedad, como cuando usamos el masculino (jóvenes) para dirigirnos a hombres y mujeres.

Hoy en día, la equidad de oportunidades no es una realidad social y para llegar a dicha igualdad no es suficiente con una educación mixta, pues muchas desigualdades escapan a lo meramente formal o aparente para ocultarse tras pensamientos fuertemente asentados en nuestra forma de ver el mundo, como por ejemplo que sexo y género son una misma cosa.

La coeducación debe comenzar desde que los alumnos/as son pequeños, por ello utilizaremos las actividades en grupo, el juego y el deporte. Los seres humanos a medida que interactuamos con seres de nuestra misma edad vamos desarrollando una serie de actitudes y comportamientos que con el paso de no mucho tiempo se asientan para siempre en nuestra personalidad, de ahí que el tipo de educación que comencemos a recibir marque nuestro desarrollo personal y social. Cuando trabajamos con niños/as desde pequeños debemos pues:

Usar el “juego” para ayudar a fomentar la interacción social de ambos sexos, sin ningún tipo de discriminación en los juguetes seleccionados para cada persona, la selección de compañeros/as como parte de nuestro grupo de juego ni en el tipo de juego o actividad a realizar por cada participante.

Usar el “trabajo en grupo” para poner en práctica una dinámica de clase en la que jóvenes y jovencitas se valoren por igual, se les asigne roles sin estereotipos y se espere lo mismo de ambos.

Cuidar la discriminación en el lenguaje y en los materiales y libros de textos.

Usar el “deporte” como vehículo para fomentar valores, actitudes y normas, ya que al practicar deporte y hacer ejercicio físico fomentamos la importancia de tomar en serio nuestra salud mental y física, establecemos normas de respeto hacia los demás como no usar la violencia, respetar turnos y ponemos en práctica una interactuación unisex. Ya pasó de moda el que los hombres juegan al fútbol, el deporte masculino por excelencia, y las mujeres al voleibol, por poner un ejemplo, pues de esta manera seguimos fomentando diferencias que provienen de hechos socioculturales como que el fútbol es un deporte de hombres por su dureza. De esta manera, asociamos dureza o violencia con el género masculino, de tal forma que cuando estos niños crecen llevan consigo una carga violenta que a veces se manifiesta en “maltrato físico” hacia las mujeres, a las que ven más débiles e inferiores.

A veces la práctica de juegos o de deporte de manera discriminatoria crea hábitos de conducta discriminatorios y agresivos. Parte de estos problemas podrían evitarse con una mejor coeducación desde pequeños en el seno familiar y en el ámbito escolar. La escuela y la familia constituyen la base de nuestra educación y de ellas debemos extraer una idea clara: “Nuestros valores y patrones de comportamiento no dependen de nuestro sexo sino de la educación recibida a lo largo de nuestra vida”.

Los padres podrían optar por:

Tratar de manera igualitaria a hijos e hijas con respeto a las tareas domésticas.

Comprarle juguetes que no fomenten la desigualdad de género.

No usar un lenguaje discriminatorio en casa.

Poner en práctica juegos mixtos entre hermanos y hermanas o amigos y amigas.

Esperar lo mismo de hijos e hijas.

Actuar

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