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EDUCACIÓN FÍSICA PARA LA ESCUELA RURAL.


Enviado por   •  10 de Diciembre de 2015  •  Prácticas o problemas  •  3.422 Palabras (14 Páginas)  •  197 Visitas

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EDUCACIÓN FÍSICA PARA LA ESCUELA RURAL.

2. SOBRE EL ALUMNADO.

        La primera singularidad propia de la Escuela Rural en relación con el alumnado nos sitúa ante la diversidad inherente a los grupos de clase. En ellos son habituales las diferencias que se dan en todos los contextos educativos. Y sobre estas diferencias, ejerce una notable influencia la variedad de edades existente en muchos de dichos grupos. De este modo lo que de diverso tiene la escuela (García, 2006) en múltiples aspectos, se ve ampliado y matizado hasta poder hallar una amplia:

  • Diversidad en relación con el ritmo de aprendizaje tanto en los aspectos vinculados al ámbito motor como en los relacionados con los ámbitos cognitivo, afectivo y social.
  • Diversidad derivada de las propias capacidades de cada alumno.
  • Diversidad vinculada a las experiencias de actividad física vividas con anterioridad tanto en contextos escolares como fuera del marco de la escuela.
  • Diversidad cuyo origen se sitúa en los aprendizajes previos.
  • Diversidad enraizada en las estrategias que el alumno ha desarrollado para abordar nuevos procesos de aprendizaje.
  • Diversidad en las motivaciones e intereses.
  • Diversidad en el autoconcepto y la autoestima que mantiene cada niño.
  • Diversidad en cuanto a la valoración de la escuela y de la propia actividad escolar y en relación con las expectativas que ésta suscita.
  • Diversidad en los vínculos socioafectivos mantenidos en relación con cada compañero y con el grupo en cuanto tal.

El efecto aditivo entre la multiplicidad de componentes de diversidad implícitos en todo grupo educativo y los que derivan de las diferencias de edad singularmente vinculadas a buena parte de los grupos existentes en la Escuela Rural acarrea, como consecuencia, la existencia de un alto grado de hetegeneidad dentro de cada aula.

Entre las implicaciones que esta heterogeneidad conlleva, es preciso reparar en la dificultad que, en ocasiones, puede encontrarse a la hora de ofrecer propuestas motrices potencialmente enriquecedoras para todas las personas que formas parte del grupo, así como en la frecuente necesidad de elaborar programaciones específicas para cada grupo de clase o incluso para cada subgrupo de los integrados en ella, o de optar por propuestas curriculares más abiertas que permitan a cada alumno vivenciar de forma positiva su motricidad.

Los grupos heterogéneos nos ubican, por otro lado, en un espacio educativo en el que se abren importantes veredas para que se establezcan relaciones colaborativas entre el alumnado y para que se propicie el aprendizaje entre iguales. Así, es frecuente que los más pequeños encuentren en los mayores modelos de actuación y reciban de ellos, con asiduidad, realimentación en relación con su propio modo de hacer, lo que reporta a todos beneficios. Los primeros encuentran una valiosa contribución a su propio desarrollo en personas que le son próximas, rompiendo, de este modo, con la asimetría a veces implícita en la relación maestro-alumno. Mientras, los segundos pueden hallar, también, importantes vías para su crecimiento personal, tomando conciencia de sus propios conocimientos y avanzando, de modo consecuente en el campo de la metacognición, desarrollando un autoconcepto positivo desde la valoración de la importancia que su propia forma de actuar posee para las personas que le son próximas y profundizando en la responsabilidad personal y el compromiso social.

La consecuente actuación educativa nos ubica ante alternativas que ahora perfilamos someramente y en las que profundizaremos en los próximos capítulos. Entre ellas se revelan como especialmente válidas, el fomento de la tutoría iguales, la puesta en juego de situaciones ludomotrices y estrategias de aprendizaje cooperativo, la búsqueda de actividades inclusivas y de situaciones problema de carácter abierto, susceptibles de ser modificadas y adaptadas en sus condiciones humanas, espaciales, temporales y materiales y en las que todas las personas puedan participar y encontrar alternativas de progreso, el desarrollo de juegos con reglas modificas para adecuarlas a las singularidades individuales y grupales y la alternancia entre tiempos de actividad de grupo con otros en los que se participe en opciones metodológicas como las listas de tareas o los programas individuales, con el fin de atender a la diversidad en motivaciones y en necesidades.

Una nueva singularidad especialmente relevante nos conduce hasta la existencia, en clase, de grupos naturales, habituados a convivir como tales fuera del marco de la escuela.

Este hecho trae frecuentemente consigo una creciente autonomía desde la perspectiva social, un juego de relaciones interpersonales en el que cobran protagonismo las interacciones espontáneas próximas a la cooperación, una buena cohesión grupal, y una mayor calidad de relaciones humanas en cuanto a éstas son más variadas e intensas, poseen una mayor carga efectiva y emocional y resultan, en suma, más ricas en matices. Y nos ubica, por otro lado, en un escenario educativo más próximo al singular devenir de lo que acontece fuera de los muros de la escuela, con la subsiguiente posibilidad de transferir a la propia vida de los alumnos, los progresos vividos en el marco educativo formal, especialmente en los ámbitos afectivo y social.

Otro matriz que suele ir implícito en este hecho diferencial nos pone en relación con los procesos de liderazgo. Habitualmente, si el liderazgo, en contextos educativos, no es practicado de forma constructiva suscita relaciones de dominancia-sumisión, de rechazo, o de aislamiento de algunos niños… Mientras que si es ejercido con responsabilidad personal y compromiso social, actúa como motor de convivencia propiciando que el propio grupo se convierta en una auténtica comunidad de apoyo, en la que cobra un protagonismo especial la moralidad basada en el cuidado, la empatía y el respeto hacia los otros. Y si ésta no es una cuestión trivial en ningún escenario educativo, lo es, si cabe en menor medida, dentro de la Escuela Rural. En ella – especialmente en las escuelas unitarias y en los centros de dos unidades – el liderazgo suele ser asumido por los alumnos de mayor edad. Y podemos encontrar un extenso abanico de modos de ejercerlo; modos que van desde la actuación estilista y segregadora, que propicia tanto en clase de educación física como en contextos extraescolares, dinámicas, poco enriquecedoras, hasta la participación acogedora, integradora y respetuosa con las personas. El resultado sobre la dinámica grupal, en el devenir propio de nuestra área curricular, acaba por ubicar a los docentes en un continuo que va desde el enfrentamiento a frecuentes dificultades con los líderes que actúan de forma destructiva hasta el reconocimiento explícito del valor como modelo de los líderes que se manifiestan de forma asertiva, que son capaces de conectar con los sentimientos de todos sus compañeros y que se implican activamente en la construcción de las relaciones de convivencia.

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