Reforma Curricular
Arisbeeth17 de Septiembre de 2014
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la reforma curricular y pedagógica ya era una necesidad
impostergable: los planes y programas de estudio reformados en los años setenta
estaban agotados. La nueva reforma es inédita y de amplias dimensiones, tanto
para la educación básica como para la formación inicial de maestros. Se
reformulan los contenidos y de nuevo se organizan por asignaturas; se amplía y
diversifica la producción de materiales educativos para alumnos y maestros; se
propone el trabajo pedagógico con un enfoque constructivista, además, se
incorpora una visión institucional de la escuela que exige nuevas formas y
contenidos de trabajo a la supervisión y dirección escolar.
A diez años del inicio de este amplio y complejo proceso de reforma de la
educación y del SEM se puede afirmar que sus efectos han sido positivos. Éstos
se pueden observar principalmente en el incremento de la matrícula, en el
mejoramiento de los indicadores de eficiencia terminal y en los índices de
absorción de un nivel educativo a otro.5 No obstante, desde una perspectiva
estructural, los cambios más profundos que requiere el SEM y la transformación de
los modos de actuación de los distintos actores requieren de más tiempo y de
estrategias claramente orientadas a conseguirlos.
2. Retos y tensiones que enfrenta el SEM
El sistema educativo es un ente vivo y, por ello, posee un dinamismo inherente.
Como señala Carlos Ornelas (1995):
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[...] uno de los rasgos distintivos del sistema educativo, en este fin de siglo es su
movimiento. No sólo crecimiento y desarrollo, sino que es posible observar una
transición de un estadio –aparentemente– agotado a otro que aún se alcanza a
perfilar con nitidez, pero sobre el que actúan varias fuerzas que intentan
determinar su futuro (pp. 11).
Esta reflexión tiene referentes concretos que hoy, en el marco político de
transición democrática, es posible advertir tanto en el órgano central –la Secretaría
de Educación Pública– como en los estados.
La pregunta que guía el desarrollo de este apartado es ¿qué aspectos del SEM
pueden ser valorados como positivos y qué retos y tensiones están por
resolverse?
Un análisis del devenir del SEM durante el siglo veinte permite resumir de manera
breve sus logros más importantes.
En primer término hay que señalar que la educación ha sido una prioridad para el
Estado mexicano. La aspiración de asegurar igualdad de oportunidades
educativas para todos ha sido una meta de todos los gobiernos
posrevolucionarios, incluso, lo sigue siendo para el actual gobierno federal.6 Tal
aspiración se tradujo en la expansión cuantitativa del SEM en todos sus tipos,
niveles y modalidades,7 lográndose la universalización de la educación primaria, el
único nivel obligatorio hasta antes de 1993.
En conjunto, la matrícula del SEM pasó de 11,538,871 alumnos en 1970 a
30,206,150 en 2001. Para el mismo periodo, la educación primaria pasó de
9,248,190 a 14,833,889 (SEP, 2001, p. 56-72). De hecho la matrícula de este nivel
logró estabilizarse en la década de los ochenta. Por otro lado, la expansión de la
matrícula en educación media y superior también ha sido espectacular en el
mismo periodo. Antes de la década de los noventa, desde fines de los años
sesenta, el énfasis estuvo puesto sobre todo en la expansión del SEM; a mediados
de los ochenta se advierte también una diversificación de modalidades educativas
para atender una demanda caracterizada por su heterogeneidad.
Si bien la expansión cuantitativa del SEM es un reflejo del crecimiento de la
población, todavía no existe una relación directamente proporcional entre ambos,
es decir, el crecimiento de la población ha sido mayor que la respuesta del SEM.
En este sentido el XII Censo Nacional de Población y Vivienda mostró que de 20
millones de niños y jóvenes de 6 a 14 años, cerca de un millón está fuera de la
escuela básica obligatoria; si bien en números relativos representa 5%, la cantidad
absoluta no es insignificante.
Las políticas modernizadoras de la última década del siglo veinte impulsaron de
manera significativa el desarrollo del sistema educativo: al otorgar una nueva
prioridad a la educación básica; al plantear la calidad y la equidad como los
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objetivos de la reforma; al descentralizar la operación del SEM; al promover una
mayor presencia de los padres de familia y la comunidad en la escuela; al percibir
la reforma institucional como un punto de partida y de apoyo a la reforma curricular
y pedagógica; al diseñar e implantar una reforma curricular y pedagógica con una
fuerte orientación hacia el desarrollo de competencias (saber con, saber hacer); al
ingresar la evaluación de resultados y la rendición de cuentas; al incrementar el
tiempo de instrucción mediante la ampliación del calendario escolar a 200 días; al
producir y diversificar libros de texto y materiales educativos para alumnos y
maestros; al impulsar proyectos innovadores de introducción de modernas
tecnologías en la escuela; al introducir nuevos esquemas para la promoción
laboral de los maestros, como es la carrera magisterial, y las acciones para el
perfeccionamiento docente y la reforma de la formación inicial; al incrementar los
fondos públicos destinados a la educación (5.7% del PIB en 1994) y la
recuperación salarial de los maestros (SEP, 1996); o al diseñar y llevar a cabo una
serie de programas tendientes a compensar desigualdades.8
Con este enorme esfuerzo y el despliegue de energías y recursos materiales,
financieros y humanos se ha conseguido incrementar las cifras de cobertura de la
educación básica y los indicadores de eficiencia terminal. Sin embargo, los
propósitos de calidad y equidad aún están lejos de lograrse.
Algunas cuestiones son evidentes: la reforma de la educación secundaria está
postergada, los incrementos financieros para la educación fueron interrumpidos en
1995, la participación social continua es un anhelo, los resultados de distintos
programas de evaluación nacionales e internacionales no han sido analizados y
menos difundidos, y los que llegan a conocerse resultan insatisfactorios y la
federalización de signo descentralizador es insuficiente e incompleta.
A pesar del impulso renovador de la reforma educativa de la última década del
siglo XX, los resultados no han sido los esperados. La escuela pública en,
general, si bien con honrosas excepciones, no ha conseguido renovar sus
prácticas pedagógicas, la calidad en términos de los aprendizajes de los alumnos
está aún lejos de conseguir los estándares planteados en el currículo y los
desiguales niveles de aprovechamiento escolar entre regiones, estados,
municipios y escuelas hablan de una inequidad en la distribución de las
oportunidades para aprender, lo que como país, se ha definido como lo “básico”
(SEP, 2001).
A diez años de la firma del ANMEB, México tiene un sistema educativo con luces y
sombras. Los desafíos existen, en ocasiones son vistos con mayor claridad y en
otras se prefiere ignorarlos.
Desde nuestro punto de vista los desafíos sustantivos que debe enfrentar el SEM
con todos sus recursos –humanos, materiales, financieros− son la calidad y la
equidad de la educación. Ambos están íntimamente relacionados; no existe el uno
sin el otro, ni pueden enfrentarse de manera aislada.
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El desafío de la calidad será, por largo tiempo, lograr que la extensa cobertura de
la educación básica sea realmente una oportunidad para aprender, es decir, que
ésta no constituye un privilegio ni un elemento de diferenciación o filtro social, sino
que exista equidad en el acceso a experiencias de aprendizaje equiparables. La
calidad se basa también en la pertinencia. Además, en un país pluricultural como
México se requiere fomentar la interculturalidad para todos, y en la educación
indígena la conservación, y el desarrollo de la propia cultura.
Al mismo tiempo, ante la diversidad de demandas de conocimiento por parte
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