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Politica Y Legislacion

paula_ariana8 de Marzo de 2014

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PLATÓN La República, Libro Noveno.

Carácter del tirano en el individuo, cómo pasa de democrático a tiránico.

Clases de deseos. Entre los placeres y deseos algunos son ilegítimos y tal vez son innatos, pero reprimidos por las leyes y por otros deseos mejores, y guiados y dirigidos por la razón, se desvanecen o debilitan en algunos hombres, mientras que en otros subsisten más numerosos y fuertes.

–¿A qué deseos te refieres?

–A los que surgen del sueño, cuando duerme esa parte del alma que es razonable, tranquila y hecha para mandar, y la parte bestial, feroz, exaltada, se insubordina y, rechazando el sueño, trata de abrirse paso y satisface sus apetitos. A mi juicio, en cambio, cuando cada hombre lleva una vida saludable y arreglada se entrega al sueño.

–Retrato del hombre democrático. Desde la niñez se había educado bajo la férula de un padre ahorrativo que tomaba en cuenta los deseos de lucro y despreciaba los deseos de diversión y el lujo. Pero al juntarse con personas más refinadas y entregada a la satisfacción de esos deseos se entrega al desenfreno y al género de vida de aquellas. Pero, como tiene mejor índole que sus corruptores, al verse tironeado en sentidos opuestos, adopta un término medio.

Concede a este hombre, un hijo joven educado de idéntica manera. Le ocurre lo mismo que a su padre y es arrastrado a una vida de absoluto desorden. Cuando los creadores de tiranos hayan agotado sus medios para dominar al joven, se las ingenian para hacer nacer en él un amor que lo induce al ocio y al derroche de sus bienes.

He aquí como se forma el hombre tiránico. Tales ideas, cuando estaba aún sometido a la autoridad de las leyes de su padre, y cuando la democracia aún reinaba en su alma, sólo se emancipaban en sus sueños mientras dormía.

Así, cuando en una ciudad los hombres de esta especie y los que les siguen llegan a ser muchos, son ellos los que engendran al tirano. El más perverso de los hombres, ¿no será también el más desgraciado? ¿Y no es verdad que el hombre tiránico está hecho a la imagen de la ciudad tiranizada como el hombre democrático a imagen de la ciudad gobernada democráticamente, y así los demás?

–¿llamarás libre o esclava a la que está sometida a un tirano?

–Esclava.

–¿Y será pobre o rica una ciudad sometida a un tirano?

–Un alma tiranizada será siempre pobre e insaciable.

Hombre desgraciado es aquél que, ya tiranizado, no pasa su vida como simple particular, sino que tiene la desdichada ocasión, de convertirse en tirano. Pasa con el tirano lo que con ciertos ricos de las ciudades que poseen muchos esclavos. Pero, ¿no sabes que estos ricos viven tranquilos y nada temen de sus esclavos?

–Muy bien pero, si por alguna circunstancia uno de tales ricos, es sacado de la ciudad con su mujer, sus hijos, sus esclavos y todos sus bienes, y fuese trasladado a un desierto donde no pudiera esperar socorro de nadie, ¿no crees que vivirá en el temor de perecer en manos de sus esclavos?

–Es un temor extremo.

–¿Y no está el tirano encerrado en una prisión semejante?

–Sin duda.

–Tales frutos recoge el hombre que no sabe gobernarse a sí mismo, cuando las circunstancias lo hacen pasar de la esfera privada a la pública, permitiéndole ejercer la tiranía. A causa de ello su desgracia es completa.

–Por consiguiente, el verdadero tirano es un verdadero esclavo, sometido a la peor de las servidumbres, pues tiene que adular a los hombres más abyectos. Lejos de satisfacer sus deseos, son tantas las cosas que le faltan, que es en indigente, y se pasa la vida agobiado por el temor y el sufrimiento en la ciudad que gobierna.

–Si es verdad que el alma de cada individuo se divide en tres partes, así como la ciudad se divide en tres clases, ello nos permite deducir: a esas tres partes corresponden, tres clases de placeres, y también tres órdenes de deseos y de principios de acción.

–Hemos dicho que había una parte que le sirve al hombre para comprender, otra por la que el hombre se encoleriza, y una tercera a la que hemos llamado concupiscible. Según la parte que domine, podemos decir que hay tres caracteres principales de hombres: el filósofo, el ambicioso y el codicioso. Y que también son las tres clases de placeres que corresponden

–¿Qué cualidades se requieren para juzgar? ¿No se requiere experiencia, inteligencia y razonamiento? Considera cuál de estos tres hombres es el de mayor experiencia en todos los placeres de que hemos hablado.

–Con respecto a los honores, cada uno de estos tres hombres los alcanza si consigue el fin que se ha propuesto, porque tanto el rico, como el valiente y como el sabio son honrados por la multitud, de suerte que los dos conocen el placer que causan los honores. Pero es imposible que ningún otro, como no sea filósofo, haya gustado la naturaleza del placer propio de la contemplación del ser.

–En consecuencia, el filósofo tiene mejor criterio para juzgar que los otros dos.

Con excepción del placer del sabio, el placer de los demás no es verdadero ni puro, sino la sombra de un placer. Y está sería para el injusto la derrota más importante y decisiva.

–Cuando el alma toda obedece a la parte filosófica y no se suscita en ella rebelión alguna, cada una de sus partes se mantiene dentro de los límites de sus funciones y practica de tal modo la justicia, y además goza de los placeres que le son propios, de los mejores, de los más verdaderos.

–Formando con el pensamiento una imagen del alma, para que el partidario de la injusticia mida el alcance de sus palabras.

Imagina un monstruo multiforme y policéfalo, que tenga varias cabezas de animales, mansos unos, feroces los otros, y que sea capaz de hacerlas nacer y transformarlas por sí mismo.

–Modela dos figuras más: la de un león y la de un hombre. Reúne las tres figuras de modo que se combinen entre sí.

–Modela en torno a ellas la imagen de un hombre. Respondamos ahora a quien sostuvo que le conviene a este hombre obrar con injusticia, lo que equivale a decir que le conviene fortificar al monstruo multiforme y al león, y dejar hambriento y débil al hombre, de modo que le permitirá que riñan, se muerdan y acaben por devorarse. Por el contrario, sostener que es conveniente la justicia, ¿no equivale a decir que el hombre interior sea el más fuerte y domine en lo posible al hombre entero, cuidando de la criatura policéfala y ganándose como aliado al león y vigilando a todos al fin de mantenerlos en perfecta inteligencia entre ellos y consigo mismo?

–Por lo tanto, tiene razón el que alaba la justicia y está en un error el que alaba la injusticia, pues ya se trate del placer, ya de la buena reputación, ya del provecho, la verdad está del lado de quien hace el elogio de la injusticia, y nada sano dice quien la censura ni tienen idea de lo que censura.

–Por lo tanto, ¿en qué y por qué razón diríamos que es ventajoso obrar con injusticia, en indignidad, o llevar una vida licenciosa y vergonzosa, si como resultado de ello, al hacerse uno más rico y poderoso, se hace también más perverso?

–No podemos decir que sea ventajoso.

–Ahora bien, el hombre sensato, poniendo su atención en el gobierno de su alma y cuidando que no puedan trastornarlo la abundancia ni la indigencia, ajustará a esa norma su conducta, adquiriendo y gastando en la medida de sus necesidades.

–En cuanto a los honores, aceptará y gustará de buen grado aquellos que él juzgue que lo hacen mejor y rehuirá, aquéllos que podrían perturbar la disposición en que se encuentra.

Prelot- La sustitución de la politología

I. La politología sustituida por la ciencia económica

El uso cada vez más generalizado del término economía política, provoca una incertidumbre creciente.

De la herencia aristotélica hemos visto florecer la rama fértil constituida por la política. La otra rama, la económica, bastante débil. Las relaciones de familia tomaron cada vez más el aspecto de relaciones personales atinentes no a la económica, sino a la ética. Y la desaparición de la esclavitud redujo la importancia de relaciones entre amo y servidor. En consecuencia, solo quedó a la económica la administración del patrimonio y el cuidado de la casa.

Transportada del hogar al Estado, la economía se convierte en el arte de la administración de las cosas materiales.

Unido a “economía”, el adjetivo “política” es equivalente a estatal.

Para Adam Smith, la economía política conserva su dependencia tradicional respecto de la política entendida como “una rama de los conocimientos del legislador y del hombre de Estado, que se propone enriquecer al pueblo y al soberano, con el objeto de proporcionar al Estado renta suficiente para el servicio público”.

La económica de nuevo estilo no solo se ha separado de la política, sino que pretende una autonomía total. Así la economía es ella misma una fisiocracia, mientras que la política, es un gobierno del hombre, una antropocracia.

La idea de la disolución del gobierno en la sociedad no es menos fundamental en Marx. Es sin embargo innegable que su pensamiento, es antipolítico. La forma actual de los regímenes y

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