Parcial 1 Sociología UBP
albatros0111 de Julio de 2015
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Primer examen parcial (módulos 1, 2 y 3)
Pregunta Nº 1
Puntaje Pregunta 33.00
Para la perspectiva positivista, el investigador debe preocuparse por dejar a un lado sus valoraciones y consideraciones subjetivas sobre el mundo social para poder construir un conocimiento "objetivo". ¿Cuál es el peligro, según Habermas, de este postulado? ¿Qué consecuencias ha generado en el mundo actual?
La aspiración positivista de generar un conocimiento objetivo sobre la realidad objetiva, se inscribe en un período histórico que, en Europa, fue de grandes transformaciones: La posrevolución francesa y la primera revolución industrial, que habían transfigurado, hacia mediados del siglo XIX, la situación social en las grandes naciones europeas y convulsionado los ambientes intelectuales. La influencia del racionalismo de Las luces, vale decir del progreso de las ciencias físicas y naturales, con los trabajos de Buffon, Lavoisier, D’Alembert, Franklin, entre otros, de los filósofos del iluminismo, y de los utopistas sociales, tales Saint-Simon (de quien Augusto Comte fue secretario personal) habían cimentado, por una parte, el rechazo a la teología, a la especulación sólo metafísica, al saber no fundado en la razón, y también una especie de fe nueva, un nuevo optimismo, en el sentido de creer que la aplicación de los métodos de las ciencias físicas y naturales a la comprensión del mundo social llevaría, por sí mismo, a un conocimiento objetivo, vale decir, sin la carga subjetiva de valoraciones y prejuicios, de parte del sujeto que conoce. Es en ese ambiente cultural que se inscribe, por ejemplo, la obra de Augusto Comte, precursor del positivismo, de la “Física social”, en su tratado de filosofía positiva, con la marcada tendencia de adjudicar causas físicas o meramente técnicas, como la raza, el clima, la situación, a la comprensión de los fenómenos sociales, entendidos en tanto que efectos-cosas, y en consecuencia también susceptibles de ser transformados por las técnicas, dentro de una casuística dogmática, casi mecánica. La finalidad era lograr el Orden y el Progreso permanentes en las sociedades humanas. La influencia del pensamiento positivista de otros autores, además de Comte, como Taine, Spencer, posteriormente Durkheim, sobre las clases dirigentes europeas y también latinoamericanas (recordemos nuestra Generación del 80, Sarmiento, Mitre, la fundación de la república brasilera bajo el lema de “Orden y progreso”) va a ser poderosa y persistente, acaso aún en la actualidad.
Por supuesto, la crítica a estos postulados del positivismo, ha sido y es variada y desde varios ángulos. Sobre todo cuando se analizan desde el punto de vista de la construcción del conocimiento científico y se considera en qué medida el concepto social – representación teórica - puede ser “objetivo” al mismo título que el concepto forjado sobre el objeto de las ciencias físicas y naturales. Tal ha sido, en lo esencial, la crítica elaborada por el historicismo idealista (Collingwood). La llamada Escuela de Frankfurt, a partir sobre todo de la “Teoría crítica” de Horkheimer, va a criticar la idea de ciencia del positivismo, en el sentido de su carga dogmática, es decir de una construcción de la supuesta racionalidad, sin la intervención del elemento crítico, la antítesis del pensamiento positivo, necesario según la concepción de los participantes de esta escuela (Adorno, Marcuse, Habermas en su ciclo formativo) en la construcción de la racionalidad científica.
Hürgen Habermas, a partir de sus consideraciones acerca de la acción y la ética comunicativas, va a criticar el carácter unilateral, no dialéctico, del pensamiento positivista. El sujeto del conocimiento es incapaz, por sí mismo, de establecer la objetividad del concepto social, tal como es la pretensión positivista. Para la concepción posmoderna de Habermas el objeto social no está, en absoluto, conformado por cosas, sino por actores sociales, es decir, el objeto de las ciencias sociales está conformado también por sujetos. La construcción del conocimiento científico es, de esa forma, una construcción social, en la medida que se establece una “situación ideal del discurso”, cuando los propios actores de la sociedad pueden debatir y criticar ampliamente las diferentes posturas sin coerción ni manipulaciones dirigistas. En tales condiciones la mayor objetivad del concepto social emergería a través del consenso de las inter-subjetividades en sus comunicaciones recíprocas.
Habermas retoma, el sentido socrático de construcción del pensamiento teórico, y critica en los positivistas, la escisión que operan entre teoría (theoria) y práctica (praxis), como si se tratase de dos compartimentos estancos, una del dominio del especialista sujeto constructor del conocimiento científico, y otro considerado – cosificado - como praxis, como práctica pura, que los positivistas confunden con la técnica (techné). Esa escisión funcional, sin duda, a las sociedades industrializadas, presenta varios peligros.
La confusión de la praxis social con la techné, manifiesta en el pensamiento positivista, implica de parte de los sectores dominantes en la sociedad un control técnico y administrativo exhaustivo sobre las conductas de los seres humanos (dirigismo social) y la conformación de una tecnocracia, ideologizada e interesada en el funcionamiento ordenado del sistema social. Si la técnica nos remite a la manipulación diestra de útiles e implementos físicos y destinados a la producción material, el significado de la práctica social, la praxis, representa una acción transformadora, que busca conscientemente cambios sociales y políticos. Como principal vehículo de la praxis social aparece, para Habermas, el lenguaje, la acción comunicativa, la interacción simbólica, de donde emergen los consensos. La construcción del discurso científico debe asumir entonces, desde este enfoque, un carácter emancipador, en la medida que participan todos los actores sociales y se da en estrecha relación con la praxis.
Tal como la entienden los positivistas, la ciencia no asume este carácter emancipador y transformador, pues en lugar de considerar la critica a las condiciones sociales existentes y trazar las grandes líneas teóricas de compresión de lo real, se ocupa en perfeccionar los instrumentos técnicos, en ocasión muy refinados y especializados, destinados al control y mantenimiento del statu quo en los sistemas sociales, favoreciendo así a los poderes constituidos y la manipulación de los individuos.
De ese modo, las consecuencias más importantes y peligrosas de estas concepciones funcionalistas y positivistas en el mundo actual, consistirían en un aumento del dirigismo social, un mayor peso de las decisiones adoptadas por élites tecnocráticas asociadas a los centros de poder y la despolitización de las poblaciones, mediante la restricción en su acceso y participación en las decisiones políticas que involucren al conjunto de la sociedad.
Pregunta Nº 2
Puntaje Pregunta 34.00
Tanto para Durkheim como para Marx, la realidad social tiene una existencia objetiva que, de algún modo, condiciona o determina la vida de los individuos. Compare las ideas de ambos autores sobre este tema.
Tanto Émile Durkheim como Karl Marx sostuvieron que la realidad social podía ser comprendida en términos científicos en la medida que esa realidad se estructura objetivamente y, en consecuencia, consciente o inconscientemente, los individuos se ven condicionados o impelidos a actuar según una determinada estructura social. Claro que para ambos autores, este condicionamiento de lo individual a lo social es de naturaleza diferente.
La concepción de Émile Durkheim, se emparenta, en muchos sentidos, con el legado del positivismo del siglo XIX, en particular con la obra de Augusto Comte, y con la aspiración de poder explicar la regularidades y recurrencias de los fenómenos sociales según leyes tan rigurosas y precisas como las que gobiernan los fenómenos físicos y biológicos. De allí la aspiración de Durkheim de estudiar los fenómenos sociales concretos, como cosas (Las reglas del método sociológico) que responden a leyes universales independientes y externas a los individuos que los protagonizan. Las leyes sociales, para Durkheim, son concebidas como entidades en sí mismas, con existencia propia y en consecuencia son objetivas, mientras que, frente a la vida de los individuos, se presentan como una fuerza externa a su voluntad y conciencia, de manera coactiva, es decir determinante de su actuación. De este modo Durkheim da supremacía a la totalidad social, sobre la actuación de los individuos. La sociedad está dada, como estructura autónoma, antes del nacimiento del individuo quien, condicionado por el entramado de interacciones sociales, de creencias, valores, estados de conciencia y prejuicios colectivos, se ve impelido a actuar dentro parámetros culturales y normativos preestablecidos. Aún las desviaciones a las conductas normales, son susceptibles de ser estudiadas científicamente, pues ellas también responden a leyes sociales, tal como las estudió en su obra El suicidio.
A ese respecto pero partiendo de una concepción diferente a la del positivismo, el filósofo y economista alemán Karl Marx también dotó de objetividad a la existencia social. Su comprensión de la realidad social, muy influenciada, a la vez, por la filosofía hegeliana y la teoría del valor de Adam Smith y David Ricardo, va a dar lugar a una relación dialéctica entre el individuo y su medio social. A través de la praxis, el ser humano es, a la vez, productor y producto de la sociedad, de la realidad social que es siempre cambiante
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