TEORÍAS DE ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE
PROFE20133 de Noviembre de 2012
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INTRODUCCIÓN
Muchos docentes creemos que la educación constructivista tiene fallas. Un llamado a la reflexión sobre los resultados de la educación hoy, indicaría que las últimas generaciones de alumnos no saben nada, podemos preguntarle a un estudiante de secundaria sobre cualquier tema y ninguno respondería correctamente, quedando al descubierto su completa ignorancia, en cuanto a cultura general.
Si repitiéramos las mismas preguntas a personas mayores, que estudiaron con el método tradicional, tendrían fresco, aún, ese conocimiento.
Esto hablaría claramente de la eficacia de uno y otro método de enseñanza, y no sería precisamente el método actual de enseñanza el que lleve la ventaja. Y esto ¿por qué? Si se supone que con el método constructivista los estudiantes adquirirían un conocimiento significativo y de largo plazo. ¿Por qué los estudiantes de hoy no saben nada? ¿Donde esta la falla? ¿Será que el método tradicionalista no era tan malo? Entonces, nos respondemos: el constructivismo debe tener una falla, aunque su idea no sea mala ya que en la pedagogía tradicional la enseñanza está enfocada en la memorización de datos y en el constructivismo lo que se busca es el desarrollo de habilidades resolutorias.
¿Será que el problema, está dado por incapacidad de los profesores para aplicar éste sistema? Ya que se sigue creyendo que la principal cualidad de un profesor es ser un hábil expositor, en la típica clase magistral de maestro activo alumno pasivo, cuando lo que se debería evaluar es la capacidad del profesor de convertir un temario en actividades o, ¿será del gobierno y su manejo desprolijo de los elementos del sistema?.
Este ensayo, realizado no desde la perspectiva de un autor de laboratorio, sino desde aquella que día a día otorga la experiencia en el campo educativo, frente a alumnos y demás componentes de la comunidad educativa, cada vez más amplia en la teoría pero cada vez menos involucrada en la práctica, pretende plasmar el pensamiento que comparten un número amplio de docentes. Para algunos, una visión equivocada, para otros, acertada, y, para los últimos, interesantes: el de una educación llevada a cabo dentro de un marco constrictor que anula las capacidades del docente, llevando sus prácticas en un estrecho camino de la mediocridad. De todas maneras, sea cual sea la opinión de que se trate, es bastante inquietante el futuro.
En el Sistema Educativo, como en todo sistema, sus elementos deben estar relacionados de forma de cumplir con un mismo objetivo. En el caso del educativo, debería ser el de formar profesionalmente al alumno, luego de haberlo hecho socialmente, para cumplir con el fin último de la educación formal: prepararlo para el mundo del trabajo, cada vez más tecnificado.
Las innumerables formas de relacionar sus componentes han determinado, en la mayoría de los casos, un acrecentamiento de la burocracia y el centralismo, determinando hasta las mínimas acciones en una suerte de “agarrarle” la mano al docente.
Sea como se llame la ley que determine la “unión” de estos elementos, el resultado sigue siendo el mismo: nefasto. Su descripción, para un posterior “apareamiento” con los demás, es imprescindible para entender esta calificación.
En síntesis, y para graficarlo mejor, la teoría puede ser buena pero, por ahora, su aplicación es mala.
La teoría constructivista que fue pensada para mejorar las capacidades cognitivas del alumno en pos a que construya el mismo su conocimiento y lo lleve a la vida como conocimiento significativo, queda echada por tierra a partir de las variables que condicionan nuestra realidad hoy y donde la cultura, las ideologías políticas de la sociedad y lo impuesto a través de las redes masivas de comunicación por los grupos de poder que hoy nos gobiernan, todo ello, tiene el mensaje implícito y explicito constante que dice: el niño tiene derechos, el adolescente tiene derechos, el alumno tiene derechos. Esto es algo obvio y necesario. Vivimos en un estado democrático. Pero tal discurso, pasa de ser obvio, justo y necesario a tremendamente nocivo y vicioso cuando no se instruye no solo con el discurso sino también con el accionar, que de la mano de los derechos van las obligaciones; que de la mano de las libertades van también las responsabilidades. Y es así como se construye ideológicamente nuestra realidad educativa. Realidad viciada de presupuestos que dicen: “el alumno tiene poder, derechos, prerrogativas”. En esta realidad es significativamente difícil instruir, conducir y ayudar a quien todo se le ha dado a priori. Es en esta realidad donde surgen los adolescentes violentos, ingobernables y apáticos. Entonces todos nos preguntamos ¿Por qué tanta repitencia, deserción, violencia? La respuesta tiene tantas aristas como componentes de nuestra realidad. Pero hay una que es l eje de todas: la caída del prestigio y el despojo de respeto de la institución escuela y todos sus miembros.
En este trabajo se pretende mostrar como las teorías cognitivas se plasmaron en la realidad de nuestro país y como se complementaron las ideologías con estrategias didácticas desde el pasado hasta hoy. Se expondrá así, como la ideología de un país influye y moldea a los principales actores de la enseñanza aprendizaje y su contexto.
Es significativo explorar una entrevista hecha al Ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, para demostrar cómo se construye ideológicamente la imagen del docente desde las autoridades del gobierno de nuestro país.
“Antes cuando un profesor entraba a clases todos se paraban para saludar, sin importar si era malo o extraordinario, porque la autoridad se la daba el cargo. Hoy si se es un mal profesor, esa autoridad no está, hay que ganársela".
En esta frase queda implícito y presupuesto que el docente no tiene autoridad. El hecho de ser docente no lo reconoce ni la sociedad ni el alumno. Ganarse esa autoridad implica que hay que hacer determinadas acciones para poseerla. ¿Cuáles son esas acciones? Si nuestra sociedad está borracha de dadivas, acostumbrada a que todo debe ser dado desde el Estado sin responsabilidad alguna por parte del pueblo, especialmente se es de clase baja. Una clara muestra de esto son la infinidad de planes sociales sin ninguna clase de obligación del solicitante ni control por parte del estado. Las acciones que el docente deberá hacer estarán directamente relacionadas con lo expuesto anteriormente, deberá en consecuencia concordar con las expectativas de los alumnos para “ganarse su autoridad”. Es de amplio conocimiento que las expectativas de los alumnos no van de la mano de la laboriosidad, responsabilidad y respeto a la tarea de aprender y enseñar. Entonces, hay que “ganarse la autoridad” en esta maraña de antivalores y roles negativos que no solo los alumnos sino que la sociedad misma estima y defiende.
— ¿Cómo se construye una escuela participativa?
—Hay dos planos. Uno es el que apunta a educar para la inclusión, para la identidad nacional, para el trabajo, para que los chicos que salgan del secundario con herramientas para trabajar o seguir estudios superiores. Pero también educamos para la democracia como sistema. Nosotros vivimos mucho tiempo de dictadura, el horror del Proceso, y la verdad es que no está dicho que no se pueda volver a eso. La humanidad no está segura que no pueda repetir tragedias como las que vivimos, de hecho hoy en Europa una alta proporción de chicos son neonazis. A ese error se puede volver.
— ¿Y qué puede hacer la escuela para no volver a ese horror?
—La escuela tiene que militar esta idea, porque la democracia no es un bien innato. Es un bien cultural adquirido, entonces hay que trabajar para la democracia como sistema político. Pero además, y volviendo a la pregunta anterior, no se puede hablar de la democracia como sistema político si no la vivimos cotidianamente. Si bien la educación es una relación uno a uno, hay un nosotros que educa, hay mandatos y un clima educativo que hace que una escuela sea democrática o bien otra que no escuche a sus alumnos.
-¿Cómo es una escuela democrática entonces?
—Algunos piensan que es hacer una escuela facilista, demagógica. Nosotros creemos que no, que los chicos deben ser escuchados y que eso no significa ser consentidos en todo lo que proponen. Por eso en la renovación de la escuela secundaria que proponemos hay canales de participación pensados. Estamos de acuerdo con los centros de estudiantes, con los consejos de aula, con los parlamentos juveniles. Hay que saber que todas las veces que nos acercamos a los chicos tenemos con ellos conversaciones profundas. No hay un chico que recuerde con cariño a una docente chanta. Un docente no comprometido te hace zafar un día o dos, pero cuando se lo recuerda está presente el que te exigió, el que te dijo que vos podías y tenía confianza en vos. Eso también es construir democracia. Pensar que todos pueden es otro modo de mirar la escuela. Hay miradas sobre la pobreza que provocan más pobreza, son las que colocan a los chicos de sectores más vulnerables en el lugar de "no van a poder, para qué les vamos a exigir".
He aquí otra arista de nuestra crisis educativa. Nuestras autoridades dicen una cosa y pregonan exactamente lo contrario con la práctica. Ese doble discurso comunica y educa negativamente. Nuestro sistema educativo no premia al mejor. Actualmente, solo
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