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Recursos Humanos

prqs3 de Octubre de 2013

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Publicado en:

Cuadernos IRC, Revista de Evaluación, Planificación y Gestión Universitaria, 1, 41-55. 1999

La Universidad: una empresa al servicio de la sociedad del conocimiento

José-Ginés Mora

Universidad de Valencia

Campus dels Tarongers.

Ap. Correos 2085

46022 Valencia

Tel.: 963 828 416

Fax: 963 868 415

E-mail: ginesj@uv.es

0. INTRODUCCIÓN

La Universidad se ha transformado profundamente en los últimos treinta años. Las viejas instituciones medievales han experimentado la transformación más importante de toda su historia: el pasar de ser unas instituciones dedicada a formar las elites, a convertirse en el lugar de formación de una gran parte de la población, lo que ha venido en llamarse un sistema de educación superior de masas, e incluso universal (Trow, 1974). Como consecuencia de las nuevas demanda sociales, los objetivos de las instituciones de educación superior también han cambiado sustancialmente. La Universidad del futuro se vislumbra como un institución que suministrará formación a una gran mayoría de la población a lo largo de toda la vida, como una generadora de conocimiento, aunque no la única, y como una empresa al servicio de las necesidades de formación y de desarrollo tecnológico del entorno dentro de un modelo de sociedad que ha sido definido como la sociedad del aprendizaje o del conocimiento (learning or knowledge society) (CE, 1995, 1997).

La Universidad española también ha experimentado cambios sustanciales desde que se promulgó la Ley de Reforma Universitaria (LRU) en 1983. La fuerza dinamizadora que esa ley supuso es incuestionable. Bajo una perspectiva global los cambios han sido muy positivos y la Universidad española es hoy notablemente mejor que lo era hace tres lustros. Todos los indicadores y la opinión generalizada de los observadores externos e internos así lo ratifican. Sin embargo, junto a notables avances en la mayoría de los aspectos que configuran el sistema universitario español, algunos elementos han quedado rezagados. La propia dinámica del proceso de cambio ha generado situaciones o tendencias no deseables que necesitan ser corregidas. Parece, por tanto, oportuno, dieciséis años después de la promulgación de la LRU que se planteen cambios que corrijan los efectos negativos que se han producido y que considere algunos nuevos elementos que estimulen la calidad del servicio que la Universidad presta a la sociedad española. La movilidad de los estudiantes, la estructura del profesorado, la diversificación de las instituciones y los sistemas de financiación son problemas relevantes. Sin embargo, el tipo de relación de la Universidad con la sociedad y, consecuentemente, la forma de gobierno de las instituciones universitarias es posiblemente el problema central que tiene planteada la Universidad española en estos momentos.

Para adaptarse a los cambios globales de los sistemas universitarios, y para resolver los problemas específicos de la Universidad española, es necesario iniciar un debate abierto sobre los problemas actuales que conduzca a propuestas sobre los aspectos que necesitan ser reformados. Este artículo aporta algunas reflexiones para este debate que ya han iniciado recientemente diversos autores (Valles, 1996; Michavila y Calvo, 1998; Luxan, 1998; Quintanilla, 1999).

1. RASGOS BÁSICOS DE LA ACTUAL UNIVERSIDAD ESPAÑOLA.

Antes de plantear los aspectos más problemáticos de la Universidad española es oportuno recordar algunos de los rasgos sobresalientes que definen su actual situación.

1.1. UNA UNIVERSIDAD DE MASAS Y ABIERTA.

Un comité internacional que visitó España en 1987 para evaluar la reforma universitario se preguntaba: “¿Que clase de sociedad desea ser España dentro de una o dos generaciones? ¿Desea ser una economía industrial de nivel medio, (…) o aspira a convertirse en una economía de información postindustrial? (…). Si España decide avanzar en esta [última] dirección, (….) debe seguir el ritmo marcado por los países de su misma área” (ICED, 1987, p. 25). Y, en los países de nuestra área, la educación superior es de masas. En Estados Unidos y Canadá, más de la mitad de los jóvenes ingresan en la educación superior y más de un tercio de la fuerza laboral tiene estudios superiores de algún tipo (OCDE, 1998). En España, más de un tercio de los jóvenes siguen estudios superiores, en torno al 22% de los jóvenes entre 25 y 30 años tienen titulación universitaria, aunque la proporción de graduados superiores para el conjunto de la población adulta todavía no llega al 10% (Mora, 1997a). Las universidades españolas se han convertido también en instituciones accesibles a capas muy amplias de la sociedad (Mora, 1997b). España ha entrado en el grupo de países desarrollados en los que la educación superior se extiende a una considerable parte de la población. Un hecho que resulta imprescindible para el asentamiento de la sociedad del conocimiento. Éste es, sin duda, el logro más destacado de la Universidad española en los últimos años.

La devolución de la autonomía a la Universidad, tal y como estableció la Constitución española y desarrolló la LRU, es otro de los grandes avances de la Universidad española. Por otro lado, las universidades se han convertido en instituciones abiertas a todo tipo de ideologías y grupos sociales. En general, se han dejado atrás, quizá como en toda la sociedad española, una considerable parte de las tensiones negativas que estaban presentes hasta no hace mucho.

Estas transformaciones profundas no pueden dejar de tener efecto en el modo en que la Universidad se gobierna y se relaciona con la sociedad. Las referencias a los orígenes medievales de la institución universitaria, con sus peculiares formas de gobierno y funcionamiento, pueden ser sentimentalmente comprensibles, pero están radicalmente alejadas de la realidad actual de la Universidad de masas.

1.2. UNA UNIVERSIDAD MÁS INVESTIGADORA

La Universidad española ha dado un salto cuantitativo y cualitativo muy notable en cuanto a su capacidad investigadora. Dos datos referidos al total de la investigación española, en gran proporción realizada en las universidades, son harto elocuentes: a) en 1986 se invertía en I+D el 0,55% del PIB español, mientras que cinco años después, en 1991, el porcentaje se elevaba al 0,87%; y b) la participación española en la producción científica mundial, que era del 0,9% en 1984, paso al 1,7% en 1991 (Ballart y Subirats, 1997). Aunque ambas cifras (inversión y resultados) aún deberían incrementarse, el avance que se ha producido es otro destacado éxito de la Universidad española.

Dado este notable avance de la investigación en España, habría que preguntarse qué fuerzas lo han impulsado. Obviamente, el incremento de los recursos disponibles ha sido importante, pero, en nuestra opinión, la clave ha estado en el modo cómo estos recursos se han distribuido. La competencia por los fondos, la evaluación independiente de los proyectos, el prestigio inherente a la obtención de esos fondos, la introducción de un sistema de evaluación individual de los investigadores han estimulado y prestigiado notablemente la actividad investigadora del profesorado. Habría que preguntarse también en que medida este desarrollo de la investigación, junto con la carencia de estímulos semejantes para la enseñanza, puede estar perjudicando la dedicación de la institución universitaria a la enseñanza, función que es, sin ninguna duda, la más importante de la Universidad.

1.3. MEJOR FINANCIACIÓN, PERO AÚN INSUFICIENTE.

La Universidad española está mucho mejor financiada ahora que lo estaba a principios de los ochenta. El gasto total en educación superior ha pasado del 0,54% del PIB en 1985 al 0,99% en 1994 (Mora y García, 1999). El incremento de recursos, aunque acompañado también de un notable aumento de los estudiantes, ha sacado a las universidades españolas de la situación de grave penuria en la que se encontraban al principio de la década pasada.

A pesar del notable incremento de los recursos financieros de las universidades españolas que se han señalado anteriormente, existe una sensación generalizada de que éstos siguen siendo todavía escasos. La media de gasto total (público y privado) en educación superior alcanza el 1,7% en los países de la OCDE, el 1,2% en los países de la UE, mientras que en España llega sólo al 1,1% (OCDE, 1998). El gasto por estudiante universitario en España (4.944 dólares en 1995) es notablemente inferior al de los países de la OCDE (10.444 dólares), e inferior también a la media de la UE (6.943 dólares). La diferencia de gasto por estudiante con los países de la UE no es ya excesiva, ya que está en el mismo rango de la diferencia de renta entre España y la UE. Sin embargo, hay que tener en cuenta el destino de ese gasto: Mientras la OCDE dedica a gastos de capital el 10% de los recursos, y la UE el 14%, en España se dedica el 20%, y en algunas CCAA hasta el 31%. Reducidas las necesidades de inversión, si simplemente se mantuviera el gasto total, se podrían conseguir mejoras sustanciales en la financiación de la Universidad española. Además, pensar en nuevas fuentes de financiación (públicas y privadas) es una necesidad inaplazable. No sólo es necesario introducir cambios en las fuentes, sino que hay que establecer criterios de asignación de los fondos públicos que, respetando la equidad, estimulen el rendimiento y la consecución de objetivos de calidad (Mora, 1999).

1.4. INSUFICIENTE ATENCIÓN AL CLIENTE Y ESCASOS SERVICIOS.

Los servicios que la Universidad española presta a sus usuarios son escasos. Los clientes más directos, los

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